Ignacio Camacho.ABC

  • Es significativo que el liderazgo de Casado siga generando recelo interno pese a su clara ventaja en los sondeos

En política conviene sospechar siempre de los mensajes con mucho énfasis porque suelen contener significados oblicuos. Cuando un dirigente recibe ditirambos excesivos es una señal de peligro: o le quieren dar coba o su prestigio está en entredicho, y en ambos casos los elogios buscan un objetivo distinto. Así ha ocurrido este fin de semana en Galicia con Núñez Feijóo y con Pablo Casado, aclamados por su partido entre fervorosas expresiones de entusiasmo que hay que interpretar en sus correspondientes claves de contenido cifrado. La apología del compromiso galleguista del primero equivale a una orden para que se limite a mantenerlo sin aspirar a otros desempeños. Y la aclamación del liderazgo del segundo persigue el efecto de reforzar su crédito ante cualquier intento de disputarle el puesto. En ambos casos, el despliegue de enaltecimiento responde al esfuerzo de la dirección nacional por clarificar el orden interno en un momento de inercia positiva en los sondeos.

Es significativo que Casado, con un viento demoscópico favorable como no lo ha tenido el PP en los últimos años, siga sufriendo la desconfianza de una parte de su electorado que insiste en que le falta brío, carácter, cuajo. También ciertos sectores de su entorno sueñan a menudo con encontrarle sustituto; se ilusionan con la pujanza de Ayuso y lo manifiestan sin disimulo. Feijóo dejó pasar su tren por razones nunca bien explicadas y ahora parece tarde para que pueda subirse sobre la marcha, pero aún hay gente que lo postula como opción capacitada para articular una mayoría amplia dado que en su tierra va por la cuarta. De una manera o de otra, mientras los votantes socialistas se vuelcan con su líder, sea el que sea, la derecha parece eternamente descontenta con su candidato y con razón o sin ella tiende a recelar de sus propias fuerzas. Una vez exige más carisma, otras mayor contundencia y últimamente, por influencia de Vox, más energía en la defensa de las ideas.

Así se da la paradoja de que Casado se halla ante sus mejores expectativas sin que lo suyos dejen de discutir su valía. El acto de Compostela fue una escenificación, no del todo concluyente, de cierre de filas en la que escamaba tanta proclama de lealtad descomedida. Con las elecciones a dos años vista, la alternativa de poder necesita empezar a creer en sí misma y abandonar las tentaciones conspirativas. Y si van a cambiar de caballo en plena carrera, que lo hagan rápido para que el nuevo -o la nueva- tenga tiempo de salir a la pista sin riesgo de descalabro. Feijóo, entre el aluvión de halagos, dijo sentirse cómodo en ‘el fondo del armario’, lo que en el ambiguo lenguaje galaico sólo puede significar que está disponible para que vayan a buscarlo tras el próximo fracaso. Si ése es el estado de ánimo, hay Sánchez para rato. Los populares todavía son capaces de apañárselas para resucitar a Ciudadanos.