Editorial, EL MUNDO, 29/6/11
«¿HASTA CUÁNDO se propone imponer a los españoles este calvario estéril y esta lenta agonía?». La pregunta de Rajoy, a modo de catilinaria, no fue respondida por Zapatero en su literalidad porque el presidente no aprovechó su último Debate sobre el estado de la Nación para despejar la incógnita de cuánto durará la Legislatura. Aunque la primera jornada de este debate dejó en el aire la sensación de que incluso el presidente la da por agotada. La pista la dio el propio Zapatero, cuando súbitamente al final de su intervención inicial empezó con los agradecimientos propios de quien se está despidiendo de la Cámara. Después de un discurso perfectamente prescindible con el que el presidente intentó demostrar casi a la desesperada que algunos indicadores económicos no iban tan mal, Zapatero dio un giro y con la voz quebrada improvisó unas palabras que no llevaba escritas. Recordando que era su último debate de política general, expresó su «respeto por España » y dio las gracias a los grupos parlamentarios. La despedida quedó flotando en el debate y fue pillada al vuelo tanto por el líder de la oposición como por el portavoz de CiU, quienes también se despidieron del presidente deseándole suerte. Es improbable que a Zapatero se le escapara de forma involuntaria una despedida si tuviera la intención firme de agotar la legislatura hasta el final. Ni en su discurso ni en las réplicas a los diferentes portavoces el presidente asumió el compromiso de llegar hasta marzo. PP y CiU le pidieron que disuelva las cámaras y el portavoz del PNV –dejando claro que Zapatero está en sus manos ante la eventual negociación de los Presupuestos– dudó de que «haya partido» todavía y le deseó «lo mejor». El portavoz de ERC dijo que estamos ante «los estertores de la agonía de la Legislatura».
No es aventurado concluir, pues, que las generales se podrían celebrar en otoño –octubre o noviembre– y éste es el único interrogante que de verdad preocupa a los ciudadanos, deseosos de que otro Gobierno tome el relevo para ver la luz al final del túnel. Pero hay más pistas que añadir a la sorprendente despedida de Zapatero. El adelanto también es una conclusión lógica si analizamos el contenido de la intervención del presidente. No propuso ni una sola reforma nueva que justifique su mantra de acabar la Legislatura para culminar los cambios que necesita la economía española. Únicamente cabe anotar en este capítulo una iniciativa –muy etérea y sin concretar– para proteger a las familias que no puedan pagar la hipoteca. Un guiño al Movimiento del 15-M y seguramente una pequeña ayuda para el candidato Rubalcaba. La otra medida que anunció es el establecimiento del techo de gasto para las autonomías, para lo cual tampoco sería necesario agotar la Legislatura.
Por lo demás, el balance de la primera jornada del Debate sobre el estado de la Nación arroja un último enfrentamiento cara a cara muy vehemente y vibrante entre Zapatero y Mariano Rajoy. Ambos se emplearon a fondo, aunque la cruda realidad de los datos económicos daba toda la ventaja al líder del PP en su dura requisitoria contra el presidente del Gobierno. Lo mejor que puede decirse de Zapatero en su despedida es que optimizó al máximo sus condiciones de buen parlamentario en las réplicas, en tanto que Rajoy se presentó de forma eficaz como la única alternativa posible para hacerse cargo del desastre, insistiéndole una y otra vez en que el adelantamiento electoral es imprescindible para que España recupere la confianza perdida.
El líder del PP se esforzó por convencer a la Cámara de que su partido tiene propuestas concretas y avanzó especialmente un proyecto de ley de emprendedores que presentará en el Congreso. Zapatero se comprometió a tomarla en consideración, si bien tampoco esto parece
que pueda justificar por sí solo el agotamiento de una Legislatura cuyo final ha certificado solemnemente ante el Congreso el propio presidente.
Editorial, EL MUNDO, 29/6/11
«¿HASTA CUÁNDO se propone imponer a los españoles este calvario estéril y esta lenta agonía?». La pregunta de Rajoy, a modo de catilinaria, no fue respondida por Zapatero en su literalidad porque el presidente no aprovechó su último Debate sobre el estado de la Nación para despejar la incógnita de cuánto durará la Legislatura. Aunque la primera jornada de este debate dejó en el aire la sensación de que incluso el presidente la da por agotada. La pista la dio el propio Zapatero, cuando súbitamente al final de su intervención inicial empezó con los agradecimientos propios de quien se está despidiendo de la Cámara. Después de un discurso perfectamente prescindible con el que el presidente intentó demostrar casi a la desesperada que algunos indicadores económicos no iban tan mal, Zapatero dio un giro y con la voz quebrada improvisó unas palabras que no llevaba escritas. Recordando que era su último debate de política general, expresó su «respeto por España » y dio las gracias a los grupos parlamentarios. La despedida quedó flotando en el debate y fue pillada al vuelo tanto por el líder de la oposición como por el portavoz de CiU, quienes también se despidieron del presidente deseándole suerte. Es improbable que a Zapatero se le escapara de forma involuntaria una despedida si tuviera la intención firme de agotar la legislatura hasta el final. Ni en su discurso ni en las réplicas a los diferentes portavoces el presidente asumió el compromiso de llegar hasta marzo. PP y CiU le pidieron que disuelva las cámaras y el portavoz del PNV –dejando claro que Zapatero está en sus manos ante la eventual negociación de los Presupuestos– dudó de que «haya partido» todavía y le deseó «lo mejor». El portavoz de ERC dijo que estamos ante «los estertores de la agonía de la Legislatura».
No es aventurado concluir, pues, que las generales se podrían celebrar en otoño –octubre o noviembre– y éste es el único interrogante que de verdad preocupa a los ciudadanos, deseosos de que otro Gobierno tome el relevo para ver la luz al final del túnel. Pero hay más pistas que añadir a la sorprendente despedida de Zapatero. El adelanto también es una conclusión lógica si analizamos el contenido de la intervención del presidente. No propuso ni una sola reforma nueva que justifique su mantra de acabar la Legislatura para culminar los cambios que necesita la economía española. Únicamente cabe anotar en este capítulo una iniciativa –muy etérea y sin concretar– para proteger a las familias que no puedan pagar la hipoteca. Un guiño al Movimiento del 15-M y seguramente una pequeña ayuda para el candidato Rubalcaba. La otra medida que anunció es el establecimiento del techo de gasto para las autonomías, para lo cual tampoco sería necesario agotar la Legislatura.
Por lo demás, el balance de la primera jornada del Debate sobre el estado de la Nación arroja un último enfrentamiento cara a cara muy vehemente y vibrante entre Zapatero y Mariano Rajoy. Ambos se emplearon a fondo, aunque la cruda realidad de los datos económicos daba toda la ventaja al líder del PP en su dura requisitoria contra el presidente del Gobierno. Lo mejor que puede decirse de Zapatero en su despedida es que optimizó al máximo sus condiciones de buen parlamentario en las réplicas, en tanto que Rajoy se presentó de forma eficaz como la única alternativa posible para hacerse cargo del desastre, insistiéndole una y otra vez en que el adelantamiento electoral es imprescindible para que España recupere la confianza perdida.
El líder del PP se esforzó por convencer a la Cámara de que su partido tiene propuestas concretas y avanzó especialmente un proyecto de ley de emprendedores que presentará en el Congreso. Zapatero se comprometió a tomarla en consideración, si bien tampoco esto parece
que pueda justificar por sí solo el agotamiento de una Legislatura cuyo final ha certificado solemnemente ante el Congreso el propio presidente.