La cuarta sesión del juicio que se celebra en la Audiencia Nacional contra Arnaldo Otegi y otros siete integrantes de la izquierda abertzale por el caso Bateragune -el enésimo intento de reconstruir la ilegalizada Batasuna- tuvo como constante el intento de las defensas de ridiculizar los informes policiales de inteligencia que son la base de la acusación.
Otegi y sus compañeros estaban sometidos a seguimientos en sus desplazamientos, a escuchas telefónicas en algunos casos, y son precisamente las interpretaciones de los datos objetivos las que las defensas, Jone Goirizelaia e Iñigo Iruin, principalmente, ridiculizaron con saña ayer.
Una de las razones por las que Otegi sigue en prisión es que, ignorando la prohibición de la Audiencia Nacional de salir de territorio español, estuvo dos veces en Francia. La fiscalía, de acuerdo con los informes policiales, considera que fue a entrevistarse con miembros de la dirección de ETA, pero la versión ofrecida por Otegi y los testigos es muy diferente. Los policías que realizaron los seguimientos habían asegurado el miércoles que en uno de los viajes, Santiago Orúe, conductor y hombre de confianza de Otegi, había acudido a recoger a este en Elgoibar, y después habían recogido a una tercera persona, a la que los agentes no pudieron identificar, y todos pasaron a Francia, donde se reunieron con Jokin Etxeberria.
Ayer se conoció que la tercera persona que realizó el viaje fue otro de los acusados en esta causa, Rafa Díez Usabiaga, ex secretario general del sindicato abertzale LAB.
Cambios de velocidad
Los policías dijeron que Otegi y sus compañeros realizaron maniobras para despistarles, como cambiar bruscamente de velocidad, o paradas estratégicas. Orúe dijo ayer que la conducción fue normal, por autopista, y que solo pararon para comprar pasteles, lo que provocó risas entre los asistentes a la vista.
Pero quizá las mayores carcajadas las provocaron las interpretaciones de una conversación telefónica grabada entre Iñigo Elkoro, hijo del que fuera senador de Herri Batasuna José Luis Elkoro, y Orúe. El primero decía que tenía a su disposición una caja de Viña Lanciano y txakolí.
El informe policial correspondiente concluía que Elkoro estaba comunicando que tenía información de «el anciano», que sería José Luis Elkoro, y que txakolí sería el apodo de Ibon Arbulu, que por aquellas fechas estaba en prisión imputado en el caso Udalbiltza-Kursaal, del que posteriormente resultaría absuelto.
Ayer, Arbulu afirmó que nunca nadie le ha conocido por el apodo txakolí, y Orúe, en medio de cierta algarabía, señalaba que no había ningún anciano, sino una caja de vino, de Bodegas Lan, cuya denominación es Viña Lanciano.
El juicio se reanudará hoy con los testimonios de los dirigentes de Eusko Alkartasuna.
EL PAÍS, 1/7/2011