LA RAZÓN 22/07/13
Un nuevo pucherazo de los «otegis» y los «posibilistas» podría provocar una escisión en la banda terrorista
La «dirección» de ETA, que se había escondido en París tras el fracaso del intento de negociación con el Gobierno en Noruega, se ha trasladado al País Vasco francés. Quiere controlar el final del debate interno y evitar que un posible nuevo pucherazo de los «otegis» y los «posibilistas» provoque una escisión en la banda. La situación interna es de tensión, muy complicada, todo ello en medio de una gran confusión.
La captura de la «dirección» se ha convertido en el gran objetivo de la Guardia Civil, tras la operación que en el pasado mes de mayo permitió la captura, en tres lugares distintos de territorio galo, de seis miembros de la banda del «segundo escalón». Las demás Fuerzas de Seguridad españolas y francesas también trabajan en el desmantelamiento total de la banda criminal y así lo demostró el Cuerpo Nacional de Policía, que, en una reciente operación de la Comisaría General de Información, estuvo a punto de capturar a José Antonio Urruticoechea, «Josu Ternera», escondido muy cerca de la frontera y del País Vasco francés. Su papel dentro de la banda, tal y como adelantó LA RAZÓN en su edición de ayer, ha subido muchos enteros tras el fracaso negociador de Noruega. En mayo pasado fueron capturados en Brive-la-Gaillarde Raúl Aduna Vallinas y Antonio Goicoechea Gabirondo, que se dedicaban al mantenimiento de los zulos en los que esconden armas y explosivos; Igor Uriarte López de Vicuña y Julen Mendizabal Elezcano, en Montpellier, que se ocupaban del robo de coches, y Ekhiñe Eizaguirre Zubiaurre y Kepa Arkauz, en Blois, expertos en falsificación de documentos.
Fuentes antiterroristas consultadas por este periódico atribuyen estos movimientos y la presencia de la «dirección» etarra en el País Vasco francés, cerca de la frontera española, a que ya ha concluido el debate interno que, en distintas fases, ha mantenido la banda desde que en octubre de 2011 anunció el supuesto cese definitivo. Lo que ocurrió es que la decisión, como corresponde a una organización marxista leninista en la que se practica el centralismo democrático, fue adoptada por un grupo de dirigentes que no llegaba a la veintena.
Dada la falta de resultados del «proceso» (en especial, en lo relativo a la excarcelación de los presos y la expulsión de las Fuerzas de Seguridad del País Vasco y Navarra), la «dirección» decidió montar un debate a partir de marzo del año pasado que, ante la falta de los resultados apetecidos, ha repetido en los seis primeros meses de 2013.
Según se han comprometido los cabecillas, en las próximas semanas harán llegar a los militantes una circular con los resultados finales que serán a gusto de los cabecillas, porque, no hace falta decirlo, el debate y sus conclusiones los controlan ellos.
La actual «dirección» de ETA está formada por Irache Sorzábal y David Pla en el «aparato político»; e Iñaki Reta y Javier Goyenechea, en el «logístico-militar», con la incorporación de «Ternera» como enlace con los «posibilistas» del brazo político, formado por Bildu, Amaiur y Sortu, y que encabeza Arnaldo Otegi (íntimo amigo de Urruticoechea), que cumple condena en la prisión de Logroño.
Las citadas fuentes subrayan que los «movimientos» de la «dirección» de la banda demuestran que las cosas están muy complicadas en el seno de ETA, no exentas de tensión.
La falta de resultados del «proceso» ha llevado la confusión y el malestar a sectores de la banda en los que ahora se cuestiona la decisión de anunciar el final de las actividades terroristas y, sobre todo, hacerlo de manera «precipitada», sin atisbar lo que sabía todo el mundo (menos, al parecer, los que tenían tanta prisa) y era que el PP, con el que no se había contado en las negociaciones del «proceso», iba a ganar las elecciones generales del 20-N por mayoría absoluta.
La «dirección» quiere estar sobre el terreno y que el anuncio que se haga sea aceptado por todos, aunque en algunos casos sea de mala gana. Si los sectores proclives a la vuelta de las armas, entre los que se incluyen los más radicales del colectivo de presos (EPPK), interiorizan que se produce un nuevo «pucherazo» de los «otegis» y los que les apoyan en el seno de la banda, la escisión podría estar servida con unas consecuencias difíciles de prever.