Carlos Herrera-ABC
- Lo que nos espera es un desmontaje de la España que conocemos. Con el beneplácito de un 28% del censo que vota
Un Pedro Sánchez en cuarentena de diez días significa dos cosas: que al menos durante ese tiempo no puede aparecer en la cotidianidad de los españoles para presumir de ninguna nadería, pero, por contra, que su ausencia puede ser aprovechada por Pablo Iglesias para lucir músculo o marcar paquete en forma de cualquier tipo de estupidez. Cabezón o no, Iglesias sabe que él y su socio Sánchez navegan ahora por su zona de confort: presupuestos aprobados, leyes ideológicas aprobadas, desentendidos de la pandemia, esperando los millones de Europa y haciendo ver que pugnan por pendencias particulares tipo desahucio o salario mínimo. De vez en cuando teatralizan algún desencuentro para que la prensa desafecta salive durante unas horas, pero al poco vuelven a estar los dos en lo mismo: que aquí no vuelva jamás a gobernar la derecha y que entre ambos se vayan dando pasos hacia el escenario definitivo: una República de reparto, yo presidente, tú primer ministro. Le vamos achicando los espacios al Rey, obligamos a que su padre se pudra con los del turbante, cambiamos a los jueces, liberamos a los condenados, reivindicamos a los terroristas, adoctrinamos a los niños y silenciamos a los molestos con alguna ley de prensa que ya se nos ocurrirá. ¿Y los votantes?…
Pues por lo que se ve están encantados. De acuerdo, quizá no tanto, pero lo que se desprende del último estudio de GAD3, la empresa que lidera Narciso Michavila y que ha demostrado ser la que de forma más correcta se anticipa a las preferencias de los electores, el PSOE de Sánchez no pierde apoyos a estas alturas del partido. Es verdad que no los gana, a pesar de la caída de Podemos, pero no muestra una huida en masa de su electorado. Ese 28% que votó al que está en cuarentena es exactamente el mismo que sigue dispuesto a votarle mañana mismo: es un 28% que no considera grave que su presidente sea un embustero contumaz, un gestor lamentable y un individuo capaz de entregar lo que le pidan los más miserables del arco político de España con tal de seguir en el poder. Les parece correcto que haya dispuesto el arrinconamiento del castellano, el blanqueamiento de Otegui, el desmantelamiento de la prosperidad de la Comunidad de Madrid, el intento de la eliminación de la educación concertada, la legitimación de los golpistas catalanes hoy en prisión y el ninguneo insultante del jefe del Estado, entre otras lindezas, a las que hay que sumar una gestión lamentable de la pandemia. Hay un 28% de votantes españoles que creen que eso es lo correcto. En frente, una derecha dividida, con el apéndice de unos autocalificados liberales que ejercen el papel honroso de tontos inútiles, ven disiparse su posibilidad de desbancar al líder del momento merced a la imposibilidad de su entendimiento.
Lo que nos espera es un desmontaje de la España que conocemos. Con el beneplácito de un 28% del censo que vota. Y no va a ser una cuarentena.