EL MUNDO 07/12/13
SANTIAGO GONZÁLEZ
Eran las cinco en todos los relojes, las cinco en sombra de la tarde, como habría escrito Federico. El lugar elegido, la plaza de la República Dominicana, en la que el comando Madrid colocó una furgoneta-bomba en 1986 asesinando a 12 guardias civiles.
La Audiencia Nacional condenó a varios miles de años a ‘Santi Potros’, que ordenó el atentado, y a los ejecutores materiales y colaboradores necesarios: Idoia López Riaño, Inés del Río, Juan Manuel Soares, Iñaki de Juana, Esteban Esteban y Antonio Troitiño. Ayer, su situación era la siguiente: Esteban Esteban falleció de cáncer, De Juana se dio a la fuga, Troitiño ha sido puesto en libertad en Londres en aplicación de la sentencia Parot; Del Río, en libertad en su casa en virtud de la misma. Potros y López Riaño no han podido beneficiarse por haber iniciado el cómputo de la condena más tarde. Permanece en la cárcel el único que ha dado muestras de arrepentimiento.
Los efectos de la sentencia de Estrasburgo son repugnantes, pero tal vez no fuera el de ayer el día más oportuno para una convocatoria como ésta. Es inevitable que reivindicaciones que uno comprende, pero que no comparte, como no ejecutar la sentencia, formasen una amalgama algo incoherente con las acusaciones generalizadas de ningunear y prostituir la Constitución.
Tal vez ayer habría sido más pertinente acudir a la manifestación constitucionalista de Barcelona, en la que miles de personas abarrotaron la plaza de Sant Jaume convocados por la plataforma Som Catalunya, somos España y tras el lema Juntos por un futuro democrático plural frente a quienes de verdad la vilipendian y la desprecian. Era un eslogan mucho más propio del día, teniendo en cuenta que la fundación convocante de la concentración de Madrid lleva en su nombre por la Defensa de la Nación Española, y también por no confundir el aniversario de la boda (el referéndum constitucional) con los del entierro de esa Constitución que tantos pretenden.
La Carta Magna, que es la expresión suprema de la ley y la garantía última de la convivencia, es el texto que defiende la libertad de todos. También y principalmente la de las víctimas.
Hay una brevísima pero elocuente escena de Solo ante el peligro que recoge bien la idea. Cuando el forajido Frank Miller vuelve a Headleyville con tres sicarios para vengarse del sheriff que lo detuvo y lo envió a la cárcel, Kane, el personaje que encarna Gary Cooper, el único que está dispuesto a aguantar, recibe toda clase de consejos para que huya. Uno de ellos es del juez Mettrick, a quien vemos recoger tres símbolos de la ley que aplicaba en aquel pueblo: una bandera de EEUU, que pliega y guarda en la alforja, junto a la balanza, que es alegoría de la Justicia, y el mazo con el que había sancionado sus resoluciones. Ayer, la defensa de la Nación española era la defensa de la Constitución.