En el Parlamento de Cataluña parece que ayer tocaba hablar de Educación. Se va a hacer a lo largo de toda la semana y puede que obligados por las circunstancias. Las señales eran de alarma. Olga Rodríguez San Martín publicó hace un mes un informe demoledor para la Educación en Cataluña. Se trata del informe PIRLS, que analiza el rendimiento en lectura de los alumnos de 4º de Primaria en 57 países. Si se compara con nuestras comunidades autónomas es que no había color: Asturias, la que ofrece mejores resultados, se codeaba con Finlandia, mientras Cataluña a ellas se las andaba con Kazajistán. Los más memoriosos de ustedes recordarán , no hace màs de seis años, que Artur Mas calificaba a Cataluña de ‘la Dinamarca del Mediterráneo”. Entre las Autonomías, quien está al nivel de Dinamarca y Noruega es la Comunidad de Madrid, que empata con los citados países escandinavos a 539 puntos.
Asturias, con 550 puntos, está por encima de la media de la OCDE (533) y de la media española (521) y no digamos de Cataluña, que se queda en 507, habiendo caído 15 puntos desde el anterior informe en 2016. Cataluña está por debajo de Canarias y en el mapa autonómico solo está por encima de Ceuta y Melilla. La media española está 40 puntos por debajo de Inglaterra, lo que equivale a un curso escolar. Por otra parte, parece evidente que los esfuerzos que se han realizado por el idioma ha influido considerablemente en el estado de la cuestión. Parece evidente que el modelo de inmersión lingüística que se sigue en el modelo educativo catalán lastra considerablemente el rendimiento de los alumnos castellanohablantes. No podría esperarse otra cosa cuando se decreta que la lengua de aprendizaje del alumno es aquella en la que peor se expresa. El informe PISA ya había advertido de ello con alumnos adolescentes, o sea, que con mayor motivo sería esto perceptible en escolares de diez años.
El rendimiento en la lectura no es el único sambenito que arrastra la educación en Cataluña, ni siquiera su peor efecto. Hay que leer el testimonio estremecedor que publica Víctor Mondelo del primer escolar cuyo padre exigió algo tan sencillo como el cumplimiento de ley: que se impartiera el 25% del horario en castellano. “Me miraban con superioridad y me trataban como si fuese escoria”, recuerda, diez años después de los hechos, cuando tenía 14. El padre de Ossian, que así se llama la víctima de este impresionante desafuero, se aprestó a la pelea con decisión, coraje y pundonor, todas las armas de una persona de bien. Desde 2006, en que planteó su primera batalla contra la Generalidad, las ha ganado todas, pero los efectos prácticos han sido irrelevantes porque el Govern ha encadenado sus recursos judiciales de manera que ha impedido la aplicación de la sentencia, que no pudo hacerse efectiva hasta nueve años después, cuando su hijo estaba ya terminando la educación obligatoria.
Así las cosas, Cataluña se enfrenta a un debate en el que la mayor parte de los parlamentarios creen que la lengua tiene derechos que están por encima de los que corresponden a los ciudadanos. Es una pena que todo esto no se lo pudiese plantear anoche Pablo Motos al presidente del Gobierno, cómplice de toda esta bellaquería.