IGNACIO CAMACHO, ABC – 11/02/15
· Rivera aparece como la presa que puede embalsar el voto peregrino de una derecha moderada renuente a confiar en el PP.
Muchos votantes de ese abstracto concepto llamado centro-derecha rumian desde hace tiempo una catarsis contra el Gobierno. Por haberles subido los impuestos, por haberles quitado unas pagas, por acolcharse frete al desafío catalán, por el aborto, por Bolinaga. Por descuidar en tres años difíciles a sus grupos de apoyo natural. Durante el aznarismo no tenían otra alternativa que la abstención porque el expresidente había reunificado las tribus liberalconservadoras como un Garibaldi del moderantismo español, pero en esta eclosión antibipartidista han empezado a brotar nuevas marcas que intentan rebañar el descontento del sistema. UPyD, Vox, Ciudadanos… un reformismo de cuello blanco que haga de dique al aluvión rupturista de la izquierda radical.
De entre todos emerge la figura telegénica y sugestiva de Albert Rivera, capaz de encarnar con su perfil sensato, su catalanismo constitucional y su carita de joven aplicado parte de esa pulsión sociológica que asocia la renovación a un salto generacional. Riverita se ha comido la rebanada que estaba tostando Rosa Díez para ella sola, después de haberle pedido mil veces una mitad que en vez de dividir sumaba. Díez no ha sabido comprender que en un momento de fobia contra la política tradicional le perjudicaba su largo currículum: el impulso prometedor de su partido tercerista contrasta con el peso excesivo de su presencia en él. Apegada a la cultura de aparato se ha estancado en ella mientras los Ciudadanos le desbordan con el nuevo formato de las plataformas abiertas, y su líder le aventaja en empatía audiovisual. Además R10 se ha desorientado ante el fenómeno Podemos y trata de responderle con un populismo sucedáneo que va a contracorriente del electorado en el que podía crecer.
Rivera aparece ahora como la presa que puede embalsar el voto peregrino de un centrismo moderado y renuente a volver a confiar en el pasivo estilo marianista, de tal modo que la rivalidad con el PP y UPyD promete una disputa de fuerzas condenadas a entenderse no tanto por su afinidad ideológica como por compartir base electoral. En la crecida le amenaza el mismo peligro de confusión que ha devorado a Díez: el de no saber identificar de dónde le viene la mayor parte de su apoyo.
El prejuicio dominante contra la derecha lleva a la tentación de hacer socialdemocracia con votos liberales y hasta conservadores. Se trata de un error frecuente en el que también cayó Rajoy, quien por otras razones no acertó a interpretar el mandato recibido. Para ejercer con eficacia el protagonismo al que parecen llamados, los dirigentes de Ciudadanos deberán asumir que de cada cinco futuros votantes suyos al menos tres procederán del desencanto con el Gobierno. Tratándose de personas independientes y de ideas transversales, se van a tener que acostumbrar a la contradicción de ser o de resultar de derechas sin quererlo.
IGNACIO CAMACHO, ABC – 11/02/15