TEODORO LEÓN GROSS-ABC

  • El PP necesita reaccionar y empezar por romper ya el marco de que pactar con la extrema derecha es antidemocrático

Igual debería inquietarnos constatar que Vox es, de momento, el partido más en su sitio en esta precampaña. No es lo habitual tratándose de un partido radical. Pero así está la cosa: el PP anda como pollo sin cabeza, asustado desde el error en Extremadura tras Valencia, hasta perder el control de una campaña que ha descarrilado de la línea potente del plebiscito al sanchismo; el PSOE ha recuperado iniciativa contra los pactos con la ultraderecha, aunque sigue expuesto a los mensajes desesperados de Sánchez, en su tournée de plató en plató, con la coartada imposible para la mentira de sus pactos y el discurso trumpista de los poderes fácticos oscuros; y Yolanda Díaz, tras el festival de los vetos, no acaba de formular una sola idea que parezca no ya inteligente sino mínimanente prometedora… Entretanto Vox, aunque sacudido por los perfiles ultramontanos de su nomenclatura regional, por ahora se limita a reclamar sin muchos aspavientos que se reconozca su representación proporcional salida de las urnas.

En este tablero, el PSOE apuesta todo a estigmatizar los acuerdos con Vox y asombrosamente ha logrado que un PP timorato les haya comprado ese marco. Y resulta particularmente ridículo, no ya por la miopía de Génova, sino por algo obvio que el sanchismo procura obviar: estamos en el ciclo histórico de la España del ‘no es no’, inaugurado por Sánchez en 2016. Aquel año Rajoy y las grandes voces moderadas del PSOE, incluyendo a Felipe o Rubalcaba, apostaban por la vía alemana de una grossen koalition tácita, con un pacto del bipartidismo consigo mismo para mantener el equilibrio del poder sobre las dos grandes fuerzas institucionales. Sánchez dijo «no», y enfatizó «no es no». Y eso llevó al Bibloquismo, con pactos hacia los extremos, que trajo el Gobierno Frankenstein del PSOE pactando con todo a su izquierda, incluso más allá de las líneas rojas con Bildu y la propia Esquerra, indultados sus delitos. A partir de ahí, para el PP negociar con Vox no es una opción, sino una consecuencia inevitable.

Este es el marco vigente, impuesto por Sánchez en 2016, prolongado con Frankenstein y mantenido en 2023. De ahí el descaro colosal de exigir al PP que no haga lo que sí hizo el PSOE, y que además no lo haga para permitir al PSOE seguir haciéndolo. Es de locos. Esto supondría aceptar que el PP sólo puede gobernar con mayoría absoluta, mientras el PSOE puede hacerlo con cien escaños y todo lo que pille en el Congreso, poscomunistas, populistas, indepes, abertzales, cantonalistas, carlistas y el sursum corda. A estas alturas el PP no puede elegir con quién pacta, aunque sí vigilar qué pacta. Las líneas rojas sin alharacas le funcionaron a Juanma Moreno, premiado con mayoría absoluta. El PP necesita reaccionar y empezar por romper ya el marco de que pactar con la extrema izquierda es progresista y pactar con la extrema derecha es antidemocrático. Ambas son fatalidades inevitables en este ciclo del No es No que trajo el sanchismo.