Ignacio Camacho-ABC
- El Gobierno centrista ha supuesto la normalización política de la derecha en Andalucía tras cuarenta años de estigma
Si quieres entender estas elecciones andaluzas no mires de entrada la estimación de voto de las encuestas. Eso puede variar, de hecho suele hacerlo durante las campañas. No, vete a las preguntas sobre el estado de la opinión pública, las que vienen antes de «a quién votará usted». Y encontrarás, punto arriba o abajo según cada sondeo, los siguientes datos de media: 1. Juanma Moreno es el presidente que prefieren los ciudadanos, a unos ¡¡35!! puntos de distancia del segundo, Juan Espadas. 2. Unos dos tercios aprueban (buena o muy buena) la gestión de la Junta. 3. Más del 70 por ciento creen que va a ganar el PP. 4. El candidato del PSOE tiene un notable déficit de conocimiento, sobre todo en la mitad oriental de la región.
Y 5. La autodefinición ideológica de los andaluces se ha movido medio punto a la derecha. Sí, se trata de lo que estás pensando: es el croquis de una victoria aplastante. Con ese paisaje sociológico de partida -algo injusto con la aportación de Cs- no ha perdido nunca nadie.
La clave está en los puntos 1 y 5. El primero es obvio, pero el segundo es la gran novedad de este mandato autonómico. Significa la normalización política de la derecha en Andalucía tras cuarenta años de criminalización y estigma. Y es sencillo de explicar: la gente ha comprobado que el apocalipsis no sobrevenía al salir los socialistas del Gobierno. Que seguían funcionando la sanidad, los servicios sociales, los colegios. Que durante la pandemia se han abierto algunos hospitales nuevos e incluso ha mejorado un poco el empleo. Y todo eso, la desaparición del mito de los señoritos y los asustaviejos, ha absuelto el pecado original de 1980, el error de Suárez con el referéndum. A partir de ahí la derecha gustará más o menos pero ha dejado de inspirar miedo. Por eso Sánchez agita el fantasma de Vox en un desesperado intento de que el disipado temor a perder bienestar se trasforme en el de perder derechos.
Ahora vuelve a las encuestas y mira ya las páginas de intención de voto. Todas, hasta la del CIS -ojo, Juanma: «Timeo danaos et dona ferentes»-, pronostican un triunfo claro de Moreno, pero queda por dilucidar su tamaño. Si quieres mi pronóstico te diré que no creo probable que logre gobernar en solitario, pero por el empeño de Abascal y Olona, no por el resultado. El día 19 fíjate en tres cifras: si el PP alcanza o queda muy cerca de los 50 escaños -a cinco de la mayoría-, si Vox pasa de 20 y si el PSOE baja de 33, el ‘suelo’ de Susana Díaz. En este último caso, nada remoto, van a sonar sirenas de alarma nuclear en el entorno sanchista. Porque el presidente está corriendo en su propia pista, que es la del conjunto de España, donde Feijóo ha empezado a enseñarle la matrícula. ¿Te acuerdas del 82, cuando Felipe y Guerra le dieron a UCD la puntilla en Andalucía? Pues vamos hacia un escenario similar… pero con la correlación de fuerzas invertida.