ABC-IGNACIO CAMACHO
Hay en la derecha sociológica una sensación de desánimo, un abatimiento que oscila entre la resignación y el desencanto
ESTÁN los ánimos bajos en la derecha. En la política y, sobre todo, en la sociológica, abatida tras el fracaso de abril y sin acabar de entender aún qué ha pasado, como si tratara de hacerse a la idea de que Sánchez, al que tantos creían poder desalojar de un papirotazo, va a gobernar con relativa comodidad durante los próximos años. Ese espíritu decaído, desmadejado, entre la resignación y el desencanto, apunta a un pasotismo electoral que estremece a los candidatos. La participación bajará en ambos bandos, porque la combatividad de la izquierda también ha decrecido y los resultados de Vox ya no permiten utilizarlo como espantajo, pero está por ver quién va a sufrir en mayor medida el desfallecimiento ciudadano tras un ciclo electoral demasiado tenso y demasiado largo.
Los expertos demoscópicos creen que esta vez la abstención perjudica a los partidos conservadores y liberales, que hace un mes suspiraban por una escasa afluencia de votantes. La razón es que ahora la circunscripción es única en las europeas y municipales, así como en varias autonomías, y por tanto la distribución de escaños es mucho más proporcional que en las generales. Es decir, que el efecto de la fragmentación del centro-derecha, la causa principal de la clara victoria de Sánchez, ya no resultará tan apreciable al desaparecer el cuello de botella de las provincias pequeñas que dejaba a las formaciones con menos votos fuera del reparto de representantes. De este modo, las previsiones por bloques se aproximan en muchos casos al empate e incluso al triunfo conjunto de PP, Cs y Vox si su facturación se mantiene en términos estables. Pero necesitan que la convicción de sus sectores de apoyo no desmaye; todas sus posibilidades pasan por esa clave.
Y no está nada clara. En primer lugar, ha faltado motivación en la campaña. Casado acusa el reciente batacazo y se le nota justo de esperanzas, amén de que sus candidaturas carecen de la capacidad de arrastre necesaria. Vox ha encajado mal el fiasco de la baza que más le interesaba; una porción de sus electores decepcionados quizá vuelva al PP, aunque otros muchos se darán de baja y masticarán la desilusión refugiados en su casa. Sólo Rivera y los suyos parecen estimulados en una batalla que han planteado con determinación y ganas, pero el esfuerzo les servirá de poco si los otros deflactan. Centrados en la disputa de una especie de primarias, han olvidado que en estos comicios se ventila mucho poder real, tangible, práctico, y el contrapeso de una legislatura muy mal aparejada.
Con todo, lo peor es la depresiva sensación de derrotismo que se palpa en la psicología social de una derecha entregada al desaliento. Los que voten lo van a hacer por inercia, en el mejor de los supuestos como un pobre consuelo, sin confianza y sin conciencia de lo que está en juego. Que es nada menos que la supervivencia de su proyecto.