Teodoro León Gross-El País
El sabotaje es irresponsable cuando la prioridad es desactivar la fractura social
A pesar de que Sánchez haya advertido a Torra que no negociará un referéndum, e incluso le deje ver la sombra chinesca del 155 si persevera en la vía unilateral fuera de la ley, la derecha no deja de atacar al presidente. Casado le ha advertido de que “ponga orden” o lo hará el PP por “mecanismos parlamentarios” o en “los órganos judiciales”. Sí, es blablablá, pero en definitiva el PP, que en el Gobierno pedía lealtad en torno a Rajoy, busca el conflicto. Y aunque hay mucho de pulso táctico con Ciudadanos, el bloque constitucional hace aguas. De las dos hipótesis —culpa de la izquierda, culpa de la derecha— es previsible una hipótesis tercerista no maniquea. Pero hay algo seguro: el liderazgo del bloque corresponde al presidente, al menos mientras no cruce las líneas rojas. Sánchez respetó a Rajoy bajo el 155 y, de momento, la derecha parece optar por tirar al monte.
El PP ha tenido su responsabilidad histórica en el procés, aunque hayan impuesto el lugar común de la culpa entreguista de Zapatero a un nacionalismo irreparable. No es tan sencillo. El procés, aunque suele datarse desde 2012, en realidad arranca en 2003. Ciertamente hay un comienzo formal en el Parlament con la declaración 742/IX del 27 de septiembre de 2012, planteando el fraude del derecho a decidir y la consulta; pero es inseparable del Estatut. La izquierda del Tripartit sembró un desastre al renunciar en 2003 al consenso estatutario con el Pacto (sectario) del Tinell, y sucedieron dos cosas: CiU intuyó que podía reventarles el plan sembrándolo de minas soberanistas; y el PP, tras los atentados del 11M y la derrota electoral, pasó a una oposición implacable con el mantra estrella de España se rompe que llevó al boicot a productos catalanes y la recogida de firmas con una retórica incendiaria. Entre todos abonaron el conflicto. Y la derecha, como la izquierda, debería hacer autocrítica. En definitiva, en el reparto de responsabilidades, nadie sale indemne.
Hay razones para ver con desconfianza los planes de Sánchez, sobre todo en su estado de necesidad para sumar mayorías, pero de momento no ha cruzado líneas rojas. Y sí, está arriesgando, pero esto tiene lógica según ese principio científico tan einsteniano: si algo hasta ahora no ha funcionado, no sigas haciendo las cosas de la misma manera. Tras el fracaso de la judicialización dontancredista de Rajoy, es razonable explorar otros modos, sobre todo porque la unidad del nacionalismo ha dejado de ser firme. Ahí está el Parlament cerrado; y muchos asumen el fracaso de la vía unilateral. Sí, Puigdemont pilota una estrategia de confrontación, con los amigos y compañeros de Torra en los CDR, pero hay fisuras donde buscar vías para el deshielo. Y el bloque constitucional, en lugar de debilitar al presidente, debería contribuir. Es al presidente al que corresponde liderar eso, y a la oposición de PP y Ciudadanos vigilar, pero no boicotear. El sabotaje es irresponsable cuando la prioridad es desactivar la fractura social ahora que asoma el otoño caliente diseñado por los indepes. El martes Torra encenderá la mecha.