Padecemos una deficiencia de solidez y rigor en las bases conceptuales y éticas que informan el pensamiento de bastantes de nuestros responsables públicos, bagaje intelectual y moral que aportaría los anticuerpos necesarios para neutralizar los ataques tóxicos de los gérmenes nacionalistas. La amenaza es ingente, los epidemiólogos pocos.
En su nuevo Estatuto se habla de Cataluña como de un ser antropomórfico dotado de sentimientos, deseos, aspiraciones y objetivos. Por supuesto este ente vivo y exigente existe desde tiempos inmemoriales y merece todo tipo de reconocimientos y homenajes sin que las libertades y derechos de los individuos o grupos sociales que habitan su territorio puedan representar un obstáculo a su plena realización histórica.
Este planteamiento delirante es típico del nacionalismo identitario, una ideología aberrante que ha causado millones de víctimas en los dos últimos siglos. Se trata de una patología altamente infecciosa y su letal capacidad de contagio es patente en la España de hoy. Dos ejemplos recientes ilustran este preocupante fenómeno y afectan a un partido político en principio inmune a tan mórbido virus. La secretaria general del PP invocaba no hace mucho para justificar su oposición a la instalación de un depósito temporal de residuos radiactivos en Yebra (Guadalajara) una supuesta saturación del nivel de solidaridad que Castilla-La Mancha debe al resto de España en cuanto a alojamiento de industria nuclear.
En un ámbito muy distinto, el de la regulación financiera, su correligionario, el presidente de la Xunta de Galicia anda también en litigios con el Gobierno central defendiendo un extraño designio en virtud del cual la fusión de cajas de ahorro gallegas ha de ser con otras asimismo gallegas, lo que no deja de ser curioso en la era de la globalización en un Estado-Miembro de la Unión Europea.
Hay que hacer constar que Cospedal y Feijóo no son los únicos que muestran síntomas de esta enfermedad y los casos proliferan. Padecemos una deficiencia de solidez y rigor en las bases conceptuales y éticas que informan el pensamiento de bastantes de nuestros responsables públicos, bagaje intelectual y moral que aportaría los anticuerpos necesarios para neutralizar los ataques tóxicos de los gérmenes nacionalistas. La amenaza es ingente, los epidemiólogos pocos.
Aleix Vidal-Quadras, INTERECONOMÍA, 22/2/2010