ALBERTO AYALA-EL CORREO
España tendrá finalmente Presupuestos en 2021 y las viejas Cuentas del popular Montoro serán historia. Cambiamos desacuerdos por acuerdos. Entre algunos, claro. Entre el PSOE, Unidas Podemos, izquierdas periféricas, nacionalistas y algunos independentistas. Enfrente PP, Vox y Ciudadanos, que no tendrá más remedio que votar otra vez junto a los de Casado y Abascal porque el PSOE ha preferido lo conocido a arriesgar y no ha dejado margen al entendimiento con los liberales.
Cuando se disfruta de mayoría absoluta uno puede hacer y deshacer a su antojo. La oposición apenas si puede quejarse de la prepotencia del Gobierno de turno. Pero cuando toca bregar con un Parlamento tan fragmentado como el español hay que remangarse, negociar y ceder. Esa escena, digna del mejor mercado persa, es a la que hemos asistido. Sánchez y los suyos han decidido tragar abundantes sapos. Sobre todo, con EH Bildu y ERC.
La decisión socialista de negociar las Cuentas con la izquierda abertzale -al igual que en Navarra-, como si se tratara de una fuerza política más, ha reabierto las hostilidades entre los dos sectores que se enfrentaron en el último Congreso. La negativa de Sánchez a explicar semejante giro y el hecho de que coincida con el acercamiento continuado de presos etarras -que debería haberse producido hace tiempo- puede costarle caro. No aquí, ni posiblemente en Cataluña, pero sí en el resto de España.
Los compromisos con ERC eran algo mucho más previsible, aunque hayan sorprendido dos cosas. Que las inversiones y las transferencias de capital del Estado al Principado vayan a superar la contribución en PIB que hace Cataluña sobre el conjunto del Estado. Y que el PSOE haya cedido a los republicanos una antigua reivindicación de sus barones: avanzar hacia una armonización fiscal en España para evitar que Madrid pueda mantener tipos muy bajos en determinados impuestos porque las ventajas de ser la capital del Estado le permiten mantener la caja saneada.
En resumen, gana el PSOE, aunque dejándose importantes jirones, porque habrá Cuentas. También Podemos, porque el Gobierno de coalición sigue de la mano de la mayoría de la investidura y porque su pinza con ERC y EH Bildu ha dinamitado, de momento, los puentes entre Sánchez y Ciudadanos.
Esquerra rompe las penúltimas amarras con el bloque secesionista y se prepara para ocupar el espacio de la desaparecida CiU en Cataluña y en Madrid. La izquierda abertzale coge aire sin que Otegi haya tenido que llamar asesinos a los asesinos. Y el PNV consigue salir airoso del movimiento de su rival abertzale al lograr ‘in extremis’ que Defensa ceda los cuarteles de Loyola en San Sebastián para el desarrollo urbanístico de la ciudad. Una reivindicación que empezó con Odón Elorza, en la que han insistido sus sucesores en la Alcaldía, que Defensa rechazaba hace sólo un mes y que abraza hasta el PP local, aunque Casado e Iturgaiz hayan preferido decir algo incierto: que Sánchez expulsaba al Ejército español de la capital guipuzcoana. Seguirá en la Hípica.
Las derechas deberán, pues, continuar la travesía del desierto a la espera de que las zancadillas entre los socios dinamiten antes de hora la coalición. Algo bastante improbable.