Sinceramente creo que la insistencia de los medios de comunicación en publicar las cifras mensuales de las variables económicas y el hacerlo con el microscopio encendido, observándolas con detalle de decimales, despista más que informa y no ayuda a su justa comprensión fuera del ámbito de los especialistas. Es verdad que por el mundo de la economía pululamos una legión de supuestos expertos. Así nos autoproclamamos por más que los errores de previsión sean tan habituales que desconciertan a quienes se quedan fuera de tan honorable colectivo. Tan solo el fútbol cuenta con número mayor de ‘enterados’.
Hoy tenemos los datos de la evolución del PIB vasco a lo largo del pasado año. No le voy a dar ni una sola cifra, las tiene todas aquí arriba. Si pertenece al círculo de los ‘enterados’ ya las conocerá y si está al margen quédese con esto: la economía vasca creció mucho, pero es que el dato se compara con el del año anterior en el que bajamos más. La primera parte del año fue bastante buena y la segunda relativamente mediocre, lo que plantea dudas sobre cuál será la evolución en este que ahora estrenamos.
El otro día, en su carta a los lectores, Manu Álvarez recordaba las palabras del ministro Montoro cuando se exculpaba de los errores causados por el exceso de optimismo habitual entre los gobernantes, asegurando que las previsiones no se hacían para cumplirlas sino para dirigir hacia ellas la acción del Gobierno. Y ese es precisamente el problema. Sobre la economía actúan tal cantidad de variables, muchas de ellas ajenas por completo a nuestro control, y depende tanto de actuaciones de la población imprevisibles, pues derivan de estados de ánimo social cambiantes, que no hay manera de acertar. Eso es disculpable, creo, aunque quizás lo piense porque yo también suelo hacer previsiones con las que me equivoco con constancia franciscana.
Lo malo aparece cuando esas previsiones se utilizan para diseñar políticas económicas y, en especial, presupuestarias, ya que si son erróneas las contaminan. Prever unos ingresos exagerados y unos gastos reducidos que se den de bruces con la realidad posterior, puede conducirnos a la obtención de unos déficits mayores, con una acumulación inesperada de deuda. Por el contrario, una previsión escasa de ingresos y una exagerada de gastos podría alimentar la tentación de endurecer los impuestos con la esperanza de recaudar más. Por eso, en cuestiones de previsión económica, prefiero la prudente postura de los ‘cenizos’. Si luego las cosas van mal estaremos más preparados y si van bien las aprovecharemos mejor. Creo.