Manuel Alcántara, DIARIO VASCO, 5/6/11
En las más oscuras dispersiones colectivas, sin orden ni concierto, siempre se advierte una cosa clara: nadie quiere permanecer durante mucho tiempo en la facción derrotada. ‘¡Ay de los vencidos!’ es uno de los más viejos gritos quejumbrosos de la Historia. Para los afectados da igual Waterloo que unas municipales. La derrota es huérfana y los que buscan a su padre es para insultar a la madre que los parió, con algunas probabilidades de certeza. Por el contario, la victoria tiene muchas paternidades probables. Se preguntó Rilke por qué hablamos de triunfos, y como le gustaba responder a sus propias interrogaciones respondió con una consigna que nunca he olvidado, aunque más que una orden de mando sea un consuelo: «Sobreponerse es todo». Muchas cosas tendrá que reconstruir el digital candidato Rubalcaba, nuestro Fouché particular, que tiene el mérito, no ajeno a muchos subordinados, de ser mucho más inteligente que sus anteriores jefes.
Los que estaban callados y cobraban sin rechistar se están rebelando porque temen que a sus nóminas se las lleve el viento. Han perdido los papeles. Los que estaban callados como muertos a pesar de ser unos vivales se amotinan. Lo prometido es deuda, pero deuda pública. En España hay más cargos importantes que gente de alguna importancia y lo más grave es que a nadie le importan ni un pimiento, ni un calumniado pepino. La intoxicación del llamado E.coli se ha instalado en muchos despachos y anida bajo las moquetas.
Surgen voces críticas en Sevilla, en Granada, en Cádiz, en Jaén. Alzan la voz los andaluces, que nunca han sido altivos, pero quieren que se les oiga. Dimiten muchos directivos porque no tienen clara la dirección de los próximos acontecimientos. ¿Dónde se han metido el carné aquellos adictos quebrantables? En todos los navíos políticos hay ratas que huyen cuando ven venir el naufragio, pero estas lo hacen escalonadamente y quizá por orden alfabético.
Manuel Alcántara, DIARIO VASCO, 5/6/11