La deriva violenta del movimiento de los indignados, mezclado con grupos antisistema y alborotadores habituales, mostró ayer su cara más radical en Barcelona cuando centenares de sus miembros intentaron impedir el acceso de los diputados al Parlamento catalán mediante un cerco ilegal.
La deriva violenta del movimiento de los indignados, mezclado con grupos antisistema y alborotadores habituales, mostró ayer su cara más radical en Barcelona cuando centenares de sus miembros intentaron impedir el acceso de los diputados al Parlamento catalán mediante un cerco ilegal. La actitud violenta de decenas de los más radicales obligó a que 32 diputados, entre ellos el presidente de la Generalitat, Artur Mas, y la presidenta de la Cámara, Núria de Gispert, tuvieran que ser trasladados en 10 viajes de helicóptero hasta el Parlamento. Los que quisieron entrar andando sufrieron insultos, empujones y coacciones. Algunos fueron rociados con pintura roja. El objetivo de los manifestantes era impedir el debate y la votación de los Presupuestos catalanes, que materializan drásticos recortes en servicios tan básicos como sanidad y educación.
La violencia de algunos de los manifestantes motivó la fractura del Movimiento 15-M en Barcelona, que a última hora de la tarde desbloqueó los accesos al Parlamento para trasladar la protesta a la plaza de Sant Jaume, sede del Gobierno catalán. «Esas acciones no representan al 15-M», lamentaron en un comunicado los integrantes de la Acampada de Barcelona, quienes condenaron la violencia y sostuvieron que la protesta de ayer fue tensa, pero mayoritariamente pacífica. Unos pocos, a su entender, no representativos del movimiento, ocasionaron los disturbios.
Los de ayer son los incidentes más graves registrados en los alrededores del Parlamento catalán desde el restablecimiento de la democracia y motivaron la condena unánime de los partidos. Todos consideran injustificable en democracia la imagen de un Gobierno obligado a alcanzar el Parlamento en helicóptero y de decenas de diputados llegando a la Cámara protegidos dentro de furgones policiales. «Se han cruzado las líneas rojas», dijo el presidente de la Generalitat, que acusó al movimiento de los indignados de actuar «con indignidad». La amenaza de Mas de intervenir con mano dura y la división reinante entre los indignados hizo que a las nueve de la noche los diputados pudieran salir con menos tensión que durante la mañana. Eso sí tuvieron que ser escoltados por los Mossos y transportados en furgones policiales.
Hacía días que el Movimiento 15-M intentaba trasladar la protesta desde la plaza de Catalunya hasta el Parlamento. El Gobierno catalán impidió anteayer la acampada previa al debate de los Presupuestos, pero los Mossos d’Esquadra no consiguieron contener a los cerca de 3.000 manifestantes que pasaron la noche frente a las puertas del parque de la Ciutadella, donde se encuentra el Parlamento, para evitar la entrada de los diputados. No hubo carga contra los manifestantes, a diferencia de lo ocurrido hace tres semanas cuando el consejero de Interior, Felip Puig, ordenó contundencia para garantizar la «limpieza» de la plaza de Catalunya.
La oposición intentó ayer mantenerse unida para condenar los hechos sin criticar la actuación policial. La izquierda, pese a no verbalizarlo, no entiende por qué Puig ordenó tanta contundencia para «limpiar» la plaza de Catalunya y ayer decidió no actuar. El consejero de Interior catalán aseguró que lo acontecido ayer justifica la polémica carga del pasado 27 de mayo: «Debo ser el único que entendió lo que ocurrió el 27-M». Mas también aseguró que al Gobierno no le temblarán las piernas para ordenar nuevas cargas.
La tensión comenzó a las siete de la mañana, cuando los acampados frente a la Ciutadella todavía se desperezaban. Llegaron decenas de furgonetas de los Mossos d’Esquadra y de la Guardia Urbana. En total, 550 agentes. Se abrieron paso haciendo uso de las porras y las pelotas de goma. El objetivo era acordonar al menos una de las puertas para que los diputados pudiesen entrar.
Tras pequeños enfrentamientos, acordonaron la zona. A las ocho llegaron los primeros diputados a pie, que lograron entrar sin problemas. El portavoz de Convergència i Unió (CiU) en el Parlamento, Joan Rull, y varios colegas suyos, como Josep Maria Vila d’Abadal, aguantaron silbidos y gritos procedentes de unas 3.000 personas que permanecían tras un cordón policial. «¡No tenéis vergüenza!», les gritaban, sin que la protesta fuese a mayores.
El primero en recibir la ira de algunos de los que protestantes fue el exministro socialista Celestino Corbacho, que llegó a las 8.30 a pie. Varios agentes de paisano que estaban junto a la puerta recibieron el aviso de que se acercaba a la sede. Como con el resto de los diputados, salieron a buscarle fuera del cordón. Corbacho, con su propia escolta, más una decena de Mossos d’Esquadra, caminó entre gritos e insultos.
Los ecosocialistas de Iniciativa per Catalunya, el partido que más ha simpatizado con los indignados, no se libraron de las agresiones. Su líder, Joan Herrera, entró escoltado con el semblante muy serio y el paso ligero, después de recibir empujones, gritos e insultos. Pero la peor parte se la llevó Joan Boada, miembro también de la coalición de ICV-EUiA. El diputado y ex secretario general de Interior con el Gobierno tripartito tuvo que correr, literalmente, ante los insultos y escupitajos. En la huida, algunas personas le pintaron la espalda y la cabeza con un espray rojo. Algo similar a lo que padeció la exconsejera de Justicia Montserrat Tura, que entró al Parlamento con la chaqueta marcada con una X en negro por detrás. Hasta el único diputado ciego de la Cámara, Josep Maria Llop, de CiU, fue zarandeado junto a su perro guía.
La comitiva de vehículos en la que viajaba Mas sufrió varios ataques ya antes de llegar al recinto, lo que la obligó a dar marcha atrás. En ese momento, el presidente y su equipo de seguridad decidieron hacer uso de un helicóptero. Además del presidente, lo utilizaron sus consejeros y una decena de diputados que se reunieron en una comisaría cercana de los Mossos. El objetivo era, según dijo luego Mas, garantizar el desarrollo del pleno. «Tenía auténtica obsesión para que el presidente de la Generalitat y la presidenta del Parlamento llegaran puntuales al pleno para transmitir imagen de normalidad», explicó. Lo consiguieron a medias. El pleno comenzó con solo 12 minutos de retraso, pero con el hemiciclo medio vacío.
Al trascender la gravedad de los hechos, los portavoces de los grupos se reunieron con la presidenta del Parlamento y el de la Generalitat. Del encuentro salió una declaración de condena y el compromiso de retomar hoy el pleno como estaba previsto. Los indignados, en cuyas filas hubo seis detenidos, no frenaron la tramitación de los Presupuestos. Las cinco enmiendas a la totalidad fueron rechazadas por CiU y PP.
EL PAÍS, 16/6/2011