ABC 15/05/17
IGNACIO CAMACHO
· El mayor peligro para Rajoy no viene del Congreso sino de los tribunales, donde crece un clima de catarsis a la italiana
ESTAMOS de nuevo como en diciembre de 2015. Las encuestas sobre intención de voto fuera de período electoral tienen un valor muy relativo porque falta el principal factor de movilización que activa los estados de ánimo de la opinión pública, pero las publicadas la semana pasada por el CIS y algunos medios devuelven a la política española al final del primer mandato de Rajoy. Es decir, al momento de mayor ingobernabilidad –por fragmentación– registrado desde que se restauró la democracia. A un cuatripartidismo mal decantado que dificultaría la formación de una mayoría clara.
Ese panorama refuerza la decisión de Rajoy de apuntalar la legislatura durante todo el tiempo que pueda aguantarla. Los nuevos escándalos de corrupción –quién sabe los que quedan por aflorar– han provocado que el PP disminuya su ventaja. Aunque el bloque de centro-derecha sigue siendo hegemónico, el ascenso de Ciudadanos le hace al marianismo muy poca gracia. Con una correlación de fuerzas más favorable que la de junio de 2016, Rivera estaría en condiciones de imponer condiciones draconianas. El presidente, que ha procurado en estos meses de gobierno reforzar el bipartidismo, se encuentra ahora con la dificultad de que su propio partido cotiza a la baja. La distancia con C´s aumentó durante 2016 para empezar a caer en este año y va a pasar bastante tiempo antes de que los populares estén en condiciones de recuperarla.
El plan es aguantar, como de costumbre. Rajoy confía en que el acuerdo con el PNV vaya más allá del presupuesto para proporcionarle la estabilidad necesaria. Le quedan varias tormentas que atravesar en los juzgados y en las comisiones de investigación pero se siente en condiciones de bandearlas. La moción de censura de Podemos –que también sale malparado de los recientes sondeos– no hará sino reforzar al Gobierno como único dique fiable ante una izquierda montaraz y radicalizada. Y el PSOE tardará en recomponerse de la fractura de las primarias. Si en algún momento existió en Moncloa el proyecto de adelantar las elecciones en caso de victoria de Sánchez, la idea ha quedado descartada. La estrategia es de nuevo la de siempre: resistir, esperar que la recuperación enfríe los ánimos y atrincherarse en el instinto conservador de las clases medias más templadas.
El principal peligro para el Gobierno no está pues en el Parlamento sino en los tribunales, donde se está extendiendo un clima de catarsis
–Mani Pulite– a la italiana. La rebelión en la Fiscalía, tan torpemente gestionada, está consolidando la creencia de que el poder maniobra para someter la justicia a su autoridad jerárquica. Y en la magistratura crece una corriente de opinión proclive a perderle el respeto al presidente y ponerlo en el centro de la diana. Ésta es una prueba que hasta ahora Rajoy no ha pasado; quizá pronto pueda testear su impavidez para oír silbar cerca las balas.