Gabriel Albiac, ABC, 13/6/2011
Para marzo todo lo más tarde, el PP tendrá mayoría absoluta en el Parlamento español. Los partidarios de la independencia la tendrán en el Parlamento vasco. Y el modelo constitucional del año 1978 habrá saltado por los aires.
SU rostro era imagen de la decepción. Dieter Brandau entrevistaba en Lizarza a Regina Otaola. La aún alcaldesa evocaba, con serenidad estoica, los años de perseverancia en un pueblo que la veía como enemigo al cual es justo abatir. ¿Vino a apoyarla el presidente de su partido, durante estos años? No, claro que no, responde con indiferencia. Pero Aznar sí, vino una vez. Sonríe. No haber sido abandonada, al menos, por un ex presidente, parece confortar a Otaola del menosprecio de los suyos. Hay que ser muy duro para aguantar eso. Y para limitarse a contarlo, con la sobriedad un poco taciturna que es lo que más me admira en las gentes de la tierra vasca. Quede constancia de que, en mi herencia genética —si es que tal cosa existe—, lo único que aprecio es ese 25% de áspero comedimiento.
«¿Se llevará usted la bandera cuando se vaya?», le pregunta el periodista. Para un país normal, sería una pregunta estrafalaria: ¿por qué habría de llevarse un alcalde la bandera de su país al cesar en el cargo? Para un país normal. Para esta España trágica que es la nuestra, lo que causa estupor es la respuesta. No. No pienso llevármela. La bandera es la que la ley establece y la ley no la pongo yo, replica sin que su voz se altere un semitono. Si alguien viola la ley, allá él. Y si aquel a quien corresponde garantizar su cumplimiento no lo impide, allá él igualmente. En país normal, es cierto que ambos —violador y ministro inane— acabarían ante los tribunales. Pero aquí hablamos de un violador al cual el Tribunal Constitucional ha eximido de obligaciones y de un ministro inane que aspira a Presidente del Gobierno. No pasará nada.
Tampoco pasará gran cosa en los meses que vienen. Por supuesto, lo primero que hizo la nueva alcaldía de Lizarza fue retirar la bandera española del ayuntamiento. Por supuesto que, en el lugar que ella ocupaba, fue colocado un cartel que, en vascuence, reclamaba la liberación de los vascos presos en cárceles del ocupante enemigo español. Por supuesto que, en las inmediatas semanas, las calles volverán a ser el universal dazibaoque fueron siempre hasta que Regina Otaola dejó los viejos muros impecables. Pero no, no es eso lo importante. Lo importante sucederá dentro de unos meses, los que tarde el agónico no-gobierno de Rodríguez Zapatero en convocar elecciones generales. No hay enigma: Bildu —o la denominación que se elija para entonces— repetirá —puede incluso incrementar— sus resultados de mayo. Y, junto a un PNV presionado por su ascenso, tendrá todos los instrumentos para que en el País Vasco exista, por primera vez, un gobierno de mayoría independentista. A partir de la formación de ese nuevo ejecutivo en Vitoria, todo será posible. Digo todo.
Deslumbrado —y es comprensible que así sea, de momento— por la victoria de mayo, el PP de Rajoy parece haber dejado en segundo plano su vertiente oscura: el País Vasco. No hay razón para pensar que, salvo acontecimiento catastrófico, las cosas varíen mucho en estos meses. De ser así, para marzo todo lo más tarde, el PP tendrá mayoría absoluta en el Parlamento español. Los partidarios de la independencia la tendrán en el Parlamento vasco. Y el modelo constitucional del año 1978 habrá saltado por los aires.
Gabriel Albiac, ABC, 13/6/2011