Daniel Ramírez-El Español
  • Iñaki Martínez, político y escritor, publica ‘Manto de silencio’, donde relata la vida y la desaparición del etarra arrepentido.

A principios de los setenta, Manuel Iribarren, premio nacional de Literatura, publicó una novela titulada Las paredes ven. Ahí se daba al gran público un hilo argumental muy popular hoy en las series de Netflix: pasado el tiempo, los cadáveres emergen de la oscuridad y todo se sabe. Porque las paredes ven. No hay nada que podamos hacer verdaderamente en la clandestinidad.

El caso de Pertur refuta esa teoría y, al fin, tiene una novela que, igual que la de Iribarren en su día, pone en manos de los lectores con telegráfica verosimilitud la posibilidad contraria: desaparecer para siempre sin dejar rastro.

O mejor dicho: la posibilidad de hacer desaparecer a alguien sin dejar rastro. Se llama Manto de silencio, la firma Iñaki Martínez y la recomienda, entre otros muchos, Fernando Aramburu.

Pertur se llamaba Eduardo Moreno Bergareche y era un hijo de la burguesía donostiarra. Fue al colegio con los marianistas y a la universidad (Empresariales) con los jesuitas. Siempre con los curas. Lo que justifica ese tocho de color amarillo y letras negras que está en tantas casas: ETA nació en un seminario.

Pertur, por empezar por el final, era un etarra que defendía la violencia mientras Franco vivía, pero que quiso convertir la banda en partido político cuando Franco murió.

En esas circunstancias, apenas un año después de muerto el dictador, Pertur desapareció. Dicho con un titular, fue el primer arrepentido que quiso arrebatar a ETA la Goma-2 y el revólver.

Hay varias hipótesis. La que tiene más fuerza es la de un asesinato a manos de ETA. Esa es la que expone la novela Manto de silencio. Hablamos con Iñaki Martínez, el autor.

Su historia, la de Iñaki, también es una novela. Hijo de un brigadista vasco de la Segunda Guerra Mundial y de una poeta panameña, nació en Guatemala. Creció en Euskadi, estudió Derecho en Deusto, como Pertur.

Fue uno de los fundadores de Euskadiko Ezkerra, el partido con el que soñaba Pertur cuando desapareció. El 23 de julio se cumplieron 49 años del suceso.

Iñaki ha sido cónsul honorario de Panamá, ha integrado la comisión de relaciones internacionales de la guerrilla salvadoreña, ha sido delegado del Gobierno vasco para Colombia, Venezuela, Ecuador y América Central… Y, por el camino, ha publicado cinco novelas. Una de ellas, La ciudad de la mentira, lo convirtió en finalista del Premio Nadal.

Iñaki Martínez, autor de la novela Manto de silencio, que cuenta la historia de Pertur.

Iñaki Martínez, autor de la novela «Manto de silencio», que cuenta la historia de Pertur.

La primera pregunta es por qué. Por qué tanto tiempo siguiendo las huellas de Pertur.

Nos dice Iñaki: «Porque, de haber permanecido con vida y dadas sus características personales, su carisma, su valentía y su vocación política, pudo haber cambiado la historia de ETA y, de alguna manera, también la de España».

Esta respuesta lleva una gran carga de profundidad. Pertur soñaba en 1976, cuando lo hicieron desaparecer, con algo parecido a Bildu. Un partido abertzale, medio socialista, medio marxista, que compitiera en las elecciones.

Si eso hubiera prosperado, si la facción de ETA político-militar (la de Pertur) se hubiera impuesto a la de ETA-militar, quién sabe si nos hubiéramos ahorrado los casi mil asesinatos.

Pero el germen de la violencia era demasiado fuerte y, cuando convive con su gen contrario, suele imponerse. Aquel 1976, ETA secuestró a un empresario vasco llamado Ángel Berazadi. Pertur quiso que lo liberaran. Además, en cierto modo, era uno de los suyos. Un fundador de ikastolas en la clandestinidad. Pero ETA fue ETA y lo asesinó.

Pertur se convenció en ese instante –leemos en la novela de Iñaki Martínez– de la necesidad cada vez más perentoria de dejar las armas. Según la lógica de los etarras de entonces, debió de pensar: «¿Qué estamos haciendo? Esto ya no es combatir el franquismo. Ahora matamos a cualquiera».

Pertur era un proyecto de intelectual, igual que Txabi Etxebarrieta, el fundador de ETA que mató a un guardia civil en situación inesperada y que luego murió a tiros en la persecución.

Si Extebarrieta, el poeta, era un asesino, ¿cómo no iban a serlo los demás? Los llamados «intelectuales» –aunque luego algunos se arrepintieran– nunca consiguieron frenar la violencia. En todo caso, intentaron darle una (imposible) justificación.

–¿Por qué Pertur cambió de opinión? ¿Qué le pasó para que acabara defendiendo la vía política?

–Pertur era soñador, pero también un hombre cultivado. Había pasado por la universidad. Se le veía continuamente con libros. Tocaba la guitarra en la parroquia de su barrio. Fundó una banda de rock. Nunca tuvo una pistola en la mano y se jactaba de ello. Entró en ETA como muchos otros jóvenes vascos, pero pronto comprendió que la lucha armada tenía una fecha de vencimiento: el final de la dictadura.

Por cierto, la banda de Pertur, Los Amis, quería sonar como los Beatles. Tuvieron cierto éxito. Actuaron hasta en Televisión Española. ¡Un jefe de ETA cantando a los Beatles en Televisión Española!

Todo este contexto sostiene la hipótesis de Iñaki Martínez y de una gran mayoría de historiadores. También de la familia y la novia de Pertur.

El grupo Los Amis. Pertur es el primero por la izquierda.

El grupo Los Amis. Pertur es el primero por la izquierda. Cedida por el entrevistado

La desaparición

Conviene que rescatemos el contexto de aquel 1976: «Pertur tenía una gran capacidad de persuasión y su posición se impuso en la Conferencia de Cuadros de ETA. Sus enemigos vieron en él una amenaza. No existía ninguna duda de que, al frente de la Oficina Política de ETA, Pertur ganaría la asamblea general que estaba pendiente de celebrarse. Ahí se iba a decidir el futuro de ETA. Los más radicales, los comandos especiales, lisa y llanamente, decidieron acabar con su vida. En términos técnicos, dieron un golpe de Estado».

A partir de ahí, precisa Iñaki, los comandos especiales de ETA político-militar se unieron a ETA militar y crearon la organización que duró 34 años con el resultado que conocemos.

«Dos de los que denomino en mi novela ‘los grandes sospechosos’ se convirtieron en jefes de ETA. Con la desaparición de Pertur, se impuso la vía de acabar con cualquier disidencia de forma drástica, como sucedió años más tarde con Yoyes», añade Iñaki.

Habla de Pakito y Apala, dos de los jefes más sanguinarios que tuvo ETA. Con ellos se encontró Pertur en San Juan de Luz (Francia) el día de su desaparición.

Pertur había acudido a un bar a reunirse con alguien que le había enviado un anónimo. Ese alguien no apareció. Pero sí aparecieron, por casualidad, Pakito y Apala.

Según su propio testimonio, Pertur les pidió que lo llevaran a Behobia (también en Francia) y se subió voluntariamente en el coche. Allí lo dejaron y allí desapareció.

La novela recoge el testimonio del propio Apala, en estado etílico, años después, en Nicaragua. Según Iñaki Martínez, Apala contó: «Lo voy a decir una sola vez. Pertur está en el fondo del mar y nadie lo encontrará nunca».

La otra hipótesis –defendida desde ETA y cierta izquierda abertzale– habla de la «guerra sucia».

Le preguntamos a Iñaki: «Es una teoría que busca responsabilizar al Estado. Sólo existen unas reivindicaciones anónimas desde unas cabinas telefónicas asegurando que eran ‘la Triple A’ y que habían acabado con Pertur. Y unas declaraciones de un neofascista italiano comentando una alianza de extremistas chilenos y argentinos con el mismo objetivo. Nada más».

Hay dos cosas que no cuadran: si eso fuera así, tanto ETA como la izquierda abertzale en bloque habrían organizado homenajes a Pertur, como hacen recurrentemente con quienes sí fueron víctimas de los GAL.

Tampoco encaja que España, el Estado, quisiera eliminar precisamente a un jefe de ETA que trabajaba para que la banda dejara la violencia.

Iñaki Martínez añade en la entrevista más argumentos en favor de su hipótesis, además de los que ya hemos mencionado. Por ejemplo: Pertur fue secuestrado por ETA para que no participara en la Conferencia de Cuadros.

Le acusaban de haber vulnerado normas internas. Pertur estaba preparando una carta a la militancia para explicar que el secuestro y asesinato del empresario Berazadi se había producido sin autorización de la dirección.

En aquellos días, Lurdes Auzmendi, la novia de Pertur, una de las fuentes de Iñaki para la novela, recibió una carta de su compañero: «Estos bestias han transformado ETA en un estado policial».

Argala y Txomin, los dos jefes entonces de ETA militar, le dijeron a Lurdes: «No tengas duda. Han sido ellos, seguro».

Teniendo en cuenta todos estos enfrentamientos –dice Iñaki–, «¡cómo va a subirse Pertur voluntariamente en el coche con Pakito y Apala!».

Cubierta de Manto de silencio.

Cubierta de «Manto de silencio».

–¿Algún día sabremos qué pasó?

–Tengo la esperanza de que alguno de los responsables ceda ante la presión de su conciencia y, bien sea al final de su vida o de forma anónima, cuente lo que sucedió aquel día. Los muertos no perdonan a quienes los dejan sin sepultura.

–¿Cuál es la responsabilidad de la izquierda abertzale actual en el caso Pertur?

–Ninguna desde el punto de vista organizativo. Otra cuestión es la responsabilidad en el relato histórico. Bildu, por manifestaciones propias y porque la hemeroteca no miente, representa la herencia política de ETA, de todo lo que fue ETA en cualquiera de sus ramas. A ellos les corresponde contribuir al total esclarecimiento de los crímenes sin resolver.

–Bildu no deja de crecer en votos.

–Una parte reseñable de la sociedad vasca les premia con una buena cantidad de votos cada vez que hay elecciones. Sobre todo, voto joven. Pero esos votos no están bendiciendo lo crímenes de ETA. De eso estamos seguros los que conocemos la sociedad vasca.

A Bildu le corresponde, en consecuencia, dar un paso más. Lo tienen fácil: sólo tienen que girar la cabeza y preguntar a los que vivieron aquellos episodios.

No es previsible ni necesario que apunten nombres. Bastaría con que admitiesen la responsabilidad de ETA en episodios como el de Pertur. Bildu debería hacer un esfuerzo de investigación y ayudar a sacar a la luz los papeles oficiales de los secretos de ETA.

–¿Por qué escribe?

–Me he propuesto remover conciencias. Hacemos esfuerzos extraordinarios para terminar de saber lo que sucedió en la Guerra Civil. Y, sin embargo, nos flaquean las piernas cuando hablamos del periodo inmediatamente anterior a la Transición. A veces, da la impresión de que ETA sigue manteniendo una sombra sobre el presente.

En la Alemania después del nazismo, fueron los escritores y los directores de cine los primeros en atreverse a contar los horrores que habían vivido sus padres y sus abuelos. El horror más cruel de todos es el que nace a propósito del olvido.