CARLOS HERRERA-ABC
- Carandell no daría abasto. Ni los españoles tampoco ante tanta estupidez
Todo podría parecerse al material que, a finales de los 60, recopilaba Luis Carandell en la revista ‘Triunfo’ para su ‘Celtiberia Show’, si no fuera porque aquél carrusel de pintoresquismo y subdesarrollo se correspondía con una España a medio despertar de la siesta, santurrona, con complejos por sacudirse y, aún así, originalísima y con cierta inevitable dosis de ternura incorporada. Cuando escribo ‘todo’ vengo a referirme a la disparatada España de hogaño, que tiene de singular el origen del carrusel de sandeces merecedoras de recopilación: no es la espontaneidad de una sociedad más o menos desenvuelta, es el propio núcleo dirigente, democráticamente electo, el que emite ventosidades normativas inmersas en una insoportable aerofagia de disparates.
Elijan ustedes. Un parlamento no menor como el catalán distingue como hijo predilecto a un islamista radical investigado por la Policía y el CNI, y le considera, directamente, víctima de la islamofobia. Tan solo por ser, o hacerse pasar, por independentista. En la región que resultó víctima del último gran atentado islamista, para más inri. Cataluña se ha convertido en un lugar donde cualquier despropósito encuentra acomodo. Algún que otro ayuntamiento como el de Premiá de Dalt, con sus funcionarios y su policía municipal, ha contratado a la empresa Desokupa para que le solvente el problema de la ocupación de viviendas. No digo más.
Una secretaria de Estado, una de las cuatro de la banda de la tarta, viajeras a Nueva York, Ángela Rodríguez Pam, arremetió contra los abogados de violadores que pretenden rebajar la pena de sus clientes merced a los errores de la ley de «Solo Sí es Sí». Dice que hacen propaganda machista y no sé qué más, cuando solo hacen su trabajo basándose en los fallos de una ley chapuza que tiene, lamentablemente, consecuencias. Tal sujeta cobra 120.000 euros al año sin tener ni oficio ni beneficio reconocido (bueno, beneficio sí), y sin conocer la decencia de profesionales, como los abogados a los que acusa de machistas, que colaboran en pagarle su sueldo.
Consecuencias como la tendrá la ya célebre ‘ley trans’, que va a partir en dos al PSOE: de momento ha evidenciado la indecisión socialista de aprobar la ley tal y como está redactada, lo más parecido a una redacción de bachilleres con problemas. Hace poco declaraba la diputada Carla Antonelli, fanática de la ley, que la feminista Amelia Valcárcel, a la que le sobra fuste intelectual y trayectoria en la defensa de los derechos de la mujer, tenía apellidos de abolengo rancio –le atribuye apellidarse Valcárcel de Quirós– y, por lo tanto, estar fuera de la realidad.
Tezanos, el desahogado inductor de golferías pagadas con el dinero de todos, dice que él tiene opiniones como todo el mundo y que, por tanto, puede poner a caer de un burro al líder de la oposición al que acusa de indocumentado. No importa que ocupe un puesto institucional al que se le exige un mínimo respeto escénico.
Todos cobran de ese dinero que Sánchez dice que está mejor en sus manos que en la de los ciudadanos. Carandell no daría abasto. Ni los españoles tampoco ante tanta estupidez.