Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 21/2/12
Quizá Antonio Basagoiti sea uno de los dirigentes del PP que con mayor carga de profundidad puede explicar el intrincado tránsito de Mariano Rajoy desde el congreso de su partido de Valencia al de Sevilla. Fue entonces quien sustentó política y personalmente el golpe de efecto, de dimensión nacional, que supuso el portazo de María San Gil, a quien entonces su novato presidente le parecía –y posiblemente no haya cambiado de opinión- un paniaguado, sobre todo en cuestiones de ETA. Y Rajoy nunca lo ha olvidado ni en sus palabras ni en sus nombramientos, máxime ahora que adecuar el final de la violencia para que una sociedad conviva en paz se ha convertido, por detrás de la crisis, en una de sus exigencias como estadista.
Amparado por este cordón umbilical, y liderando un equipo al que se han ido incorporando adeptos, Basagoiti mantiene la hoja de ruta que ideó para transformar aquel PP vasco mayororejista, atrincherado por la amenaza terrorista y su desafecto social. Se trataba de una apuesta de futuro, demasiado incomprendida de entrada que, sin embargo, le ha dado más réditos de los que jamás supuso él mismo cuando veía, desde la segunda línea, cómo era imposible poner siquiera un pie en el tablero político de Euskadi, más allá del nicho electoral de Álava, si seguían manteniendo aquellos inmovilistas discursos.
Ahora, en apenas tres años, ya nada es igual. Tiene en su mano el destino del primer Gobierno vasco en manos socialistas, llega fácilmente a acuerdos con el PNV en Euskadi, en Vitoria su alcalde no se rasga las vestiduras por pactar con la izquierda abertzale, Basagoiti convence a Rajoy para que reciba antes a Patxi López que a Iñigo Urkullu y, por los servicios prestados, escuderos de los nuevos tiempos como Alfonso Alonso e Iñaki Oyarzábal pisan moqueta de poder en Madrid.
Sin embargo, este decorado tan sugerente no supone garantía alguna para impulsar la representatividad del PP. De hecho, sus modestos resultados en las últimas elecciones generales tampoco fueron el mejor presagio para ilusionarse de cara a las futuras autonómicas. ¿Revela que ha tocado techo en el País Vasco?, ¿acaso hay deserciones por el aperturismo entre su histórica base sociológica?, ¿es una utopía pensar que puede crecer entre la derecha del PNV menos ideologizada?, ¿el debate identitario que se avecina les puede arrinconar? o, sencillamente, ¿seguirán siendo necesarios para quien quiera impedir a Amaiur en Ajuria-Enea? Es muy posible que una mayoría contestaría afirmativamente a cada una de las interrogantes y no se alejaría de la foto final. Mientras tanto, desde su privilegiada posición, no cejará en el empeño de convencer a Rajoy de que tiene en su mano la solución histórica para Euskadi. De que lo consiga también dependerá, sin duda, buena parte de su suerte electoral.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 21/2/12