ABC 17/10/14
· La candidatura española se impuso a la turca en la tercera votación por 132 votos frente a 60. El puesto es temporal y se prolongará dos años
«En la prórroga». «De penalti en el último minuto». Estos eran los comentarios, entre la tensión y la alegría, de algunos miembros de la candidatura española al Consejo de Seguridad después de lograr una de las dos plazas no permanentes vacantes. Esta victoria –de gran relevancia para la diplomacia española– se hizo esperar. Hasta tres veces tuvieron que votar los 193 miembros de la Asamblea General de Naciones Unidas para que España pudiera alcanzar su objetivo. Nuestro país competía con Turquía y Nueva Zelanda por las dos plazas vacantes del grupo «Europa Occidental y otros Estados». También concurrían, sin apenas competencia, Malasia, Angola y Venezuela por los otros tres asientos no permanentes.
La primera votación fue una sorpresa, ya que Nueva Zelanda fue el primero en conseguir su plaza. El país de las antípodas logró 145 votos, por encima de los 129 necesarios (dos terceras partes de los países presentes en la votación, todos los que tienen derecho a voto en Naciones Unidas, 193). España, con 121 sufragios, se quedó muy cerca. Turquía alcanzó los 109.
La candidatura española contaba con jugarse la plaza en una segunda votación con Nueva Zelanda, no con Turquía. Al parecer, algunos países que optaron por Nueva Zelanda ejercieron «bullet votes», es decir, votaron una sola candidatura –no dos-, lo que rebaja las posibilidades de los otros candidatos a llegar a la mayoría.
Votación imprevista
Turquía hizo un esfuerzo presupuestario mucho mayor que el de España –el presupuesto español era de poco más de un millón de euros– y eso podría suponerle una ventaja en la segunda ronda. El ministro de Asuntos Exteriores de España, Juan Manuel García-Margallo, se retorcía en su asiento, acompañado por el embajador representante permanente ante Naciones Unidas, Román Oyarzun, y por el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Gonzalo de Benito.
Pasar por una segunda votación era un imprevisto para el equipo de Margallo. Más de 160 países habían comprometido su voto con España, reconocieron al final de la jornada fuentes diplomáticas. Incluso lo habían hecho por escrito 123 de ellos. Quizá los «bullet votes» tuvieron la culpa.
El presidente de la Asamblea General, el ugandés Sam Kutesa, decretó un receso de 45 minutos, que los miembros de la candidatura española utilizaron para visitar a los representantes de otros países, llamar por teléfono y recordar compromisos adquiridos.
Como en un partido de la selección española, en la segunda votación España dominó al contrario, pero le faltó gol. Obtuvo 120 votos, por 73 de Turquía. Solo le faltaban 9 votos para llevarse el gato al agua, mientras que los turcos se quedaban a mucha distancia del objetivo, a 56 sufragios. Al equipo de Margallo le sorprendió que, con esa diferencia abismal, Turquía no abandonara la carrera. Es costumbre en este tipo de votaciones retirarte cuando la distancia parece insalvable.
Un nuevo receso dio lugar a más conversaciones, carreras entre las mesas de las delegaciones, llamadas telefónicas. Durante las votaciones, Margallo habló varias veces por teléfono con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que seguía el discurso de la jornada desde Milán, donde se encontraba para asistir a la X Cumbre UE-Asia. La tercera votación Margallo la vivió pegado al teléfono, pero con otro interlocutor: el Rey Felipe VI. El dominio de España se concretó en el tercer intento: «España, 132 votos», proclamó Kutesa, al tiempo que arrancó una ovación en la Asamblea General. Turquía se quedó en 60 votos (uno de los países no se presentó en la última votación).
Brindis con cava
En ese momento, la mesa de Margallo se convirtió en un remolino de delegados de los países miembros que acudían a felicitarle. España lograba por quinta vez su presencia en el Consejo de Seguridad, el órgano clave y decisivo en Naciones Unidas, después de haber estado presente en otros cuatro ciclos de dos años, uno por década, desde su entrada inaugural en el consejo en 1969-1970. En el ciclo 2015-2016, España obtendrá la presidencia del organismo –rotatoria entre los 15 países que lo forman– durante dos veces por un periodo de un mes. La primera ocasión será el próximo otoño.
Poco después de la última votación, los miembros de la candidatura, encabezados por el ministro de Asuntos Exteriores, se reunieron en la sede de la Misión Española, a pocas manzanas de Naciones Unidas. Se brindó con cava por el éxito conseguido.
Fuentes diplomáticas reconocían que, en la parte decisiva de la votación, habían conseguido mantener sus graneros de votos tradicionales – Europa, Hispanoamérica y África– y había dado resultado el esfuerzo en dos regiones en las que, hasta hace poco tiempo, España apenas tenía influencia: los países del Caribe y la región Pacífico.
Con un presupuesto mucho más limitado que sus competidores, España tiró en su campaña de innovación e imaginación, de miles de kilómetros de viajes, y también de sentimiento: el embajador ante Naciones Unidas escribió una carta de su puño y letra a cada miembro en el lenguaje de su país. España se sentará ahora en el cónclave de poder en la comunidad internacional.