Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 21/3/12
Recuerdo de mis estudios de Derecho un aforismo que permitía explicar la posición de imperio de las Administraciones públicas respecto de los administrados: el de solve et repete o, lo que es lo mismo, paga y después reclama. Para ir al caso: si nos ponen una sanción deberemos abonarla en el plazo establecido y recurrir después, caso de estar en desacuerdo. Primero, soltar la mosca y luego protestar, que ya la Administración, si acepta tu reclamación, te devolverá el parné cuando le plazca.
Esa posición de imperio de la Administración, en algunos casos necesaria para que aquella pueda cumplir con sus funciones -entre otras, las de garantizar servicios fundamentales como la sanidad o la educación, la seguridad o la justicia-, puede convertirse, sin embargo, en un abuso formidable sobre los indefensos ciudadanos, que se ven obligados con frecuencia a aceptar de las Administraciones un trato inadmisible. No es por eso casual que un gran jurista español, García de Enterría, sostuviera ya hace tiempo que la calidad de la democracia de un país depende en buena medida de su capacidad para reducir a lo estrictamente indispensable lo que él mismo llamaba las inmunidades del poder.
Entre estas destaca, en la España actual, la consistente en no pagar a los proveedores de bienes y servicios, lo que ha convertido a nuestras Administraciones en un gran queso de gruyer, no por su excelente calidad, sino porque están llenas de agujeros. Los datos oficiales que suministró hace unos días la vicepresidenta del Gobierno ponen los pelos de punta: los ayuntamientos acumulan dos millones de facturas sin pagar, por valor de casi 10.000 millones de euros. ¡Una verdadera salvajada!
Y es que los responsables de nuestras Administraciones andan todo el día de tournée sin pagar a las agencias de viajes; publican a tutiplén, pero dejan a deber a las imprentas; hacen obras fastuosas y les dicen a los concesionarios que se esperen; gastan en restaurantes y en hoteles, aunque a sabiendas de que ya pagarán cuando puedan, si es que pueden; o encargan publicidad en diarios y otros medios de comunicación, diciendo a los empresarios que nada puede hacerse mientras no haya fondos en la caja.
Y claro, la cosa no tiene duda alguna, «con gafas calquera le»: así gasta el más pintado. Gobernar bien es hacer cosas necesarias para la felicidad de la nación, como proclamaba el texto gaditano que anteayer cumplió doscientos años, pero es hacerlas a sabiendas de que se va pagar lo que se encarga: lo otro es un fraude irresponsable, vergonzoso y desigualitario, pues mientras que a quien deja de pagar su hipoteca le embargan la vivienda, a quienes deben 10.000 millones de euros a cientos de miles de personas hay que seguir fiándoles con la esperanza de que algún día cobraremos.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 21/3/12