Tonia Etxarri-El Correo

Seguramente en la última semana de campaña se caldeará el ambiente de las urnas autonómicas. Pero a los candidatos les va a costar hacer llegar sus mensajes en clave electoral. Se palpa la falta de motivación. A excepción del mundo de EH Bildu, el desentendimiento es la tónica generalizada. En el electorado no nacionalista porque sus opciones, aunque puedan llegar a ser influyentes en la conformación del nuevo Ejecutivo vasco, no tienen posibilidades de gobernar. Pero también en los votantes del PNV que, después de haber ido perdiendo fuerza electoral en los últimos comicios, necesita ahora un plus de papeletas que le ayuden a decantar la balanza a su favor en ese empate que le auguran los sondeos con EH Bildu.

Al final es la credibilidad el motor de la movilización. Y a quienes han gobernado hasta ahora se les conoce los puntos débiles y las contradicciones. Por eso, tanto el PNV como los socialistas tienen que hacer malabares para prometer mejoras sin que ello suponga una enmienda a la totalidad en su gestión de los últimos años. Le ocurre al peneuvista Imanol Pradales cuando menciona Osakidetza. O al socialista Andueza al hablar de vivienda. Al final, conocerles es optar. A EH Bildu se le conoce muy bien. Tanto que al oír a su candidato Pello Otxandiano hablar de «cambio de época» para transmitir que el mundo empieza con la implantación de Bildu, provoca irritación en sus rivales. Como si no tuvieran un pasado del que avergonzarse por su complicidad con la trayectoria de ETA. En el PNV y el PSE son conscientes de que el ‘adanismo’ no puede conducirnos a olvidar la génesis de lo que ahora ha dado en llamarse Bildu. Los dos partidos que más han contribuido a ‘blanquear’ la identificación del grupo de Otegi con la negra historia de la banda terrorista recobran la memoria electoral y le colocan en su sitio. Por su silencio con el Concierto y el Cupo que ahora reclama ERC para Cataluña, también. Se trata de que el voto no ubique a EH Bildu en el ‘top’ del Parlamento vasco.

En ese caso, será el PSE quien tenga la opción de desempatar, como tercera fuerza. ¿Y si no llegan a la mayoría absoluta de los 38 escaños entre el PNV y el PSE? Tendrían que recurrir al PP después de haber medido bien el intercambio de favores entre La Moncloa y Ajuria Enea. Con el PNV, dentro y con Bildu, fuera. Ya veremos.

«¡Votad al PNV para que siga Sánchez!», dicen con ironía en el PP. Su candidato, Javier de Andrés, confía en que la baja participación del 61% que auguran las encuestas alcance la media del 64%. Y que el 21% de indecisos se vaya decantando hacia la única alternativa constitucionalista para la clase media, emprendedores y sufridos autónomos. Ese es el eje de su campaña. La alternativa a Bildu no pueden ser sus socios. Al final, socialistas, PNV y Bildu están sosteniendo el Gobierno de la Moncloa y a Bildu le han regalado la Alcaldía de Pamplona. Nadie se fía de las posibles alianzas. Hemos visto a candidatos prometer una cosa y hacer la contraria. Huelga nombrarlos. Los conocemos a todos.