La escalada es lo único que le preocupa a Sánchez. La suya propia, más que la guerra contra Israel. «Seguimos con máxima preocupación los acontecimientos de Oriente Próximo. Hay que evitar a toda costa una escalada regional». Este fue el tuit primigenio remitido por el presidente del Gobierno en la madrugada del sábado. Ni solidaridad con el atacado ni reprobación al atacante. Menos aún, condenas. O sea, un papelito de compromiso, una nadería estéril que, lejos de inmacular a quien la profiere, lo retrata.
El vecino portugués dice ‘no’
Horas después, cuando ya el orbe occidental había proclamado las correspondientes denuncias de la agresión aérea iraní, Sánchez, requerido desde Bruselas, profirió un nuevo tuit (llámalo X) ya más ortodoxo, que arrancaba incluso con un tono melodramático: «Tras una larga y angustiosa noche…», y continuaba con el verbo ‘condenar’, aplicado tanto al ataque de los ayatolás como a «cualquier forma de violencia». O sea, el archisabido «venga de donde venga», como acostumbran los equidistantes y demás cofrades fariseos.
Los drones iraníes produjeron mayor impacto en la gira europea de Sánchez que en el territorio israelí, donde apenas se contabilizaron desperfectos. El presidente del Gobierno español paseaba muy rumboso por algunas capitales continentales vendiendo un producto tan viejuno, rancio e inoportuno como es la creación del estado palestino, una mercadería ahora mismo intragable que está siendo recibida en las cancillerías occidentales con tanto interés como se reciben en el patio nacional sus ortopédicas propuestas sobre vivienda y sanidad. En Dublín y Varsovia le escucharon con una displicencia ostensible, en tanto que en Oslo, paraíso de las mediaciones, se le prometió que luego ya si eso. A todo ello se sumó la firme actitud del vecino portugués, Luis Montenegro, que recibió la propuesta con amable adustez y con un gesto de ‘sí, hermoso, en eso estoy pensando yo’.
Esta improvisada y algo alucinada ‘operación palestina’ de Sánchez está resultando, más que un fracaso, un estruendoso ridículo, amén de un notable estorbo para las democracias serias, que han de hacer frente al desafío ruso, al yihadismo y ahora a los antojitos del niño de los peines español que quiere salir en las teles y que le adjudiquen el Nobel de la Paz. Algunos gobiernos de la UE, como los de París o Bonn, han recibido esta albaresada como una excentricidad propia de quien intenta camuflar su desesperación con cabriolas estrambóticas, algo fuera de los usos razonables de la diplomacia. El británico David Cameron, luego de que sus misiles colaboraran eficazmente para destruir los artefactos de los barbudos, optó por dedicarle a Albares unos minutos de conversation, no sobre Gaza, sino sobre Gibraltar, charleta tras la cual cabe pensar que el jefe del Foreign Office se llevará a casa la verja y hasta la mona del Peñón.
Vender la teoría de los dos estados, algo que en Europa apenas han suscrito las viejas republicas soviéticas y la neutral Suecia, era una aventura disparatada, antes incluso de la lluvia de drones
El caudillo del progreso acaba de recibir otro bofetón en Eslovenia, la última cuenta de su rosario propagandístico, que va a culminar con las manos vacías y el monigote de pardillo colgado de la espalda. En Bruselas se verá con su homólogo Alexander de Croo, con quien compartió criterio y mensaje en la ruidosa visita a Israel y, lejos de reflexionar y pensar que este disparate ha de concluir, parece que ha ordenado ya a Moncloa organizar otro periplo para después de las vascas. Ni una palabra ha compartido sobre estos viajes con el partido de la oposición, mayoritario en ambas Cámaras, al que el presidente desprecia incluso en asuntos que son cuestión de Estado, como el presente. Núñez Feijóo, como casi todos os políticos occidentales, considera que se trata de un plan prematuro, que ha de negociarse con los grandes socios de la UE antes de aventurarse a la consumación del proyecto.
Moncloa organizó esta ronda con dos objetivos claros. Intramuros, se trata de extender un espeso manto sobre el escándalo de la esposa del presidente, que llegó a su máximo pico de estridencia con la publicación de la carta en favor del mentor/financiador del máster de la doña. Al tiempo, se intenta poner sordina a ese griterío infatigable del forajido Puigdemont, que no cesa en sus bramidos desde el otro lado de la frontera.
De puertas hacia afuera, las aspiraciones de este paseíllo presidencial es aún más delirante. Dar la murga con la teoría de los dos estados, algo que en Europa apenas han suscrito las viejas repúblicas soviéticas y la neutral Suecia, es un empeño disparatado. Y ahora, tras el ataque iraní, se antoja el delirio de un enajenado.
Biden no le convoca a sus reuniones con los líderes europeos, su correligionario Scholz lo detesta, Macron lo desprecia, Meloni lo considera un chulángano machista y prepotente y hasta el vecino Mohamed le dispensa el trato deferencial de un chihuahua
Sánchez, impulsado por su brujo/asesor Zapatero, ha orientado su diplomacia hacia el eje del mal. En las últimas semanas sólo ha recibido parabienes de Yemen, de Hamás y, el lunes mismo, del embajador de la tiranía iraní. Biden no le convoca a sus reuniones con los líderes europeos, su correligionario Scholz lo detesta, Macron lo desprecia, Meloni lo considera un chulángano machista y prepotente y hasta el vecino Mohamed le dispensa el trato deferencial de un chihuahua. Sus pretensiones de liderazgo mundial no van más allá del compadreo con Lula y Maduro. Eso sí. visto el desastre de su propuesta palestina, de momento ha decidido echar el freno a sus pretensiones. Lo que anunciaba para ‘antes del verano’, este mismo marts se convertía ya en ‘cuando las circunstancias lo aconsejen’.
La ‘escalada» en la zona puede conducirnos al abismo, aventuraba Borrell, siempre en avanzado estado de neutralidad. La ‘escalada’ de Sánchez en su ambición planetaria lo conducirá también a otro abismo. El del basurero de la historia.