Fernando Navarro-El Español
  • No es que la izquierda sea por naturaleza menos democrática, pero es indudable que todo este deterioro sucede cuando las alarmas estaban preparadas para detectar el avance de la derecha.

¿Está en retroceso la democracia española? Veamos el estado de sus cuatro pilares maestros.

Están (para no tener que buscar mucho) en el primer artículo de nuestra norma fundamental. Son la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

En cuanto al último, no está en su mejor momento. Recordemos que, en el Pleno del Congreso de la semana pasada, Yolanda Díaz conjuró a su padre, recientemente fallecido, para hacerle decir que jamás toleraría que gobernase la derecha.

«Este Gobierno es la última luz que queda y yo no voy a permitir que esta luz se apague», dijo con orgullo la vicepresidenta para justificar su apoyo a un presidente anegado de corrupción y envuelto en el vapor de las saunas.

Porque la izquierda, al parecer, es la luz y la derecha las tinieblas, y es mejor un gobierno luminoso aunque sea corrupto.

Desde este planteamiento escasamente democrático, que cada vez se expone con mayor naturalidad en el Congreso, la alternancia política no es más que un disparate, un arriesgado lanzamiento de dados en el que puede salir el Reverso Tenebroso de la fachosfera en vez de la benéfica Fuerza progresista.

En fin, que el pluralismo político, uno de los cuatro valores esenciales de nuestro ordenamiento, no goza de buena salud.

¿Y la igualdad? Pues la ministra Montero ha sido comisionada para acelerar los preparativos de un cupo catalán, acordados este lunes, que supondrá romper el perímetro de solidaridad español para parcelarlo en compartimentos regionales.

El Gobierno considera altamente progresista interrumpir la redistribución desde una región con rentas más altas hacia otra con rentas más bajas, aunque se escandalizaría si alguien propusiera hacerlo entre La Moraleja y El Pozo del Tío Raimundo (salvo si Sánchez necesitara los votos de La Moraleja, claro).

Sobre la magnitud de este disparate, les recomiendo que lean La factura del cupo catalán, de Paco de la Torre y Jesús Fernández Villaverde.

Pero previsiblemente todos los diputados que apoyan a Sánchez votarán ovínamente a favor de la propuesta a pesar de que (salvo que sean catalanes) disminuirá los ingresos de sus respectivas circunscripciones.

Léanlo con calma y procedan a digerirlo: todos los grupos de izquierda en el Congreso van a votar en contra de la igualdad entre españoles. La igualdad tampoco está en su mejor momento.

¿Y la libertad?

Francina Armengol ha promovido una reforma del reglamento del Congreso para expulsar a los periodistas molestos. Ees decir, aquellos que aprovechan el hueco dejado por la docilidad de los periodistas para formular, con mejores o peores modales, preguntas realmente incómodas para el Gobierno.

Esta reforma tiene, en realidad, nombres y apellidos, y a uno de ellos se dirigió desde su asiento Gabriel Rufián para dictarle las preguntas que tendría que hacer si quiere evitar su expulsión del Congreso. Tan tranquilo.

De nuevo, lean esto tranquilamente y asimílenlo, y de nuevo aceptemos que esta agresión a la libertad de prensa proviene de la izquierda.

Con respecto a la justicia, poco se puede decir de un Gobierno que ha obtenido los votos necesarios para su investidura a cambio de una amnistía. Es decir, de anular la acción de la ley y la justicia sobre sus socios.

Pero tenemos un ejemplo menor, pero más reciente y cotidiano, de este deterioro con los llamados «seis de La Suiza», condenados a tres años y medio de cárcel por el Supremo.

¿Por qué? Por las protestas frente a una pastelería para defender a una trabajadora acosada, nos explica Cintora.

«Polémica por el juez de la Suiza», titula la televisión pública.

«La impunidad con que actúan los jueces de derecha no tiene nombre», sentencia Pablo Iglesias.

Y la vicepresidenta Yolanda Díaz ha anunciado que «trabaja para que el indulto llegue cuanto antes».

«El sindicalismo es un derecho, no un delito», ha añadido.

Pero ¿qué han hecho «seis de la Suiza» para ser condenados, no por un juez «polémico» sino por cuatro instancias judiciales incluyendo el Supremo (nueve jueces en total)?

Pues es un caso claro de matonismo en el que un pequeño empresario fue acosado y extorsionado, por trabajadores y sindicato, hasta verse obligado a cerrar el negocio.

Es importante señalar que esta erosión de los pilares maestros proviene de un único lado: el izquierdo.

No quiere decir, obviamente, que la izquierda sea por naturaleza menos democrática, pero es indudable que todo este deterioro sucede cuando las alarmas estaban preparadas para detectar el avance de la derecha (entender por qué ha ocurrido así sí que merece estudios sesudos).

Todos los vigías estaban a estribor, y los piratas han abordado por babor. Obviamente, éstos eran los que más gritaban sobre el peligro de la ultraderecha.