José Ignacio Eguizábal-Editores

La democracia, como se sabe, nace en Grecia en torno al siglo V a. C. Uno de sus teóricos más importantes debió ser Protágoras, el amigo de Pericles. Si creemos a su enemigo Platón, el sofista de Abdera usaba entre otros el mito de Prometeo para fundamentar el sistema de convivencia más humano que ha alumbrado la humanidad.

Según el mito venerable y siempre en la transcripción de Platón, al comienzo, cuando existían los dioses, pero no los animales, llegó la hora marcada por el destino en que estos tenían que aparecer. Y fueron dos titanes, Prometeo y su hermano Epimeteo los encargados de equipar a las bestias para -en nuestro lenguaje- mantener el equilibrio ecológico. Epimeteo era el encargado del equipamiento y Prometeo el supervisor final. Así que el primero puso a unos animales velocidad y a otras garras, a unos piel gruesa y a otros alas… pero llegó el momento en que debía aparecer el ser humano y el imprudente Epimeteo había gastado ya todos los equipamientos en las bestias. Apareció por tanto nuestra especie, inerme y desasistida por la naturaleza de modo que Prometeo hubo de robar a Atenea y a Hefesto la tecnología y el fuego. Así los humanos pudimos sobrevivir.

Pero esto no era suficiente. Al convivir, como seres sociales que somos, y no disponiendo de la política, el arte de vivir juntos, los humanos se despedazaban unos a otros con el riesgo de que la especie desaparecería. Así que Hermes, el mediador con los dioses, avisó a Zeus de que solo él podía solucionar tan grave problema. Porque era en su palacio inexpugnable donde el dios guardaba la justicia ( Dike) y  la decencia moral , el respeto a los demás (Aidos); las claves de la convivencia.

Zeus accedió a dárselas a los humanos, pero preguntó a Hermes: ¿se la doy a uno para que los gobierne -añadiría Platón- o se la doy a todos -para que se gobiernen? – como pensaba Protágoras. Dásela a todos, respondió Zeus y el que no las aprenda que sea expulsado de la ciudad.

He aquí el nacimiento de la democracia y de sus valores fundamentales. En el siglo XVII, Locke madura este planteamiento incidiendo en la libertad innata al ser humano y en la propiedad procedente del trabajo de cada cual. Valores igualmente fundamentales. Apunta igualmente algo que reelaborará poco después Montesquieu: la división de poderes. Ejecutivo, legislativo y judicial. ¿Por qué son libres los ingleses? Se preguntaba el autor de El espíritu de las leyes, por la división de poderes.

En el siglo XIX aparecen dos de los ingredientes más letales para la convivencia que se conocen: los nacionalismos (del ensueño de Fichte, algunos desvaríos de Herder…) que anulan la historia convirtiéndola en mitología y son racistas y xenófobos por definición. Un narcisismo de aldea bárbaramente supremacista. Y el marxismo que proclama que solo hay dos clases sociales: explotadores y explotados y que los primeros han de desaparecer, violentamente si fuera necesario. Además, descree radicalmente de la democracia, sus valores y sus instituciones porque son artefactos de la ideología dominante que ocultan y mantienen la explotación.

     En España se produce en el siglo pasado la gran tragedia nacional: la guerra civil. Como final transitorio a la guerra se desarrolló la dictadura del general Franco que, sin embargo, duró tanto como él. Pero fue tras su muerte cuando los descendientes de los españoles de uno y otro bando y aun de los que no pertenecieron a ninguno, se reconciliaron en un pacto que hiciera imposible otra guerra. Esa fue la Constitución de 1978 que fundamenta los derechos y libertades de todos los españoles iguales ante la ley. Y libres.

Los nacionalismos no la aceptaron nunca del todo y el brazo armado del nacionalismo vasco radical acabó con la vida de casi 1.000 ciudadanos, obligando al exilio a más de 200.000 y cubriendo todo de sangre y dolor. El 20 de octubre de 2011, la banda terrorista anuncia que deja de asesinar y “vuelve al pueblo”. Pero no condena su actividad criminal. Su brazo político tampoco y, sin embargo, merced a extraños manejos judiciales (un Tribunal Supremo manipulado políticamente comete exceso de jurisdicción) es readmitido en el Parlamento.

Por si fuera poco, hay 377 crímenes de la banda aun sin resolver. Esto significa, por ejemplo, que en San Sebastián un hijo de alguien asesinado por la banda puede encontrarse con el asesino de su padre, pero no lo sabe. Algo que hubiera aportado a Kafka un material de primera magnitud para sus escritos

Tuvo que ser el Parlamento Europeo el que instara al español a que estos crímenes pendientes se investigaran. Y, sin embargo, la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados en sesión del 2 de noviembre de 2022 y merced a la mayoría que apoyaba al gobierno resolvió que esos crímenes no se investigaran. A todo este proceso infernal se le ha llamado “el final del terrorismo” y “la victoria de la democracia”.  Como poco, un sarcasmo cruel.

No es posible la convivencia, la libertad si no se imponen la justicia y la verdad. Si los criminales y quienes los justifican permanecen impunes y se intenta olvidar la verdad: el crimen.  Parece evidente que España necesita un profundo rearme moral.

 

 

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