La idea de nación, la idea de España de Zapatero, quedó completamente inédita de nuevo. No sólo porque no la tenga clara sino también porque no quiere que su España decente sea un obstáculo para los pactos con los nacionalistas.
La decencia es como la paz. A ver quién se pone a cuestionarla. Que te tilden de agresivo o guerrero es desagradable. Pero que te consideren indecente es demoledor. Y como nadie está por la labor de liderar la España indecente, la España decente, la protagonista del discurso de Zapatero, ha salido indemne en las primeras reacciones al debate de investidura. Limpia e inocente, como corresponde a una persona decente, y con las mismas trampas que sus dos angelicales primos de la pasada legislatura, el diálogo y la paz.
La trampa más burda, el mensaje de que España será decente en la medida en que el Estado asuma todos y cada uno de los gastos correspondientes a lo que Zapatero considere derechos sociales. Hasta el derecho de que «no frustren tus expectativas de tener una vivienda», como dijo en su discurso.
Todo aquel que no esté dispuesto a financiar con sus impuestos los derechos sociales que Zapatero designe será un indecente. Lo que comienza a colocar el Estado del Bienestar en una peligrosa frontera, en su sospechoso uso para mantener la fidelidad de voto en determinadas capas sociales. En su manipulación para objetivos políticos partidistas, aunque se les llame derechos sociales. Y en la cada vez más completa desconexión entre la voluntad de quienes financian, los ciudadanos que pagan, y el uso de sus contribuciones.
La trampa más sutil es, sin embargo, la de la otra España decente del discurso de Zapatero. La que sustituye por un disfraz lo único que puede ser España, una nación con Estado y fronteras. Sea el disfraz de la eficacia, de la prosperidad, de la seguridad o de la igualdad de género. Asuntos muy importantes todos ellos pero que deben sustentarse en alguna nación de la que Zapatero no quiso hablar porque ni está seguro de su contenido ni quiere discutirlo con los nacionalistas que sí saben lo que no quieren en su contenido.
La idea de nación, la idea de España de Zapatero, quedó completamente inédita de nuevo. No sólo porque no la tenga clara sino también porque no quiere que su España decente sea un obstáculo para los pactos con los nacionalistas.
Edurne Uriarte, ABC, 11/4/2008