El parte meteorológico confirma que, tras varios años de producción y distribución masiva de ácido sulfúrico en la política española, en la última semana se produjo un desbordamiento atmosférico que desembocó en una lluvia torrencial del corrosivo producto (también llamado vitriolo).
En el momento de redactar este texto, el diluvio de azufre político continúa y no se espera que amaine al menos hasta el 5 de mayo. La chispa inicial saltó accidentalmente en Murcia, pero los responsables principales de la sobredosis de materiales tóxicos e inflamables en el ambiente están en Madrid y en Barcelona, singularmente en el Gobierno central y en los de ambas comunidades autónomas.
España, en decadencia. Todos los centros de prospectiva del mundo coinciden en señalar que la España de las dos próximas décadas será un país en decadencia, con grave deterioro de sus estructuras institucionales, su competitividad económica y su cohesión social. No parece que la tendencia sea reversible a corto plazo. Hay unanimidad en señalar que la contaminación sistemáticamente inoculada desde la esfera de la política y el subsiguiente marasmo, con parálisis prolongada de todas las reformas que el país necesita, son la causa principal de un declive iniciado años atrás, que la pandemia solo ha intensificado.
La putrefacción. La España política de 2021 se asemeja a un gran lago de aguas estancadas. En el fondo del lago nada se mueve, simplemente se acumulan los residuos fósiles hasta formarse una gigantesca montaña de basura solidificada. Pero en la superficie se producen constantes remolinos de agua, cada vez más intensos, que transmiten la falsa impresión de gran agitación, cambios constantes y actividad desenfrenada. El parte de la última semana refleja fuertes marejadas en la superficie y aumento de la putrefacción en el fondo.Fragilidad. Carlos Sánchez lo describió muy bien aquí. El entramado institucional del Estado autonómico es tan espeso como precario. Como en un castillo de naipes o en un juego de palillos chinos, basta tocar una pequeña pieza (en este caso, un Gobierno regional) para que todo el armatoste tiemble y amenace derrumbe. Tenemos un edificio sujeto con alambres; y la causa, una vez más, es la desnaturalización del sistema, inducida desde los aparatos partidarios de la política nacional, que instrumentalizan todas las plataformas de poder a cualquier nivel no para su función original de servicio público en cada territorio, sino para el estéril juego de tronos que los ocupa.
Irrealidad. El divorcio de la política con la realidad es brutal. Los políticos españoles han construido un universo virtual, una especie de campana neumática completamente desconectada del mundo real, en el que se desarrolla una escenificada trama de conflictos y traiciones, conspiraciones y enfrentamientos más propia de un ‘reality show’ que de la vida real. Los españoles con mascarilla, golpeados por la pandemia y la recesión, asisten, entre iracundos y fascinados, al espectáculo fantasmal de sus gobernantes y dirigentes acuchillándose entre sí mientras el virus mata, las empresas se arruinan, los trabajadores pierden el trabajo y el país se cae a pedazos.Irrealidad ‘vintage’. Los regímenes fascistas y comunistas desaparecieron de Europa hace más de 30 años. Pero, al parecer, van a celebrarse unas elecciones autonómicas en Madrid que no tendrán nada que ver con Madrid, sino con la tenebrosa recreación histórica de la lucha entre el fascismo y el comunismo. En feliz expresión de Carlos Alsina, nos quieren devolver a la España de los años 30, pero con Netflix. El FIC (Fracaso institucional generalizado). El poder ejecutivo es un gallinero en el que los profesionales del ‘marketing’ y el ‘agitprop’ han desplazado a los gestores públicos. El Parlamento lleva años fallando en sus obligaciones constitucionales básicas (legislar, elegir un Gobierno después de unas elecciones y, una vez elegido, controlarlo adecuadamente). El poder judicial vive sometido a acoso permanente y sus órganos de gobierno permanecen secuestrados por la nomenclatura de dos partidos políticos (es decir, por dos personas). La monarquía se tambalea, sacudida desde dentro y desde fuera. La descentralización del Estado ha devenido en centrifugación descontrolada. Las fuerzas antisistema progresan, imparables, y ocupan posiciones de poder. Cada partido central alimenta y estimula a la facción extremista del bando opuesto. El espacio del consenso ha colapsado.
El naufragio de “la nueva política”. En 2015 los españoles fragmentamos la representación política, pero el nuevo sistema de partidos fue incapaz de resolver la gobernabilidad del país. Los partidos autodenominados de “la nueva política” han resultado ser un fraude. Reprodujeron, corregidos y aumentados, todos los vicios de los viejos partidos y solo han traído inestabilidad, estancamiento y dosis masivas de sectarismo. Podemos es leninismo con desarticulación del Estado. Ciudadanos, la frustración de un partido que se inutilizó a sí mismo, suicidado por la ceguera y la soberbia de su fundador (que se creyó Napoleón/Macron) y la impericia increíble de su sucesora, tan sobrada de buenas intenciones como ayuna de profesionalidad. No se puede jugar en primera división con una plantilla de aficionados.
En cuanto a los dos grandes, Sánchez desfiguró al PSOE hasta convertirlo en un guiñapo irreconocible, ahíto de poder y despojado de todos los demás atributos que le dieron sentido. Casado empobreció drásticamente el capital político y humano del PP, que ya solo aspira a retener su cuota de poder y no verse sobrepasado por su escisión de extrema derecha. Lo malo de poner a mediocres en la cúpula es que ellos marcan el listón de la excelencia que pueden tolerar a su alrededor. Los miércoles del Congreso son una dura prueba para quienes seguimos creyendo en el parlamentarismo. Para escuchar algo sensato hay que acudir a políticos aparcados (por el tiempo o por el sectarismo) o a personas que habitan fuera de la política activa.
Para camuflar el desnorte pandémico se nos intentó vender una falsa alternativa entre salud y economía. El gobernador del Banco de España ha puesto las cosas en su sitio: en este momento, no hay mejor política económica que vacunar a toda velocidad. La dicotomía real se ha producido entre la ciencia y la política. El balance de un año de lucha contra el virus muestra que todos los avances —los alivios, la esperanza, las vidas salvadas, las vacunas— se los debemos a la ciencia. Y todos los obstáculos —los conflictos, la imprevisión, la inoperancia— a la política.
La mayor calamidad histórica de España siempre fueron sus clases altas. Su ignorancia, su egoísmo rapaz y su absoluta falta de sensibilidad ante cualquier noción de interés general. Hoy, todo eso se condensa en una dirigencia política lamentable, incapaz de entender su tiempo y su función. El fracaso del factor humano no se repara con nada. Y lo peor es que no existen los paraguas que nos protejan cuando llueve azufre.
Es buen momento para releer el ‘Ensayo sobre la lucidez‘ de Saramago. ¿Qué pasa si el 83% de la población vota en blanco?