Pocas imágenes hay más acabadas del golpismo catalán que la que expresaron ayer los partidos independentistas en los distintos actos con que conmemoraron la Diada. La cosa estaba difícil. Cuando celebras un acto como la toma de Barcelona en una fecha señalada, pongamos que el 11 de septiembre de 1714, ha de tenerse en cuenta que se compite con otras efemérides que también tienen su tirón: para la izquierda el golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende y la toma el poder por Augusto Pinochet y en general, para todo el mundo, el atentado islamista contra las Torres Gemelas de Nueva York que se cobró casi 3.000 víctimas mortales. Competían también contra la actualidad. Las imágenes del traslado de los restos mortales de la Reina Isabel II copaban las aperturas de todos los informativos, como para que nadie tuviese tiempo de ocupar su atención en la división que marca a los separatistas catalanes y cómo se tomaban los dirigentes de Esquerra Republicana los abucheos, pitos y otras muestras de rechazo, que ya se habían prodigado el año pasado contra ellos y en esta edición se han reproducido con más encono. En Barcelona no se habían producido tales muestras de rechazo salvo contra la figura del Rey y la interpretación del Himno Nacional en las finales de Copa.
Hay que destacar que los partidos en el Camp Nou tienen un momento mágico: el minuto 17:14 en el que los aficionados se ponían a gritar como cafres: “In-inde-independenzia”. Con estos precedentes ya sabrán ustedes a qué hora exacta iba a comenzar la manifestación que convocó el separatismo catalán: exactamente a las 17 horas y 14 minutos. Hay que destacar que TVE conectó con la manifestación mostrando una precisión de reloj japonés: a las 17: 14. La manifestación de la ANC ha tenido gente, quizá algunos manifestantes más que el año pasado, en que acusó el efecto Covid. NO asistieron el presidente de la Generalidad, Père Aragonés, ni los dirigentes de la Esquerra que ya se daban por satisfechos con la bronca que les montaron por la mañana durante la ofrenda floral a Casanova, aquel héroe de la defensa de Cataluña a quien los independentistas toman también por mártir. Sin motivo: después de 1714 siguió viviendo en Barcelona hasta 1743. Y siguió viviendo bien, de un sueldo público.
¿Y cómo vio esto Pedro Sánchez en su cuenta de twitter? Pues como era de prever: “Hoy es un día para celebrar y para seguir trabajando por el reencuentro y el progreso de todos los catalanes y catalanas. La pluralidad social y cultural de Cataluña es una riqueza para el conjunto de España”. España vista por Sánchez participa de la lógica de la Oceanía de Orwell: “guerra es paz, libertad es esclavitud, ignorancia es fuerza”. Su idea del reencuentro parece inspirada por el reencuentro del propio Sánchez con su pueblo. A la división que mostraron ayer los catalanes, que además de haber roto la sociedad entre independentistas y constitucionalistas, ha dividido a los independentistas entre sí. Y a todo el carajal resultante, descalzaperros lo llamaría mi admirado Ignacio Camacho, el presidente del Gobierno lo considera una riqueza para el conjunto de España. No digo más.