IÑAKI EZKERRA-El Correo

  • Adriana Lastra y Dolores Delgado se autoinmolan sin una explicación verosímil

Creo un deber confesarlo: me he convertido al cambio climático. El motivo no tiene que ver nada con estos días tórridos que le dejan a uno más sudado que la camiseta de Ferreras. El motivo es que están pasando cosas que nunca antes habían pasado. Pienso en las insólitas dimisiones de Adriana Lastra y Dolores Delgado por motivos sanitarios. Esto es inédito en la política española y yo diría que contrario a la esencia de la izquierda. Si una empresa despidiera a una empleada por un embarazo o un problema de espalda, estaríamos ante una obvia injusticia. Autodespidiéndose, como han hecho, esas dos con semejantes argumentos están dando coartadas al despido más improcedente y machista.

Hay quien busca en esas dos prejubilaciones políticas razones oscuras e inconfesables. Yo las atribuyo directamente al deshielo de la Antártida y a un fenómeno que va a marcar en adelante la agenda nacional: la dimisión climática. Uno se ha podido pasar años detestando a un personaje de la vida pública, sospechando que iba a ser eterno y que nos enterraría a todos atornillado a su poltrona. Hasta que ocurre lo impensable: anuncia que se autoinmola de la noche a la mañana sin una explicación verosímil. Ante un hecho tan extraño y paranormal -el de un cargo político que se va sin chistar a su casa- a uno no le queda más remedio que abrazar fanáticamente la fe de Greta Thunberg.

No. A mí el calor no me impresiona. Veo en un podcast a Ramón de España proclamando una conversión tan rauda como la mía, pero me decepciona su argumento. Explica que en el camino a la redacción de su periódico barcelonés ha sufrido dos lipotimias por culpa de los 40 grados de temperatura. En Barcelona siempre ha hecho ese infrahumano y húmedo calor en estas fechas. Yo recuerdo veranos en los que me arrastraba por las Ramblas como un alma en pena. Tampoco me sirven como argumento de peso los incendios forestales. Recuerdo veranos en los que ardió toda Cataluña, todo Galicia y todo el Levante. En los telediarios se hablaba de pirómanos por no hablar de las constructoras que iban a ser las grandes beneficiarias de esas tragedias ecológicas. Ahora los telediarios hablan del cambio climático. Se han olvidado del pobre pirómano español, que también tiene su corazoncito.

Volvamos a Delgado y a Lastra, las auténticas víctimas del calentamiento global. Su harakiri político insinúa unas posibilidades más que sugerentes. Quizá un día de estos sea Putin el que dimite por una tendinitis. Quizá sea Sánchez el que se largue sin más aquejado de un embarazo de riesgo. Aviso de que poner en duda esta posibilidad es antidemocrático y heteropatriarcal en la España en la que el género es una opción personal.