La derecha esplendida, la izquierda dañada

EL MUNDO 26/09/16
LUCÍA MÉNDEZ

Gallegos y vascos han votado estabilidad, tal vez por oposición al lío político nacional. Continuidad sin entusiasmo como balance del 25-S. Una ciudadana que salía del colegio electoral expresó así su estado de ánimo, que bien podría ser el de muchos españoles: «He venido a votar al menos malo, pero sin mucha alegría, sólo por responsabilidad moral».

Los resultados de las elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco no servirán en absoluto para evitar unas terceras elecciones en España, pero sí arrojan una radiografía útil para conocer cuál es el estado de salud electoral de la derecha y la izquierda españolas. Por si alguien quiere tomar nota para las generales de diciembre.

Los partidos conservadores mantienen unas constantes vitales espléndidas, sin problemas de identidad y con un voto fiel en torno a las siglas tradicionales. Sean PP o PNV. Por el contrario, la analítica de la izquierda muestra una fragmentación sin precedentes, fruto de un grave problema de identidad, que aleja la posibilidad de que las centenarias siglas del PSOE vuelvan a ser una alternativa de Gobierno por sí mismas, sin contar con Podemos, mareas o confluencias.

La fortaleza electoral del PP gallego –bestial– y la resistencia del PNV deben mucho a sus candidatos. Tanto Alberto Núñez Feijóo como Iñigo Urkullu son dos líderes que transmiten firmeza, serenidad, flema y aplomo. Cualidades que han sido premiadas por el electorado. En tiempos políticamente muy revueltos, dos comunidades históricas han apostado por lo seguro.

Alberto Núñez Feijóo se ha convertido desde ayer en el hombre de oro del centro-derecha español. El presidente gallego ha vivido este año en la montaña rusa, a pesar de su natural flemático. En apenas nueve meses, ha pasado de atravesar una crisis personal que le llevó a dudar si repetiría como candidato a ser el único presidente autonómico que ha sabido sortear el desgaste de la brutal crisis económica manteniendo intacto su respaldo electoral.

Obviando la circunstancia de que el 25-S le ha brotado un sucesor para cuando toque, Mariano Rajoy podrá apuntarse la victoria de su paisano y todos contentos. Para eso ha recorrido el territorio gallego en campaña. El triunfo del presidente gallego otorga una alegría a Rajoy, pero también pone en evidencia al líder popular. Allí donde el PP es un partido renovado, pegado al terreno y gestiona con una cierta sensibilidad social, Ciudadanos no tiene nada que hacer. Los electores han otorgado al partido de Albert Rivera el papel de regenerador del centro-derecha. Es posible –y eso seguramente pondrá nerviosa a la cúpula de Ciudadanos– que el partido naranja haya pagado las consecuencias de su pacto con el PP quedando fuera de los parlamentos vasco y gallego.

No hay ninguna duda de que Mariano Rajoy tiene esta mañana más razones para desear unas terceras elecciones generales. Los resultados del 25-S le servirán para resarcirse de la investidura frustrada y del no de Pedro Sánchez, así como para sacar pecho de aquí a que el Rey disuelva las Cortes de forma automática. Ya sólo falta un mes de plazo.

La izquierda española tiene motivos para la reflexión después del 25-S. La ensoñación de Pedro Sánchez de articular una mayoría de Gobierno alternativa a la de Rajoy ha naufragado con estrépito en el recuento electoral vasco y gallego.

La fantasía de frenar el avance de Podemos, sus confluencias y sus mareas, se aleja de elección en elección hasta resultar una quimera. En el País Vasco los socialistas han sufrido una debacle, en tanto que Podemos ha entrado con 11 escaños en el Parlamento de Vitoria. En Galicia, han sido superados en votos por En Marea. La delicada situación interna del PSOE empeorará a partir de hoy mismo, al tiempo que se oscurece aún más el sombrío panorama ante unas terceras elecciones generales. Se acumulan las cuestiones de debate ante el Comité Federal del próximo sábado. Quién sabe si la ofensiva de Sánchez contra sus críticos la semana pasada tenía como objetivo que se hablara más de los líos internos que de los resultados electorales.

Tarde o temprano, los socialistas tendrán que decidir qué hacen con Podemos, un partido que mantiene su fuerza electoral, a pesar incluso de sí mismo. Sus dirigentes nacionales han montado todo un lío interno en plena campaña electoral. Los líderes de Podemos han vuelto a demostrar que tienen una exótica, infrecuente y singular forma de hacer política. Puede que sea el único partido de Occidente que organiza un curso de debate universitario sobre qué son, a dónde van y cuál es su lugar en el mundo en plena jornada electoral. Pero tal y como dijo ayer Pablo Iglesias, este país «ya no se entiende» sin Podemos.