Editorial-El Correo

  • Las elecciones del domingo, un posible espaldarazo para Sánchez, son una prueba de fuego de la que depende la legislatura

Pedro Sánchez se ha volcado de lleno en la campaña catalana, cuyos resultados darán pistas sobre el impacto en la ciudadanía de su controvertido retiro y de la ofensiva que ha lanzado «en defensa de la democracia», supuestamente amenazada por «la derecha y la ultraderecha». Las encuestas pronostican una amplia victoria del PSC, que el presidente del Gobierno podrá esgrimir como un espaldarazo a sus políticas -incluida la amnistía por el ‘procés’- y utilizar como trampolín ante las elecciones europeas del 9 de junio. Aun así, Salvador Illa no tendrá fácil dirigir la Generalitat con un Parlamento muy fragmentado y vetos cruzados entre los partidos que dificultan forjar una mayoría. La gestión del escrutinio del domingo es una exigente prueba de fuego para La Moncloa. De ella depende el futuro de la legislatura, sostenida hasta ahora sobre un equilibrio inestable que corre el riesgo de saltar por los aires. Si el líder socialista la supera con éxito, habrá eliminado el principal obstáculo para finalizar su mandato.

La encarnizada pugna entre Junts y ERC por encabezar el secesionismo y atribuirse concesiones arrancadas a La Moncloa, con un referéndum de autodeterminación como exigencia común pese a su nulo encaje legal, planea sobre los comicios. Si una de esas dos formaciones, cuyos votos son determinantes en el Congreso, queda fuera del Govern, se disparará su tentación de dejar de sostener a Sánchez, que se vería así contra las cuerdas. Pero si ambas, pese a sus diferencias aparentemente irreconciliables, se unen -en el supuesto de que lo permitan las cifras- en un frente independentista, la situación resultante puede ser igualmente insostenible para el Ejecutivo.

A favor del presidente juegan los tiempos de aplicación de la amnistía -si, como es previsible, la Justicia europea se pronuncia sobre ella- y el posible vértigo del secesionismo a forzar un adelanto electoral que alfombre el acceso al poder de la derecha. También la sustancial rebaja en la pulsión identitaria de una Cataluña mucho más preocupada por la calidad de los servicios públicos que por el ‘procés’. Pero nada puede darse por seguro con alguien tan imprevisible como Carles Puigdemont, que ha adelantado en los sondeos a ERC tras la decepcionante gestión de Pere Aragonès. La gran paradoja para Sánchez es que, cuanto mejores sean los resultados de Illa, mayor debilidad mostrará si para seguir en La Moncloa se ve forzado a ceder la Generalitat.