En realidad, un país puede funcionar perfectamente aunque no disponga de un Gobierno con plenas facultades. A nuestros políticos les gusta que creamos que necesitamos desesperadamente un Gobierno cuanto antes, pero hay muchos lugares en el planeta que no disponen de éste y, en cambio, son capaces de mantener los servicios básicos. La ONU, por ejemplo, enumera 16 países que no son autónomos y que subsisten con poca o ninguna administración: la lista incluye el Sahara Occidental (los españoles lo llamaban Ifni), y las Bermudas. Un país como Somalia no tiene un Gobierno efectivo desde hace años, gracias a la guerra constante. Pero no es preciso mirar a pequeños territorios o países en guerra por una ausencia de gobierno. Una de las naciones más tranquilas de Europa, Bélgica, entre los años 2010 y 2011 estableció un nuevo récord mundial al no tener un gobierno elegido durante un total de 589 días, casi dos años. No pasó nada negativo. La política interior y exterior continuó sin problemas, y no había ninguna crisis de deuda estatal. Si Bélgica puede hacerlo, España también.
Por tanto, es oportuno preguntarnos: ¿por qué deberíamos estar preocupados por la ausencia de Gobierno? Los gobiernos, en opinión de muchas personas que no son sospechosos de anarquistas, son responsables de todas las cosas malas que nos suceden: hacen leyes absurdas, se llevan nuestros bienes a través de los impuestos, estimulan la corrupción en la vida pública y, con frecuencia, provocan la violencia, la guerra y la muerte. Es cierto que los grandes filósofos explican, como John Locke, que elegimos voluntariamente los gobiernos con el fin de protegernos a nosotros mismos y a la propia sociedad. Pero también explican que los gobiernos no deberían oprimirnos a través de las leyes, los impuestos y las guerras. Es por ello que uno de los principios básicos de la creación de los EEUU fue afirmar que la gente debe estar libre del peso del Gobierno. El escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson declaró en 1844 que «cuanto menos gobierno tengamos, mejor». Otro escritor del mismo periodo afirmó: «El mejor gobierno es el que gobierna menos». No todo el mundo estará de acuerdo con esos principios, pero no puede haber ningún mal en reflexionar un poco sobre ello. En cuanto a lo que ha ocurrido en España durante los últimos meses, hay muchas razones para pensar que la situación es buena, precisamente, porque no hay un Ejecutivo activo. La extensión del Gobierno en funciones ha sido como una bocanada de aire fresco y refrescante. La economía ha funcionado sin sobresaltos –con una tasa de crecimiento superior a la de Francia o Alemania–; el empleo ha mejorado –bajando al 20% desde el 23% del año pasado–; y en un mundo donde las finanzas son gobernadas desde los centros internacionales, los gobiernos nacionales parecen cada vez menos importantes. El director general del Banco Santander ha comentado que «la falta de Gobierno no ha tenido ningún efecto hasta el momento». El turismo ha aumentado, los atletas han ganado medallas de oro olímpicas, la policía ha seguido deteniendo a los políticos corruptos, y ha habido menos incendios forestales que en cualquier otro verano.
Por encima de todo, se ha mitigado la obsesión constante de promulgar leyes. Desde las elecciones de diciembre pasado, no ha habido normas nuevas, y la población se ha librado de la carga de la nueva legislación que nadie entiende y que muchos pasan su tiempo tratando de desobedecer. Me parece particularmente divertido el hecho de que los demagogos separatistas en Cataluña, desesperados por proclamar que están siendo sofocados por un Gobierno opresor, no han podido en este tiempo decir nada convincente porque no ha habido ningún Gobierno, ni siquiera un Gobierno opresor. Mientras no exista un Ejecutivo que no esté en funciones, están completamente confundidos cuando tratan de identificar al enemigo opresor. ¿Quién sabe? Esa podría ser la solución a la existencia de movimientos separatistas: la ausencia de un Ejecutivo central.
Estos meses de tranquilidad, sin embargo, pronto podrían ser interrumpidos por la formación de un Gobierno. No nos tomemos en serio las protestas que se han planteado acerca de la posible necesidad de votar el día de Navidad. La posibilidad de una elección el 25 de diciembre es sólo un pequeño problema. El problema real, como todo el mundo sabe, será la realización de una campaña electoral coincidiendo con las vacaciones más populares de España, las que comienzan el 6 de diciembre y continúan hasta el 6 de enero, día de Reyes. Normalmente, la gente coge unas vacaciones de una semana completa a partir del 6 de diciembre en adelante, para celebrar el puente de la Constitución. Es poco probable que cancelen dichos días a causa de un asunto tan agobiante como votar por un Gobierno, que es el principal baluarte de la Constitución.
¿Las autoridades cambiarán la fecha por una posible elección? Probablemente, los próximos comicios acarrearán una victoria del PP, como consecuencia del tedio generado por el PSOE, un partido que ha demostrado que busca las terceras elecciones a pesar de que todos los pronósticos indican que van a perder más escaños.
En estos momentos, con la amenaza de aumentar el caos provocado por el eterno conflicto entre los políticos, a uno se le puede perdonar que simpatice con los que esperan que la ausencia de Gobierno continúe. Después de todo, un país pequeño como Suiza tiene un exiguo Gobierno central, pero sigue siendo uno de los estados de mayor éxito en Europa. Un gobierno débil significa menos control gubernamental, que no es una mala cosa cuando nos damos cuenta de que gran parte de los controles ejercidos por el Gobierno son un obstáculo para la prosperidad. La prosperidad se origina mediante el trabajo duro y los esfuerzos de la gente común, no por las leyes y regulaciones gubernamentales.
ALA luz de todo esto, es justo decir que la posibilidad de aún más elecciones no debe verse como esencialmente malo. Si la estructura de la sociedad y el tejido de la economía no se ven afectados por la ausencia de Gobierno, y si no hay ninguna posibilidad para los separatistas de desconectarse de España porque creen que el Ejecutivo no está mirando o está en otra cosa, entonces el pueblo español puede seguir celebrando elecciones dos veces al año por muchos años más, si eso es realmente la preferencia del PSOE. Llegará un momento en que alguna emergencia requiera una decisión de especial trascendencia por parte de un Consejo de Ministros que no esté instalado en la provisionalidad, y lo más probable es que será la CEOE la que lo exija. En ese momento, el PSOE tendrá que decidir si permite que el país vuelva a la normalidad. La pregunta más importante, por supuesto, será si el electorado desea realmente dejar el control de nuevo en manos de los políticos de quienes ha aprendido a desconfiar, y que han demostrado que anteponen los intereses de su facción a los de la nación.
Henry Kamen es historiador británico.