ALBERTO AYALA-EL CORREO

El PSOE sufre una apreciable fractura interna. Así se ha vuelto a poner de manifiesto tras la envolvente de Pablo Iglesias y Arnaldo Otegi a Pedro Sánchez y con la enmienda de Podemos, ERC y EH Bildu sobre los desahucios al proyecto presupuestario para 2021 del Gobierno de izquierdas.

No es un problema menor, aunque tampoco una novedad. En la Transición, el PSOE se dividió entre los viejos socialistas del exilio de Llopis y los jóvenes del interior, al punto de concurrir por separado a las primeras elecciones democráticas. Años más tarde, la ruptura del tándem Felipe González-Alfonso Guerra derivó en un largo enfrentamiento entre el guerrismo y los denominados renovadores afines al expresidente que hizo correr ríos de tinta.

En otoño de 2016, el ‘no es no’ de Pedro Sánchez a apoyar la reelección de Mariano Rajoy llevó a la ‘vieja guardia’ y a buena parte de los barones a forzar su dimisión de la secretaría general. Ocho meses después, la militancia le aupaba de nuevo al cargo en primarias

Las heridas de aquella durísima batalla, lejos de cicatrizar, todavía supuran. Y es que nadie ha hecho el menor esfuerzo por cauterizarlas. Sánchez ha acabado con el debate interno y ha marginado a sus opositores, como suele suceder en los partidos. Los críticos siguen aireando periódicamente sus desacuerdos. Los pactos de investidura con Podemos y los independentistas que llevaron a Sánchez hasta La Moncloa siguen siendo el principal motivo de fricción. Pero a ello se ha sumado ahora el anuncio de Otegi del probable apoyo de EH Bildu a las Cuentas, que finalmente decidirán las bases de la coalición.

El espectáculo que ha ofrecido el PSOE al respecto resulta bochornoso. Desde un Ábalos resaltando el sentido de la responsabilidad de los de Otegi en contraste con un PP de nuevo lamentable agitando el espantajo de ETA y usando a las víctimas. A una Adriana Lastra despreciando a los críticos que peinan canas con el gran argumento de que ahora es ‘su’ momento.

La prioridad de Sánchez, es obvio, son los Presupuestos. Si salen delante, como parece, tendrá la legislatura garantizada. Luego será momento de aclarar algunas cosas con Iglesias, aunque es improbable que la sangre llegue al río. El presidente sabe que su sillón depende de la mayoría de la investidura. No hay alternativa.

Pero Sánchez, el PSOE, tienen una deuda que saldar con la sociedad española: debatir, decidir y explicar su posición de futuro respecto a EH Bildu. Y es que una cosa es coincidir en una votación. Y otra negociar con ellos algo tan importante como son las Cuentas, como ha ocurrido en Navarra por segundo año consecutivo. Y no digamos ya abrirse a pactos de gobierno, lo que el PSE descartó desde el primer minuto tras las autonómicas vascas porque EH Bildu sigue sin cumplir el suelo ético de mínimos que le fijó el Parlamento de Vitoria.

La nebulosa, que sólo busca mantener la confusión, debe terminar. Ya basta de negar pactos con EH Bildu en Madrid y ocultar que sí los hay en Navarra. Sánchez y los suyos son absolutamente libres de elegir, pero deben hacerlo y explicar su decisión. Es obvio que el asunto, la decisión o incluso la indecisión, puede influir en el sentido del voto de muchos ciudadanos.