- Quedan los jueces. Son la última barrera. Pedro Sánchez va ahora a consumar la destrucción de ese poder judicial que se ha atrevido a resistirle, que se ha atrevido a imputar por delitos graves a cónyuge, familia, camaradas, amigos, siervos
–Ha sucedido, primero, que el presidente del Gobierno, un falsificador de tesis doctoral llamado Pedro Sánchez, ha indultado a los autores del golpe de Estado de 2017 en Cataluña.
–Ha sucedido, segundo, que el falsificador de tesis doctoral y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha impuesto en el Parlamento español el dictado de una amnistía, manifiestamente anticonstitucional, para quienes se proclamaron, no sólo autores del golpe de Estado, sino aspirantes a repetirlo lo antes posible.
–Ha sucedido, tercero, que el falsificador de tesis y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha negociado todos los aspectos centrales de su gobernación, política como económica, con un presunto delincuente y prófugo de la justicia, Carlos Puigdemont, todo cuyo programa político se reduce a una sola idea fija: la voladura de España.
–Ha sucedido, cuarto, que la súbita prosperidad económica de la cónyuge –transustanciada en catedrática sin haber pasado por la licenciatura– del presidencial plagiario ha acabado en imputación judicial.
–Ha sucedido, quinto, que las cifras de negocio de los socios de la esposa del presidente plagiario ascendieron milagrosamente a horizontes vertiginosos tras el arrimo a la presidencial pareja.
–Ha sucedido, sexto, que los jueces han rastreado el inmenso negocio que los líderes socialistas hicieron con las mascarillas –útiles como inútiles– en los meses más negros de la pandemia que nos masacró.
–Ha sucedido, séptimo, que bastó la llegada del falsificador de tesis a la Moncloa para que los colegas socialistas de Badajoz alzaran la súbita y nunca explicada riqueza de su hermano pequeño. Y que también esta vez haya tenido una juez que imputar al próspero músico con sede fiscal portuguesa.
–Ha sucedido, octavo, que el presidente plagiario se ha convertido en el más fiel amigo de los asesinos de Hamás.
Más cosas de similar laya saturan el historial del Doctor Sánchez. Aburre enumerarlas todas.
¿Respuesta ciudadana a todo eso? Cero. O casi. Sánchez retrocede apenas un 4 % en su comparativa con la oposición. Y el inestable equilibrio político español queda idéntico. Sánchez gobernará. Los independentistas repetirán su golpe; y ya no existirá legislación punitiva que pueda serles aplicada. Los negocios conyugales perseverarán en su prosperidad a la sombra del hogar monclovita. Koldos, parientes y amigos se seguirán forrando…
Y, una y otra vez, los electores volverán a emitir votos que ninguna relación tienen con la realidad, que sólo se ajustan a una red de mitologías que hace de nuestro presente apenas un epifenómeno de la única realidad de la política española: una guerra civil que, hace 88 años, sumió este país en una carnicería repugnante. Somos fósiles, al servicio de gente que hace mucho ya que perdió cualquier escrúpulo.
Quedan los jueces. Son la última barrera. Pedro Sánchez va ahora a consumar la destrucción de ese poder judicial que se ha atrevido a resistirle, que se ha atrevido a imputar por delitos graves a cónyuge, familia, camaradas, amigos, siervos… Si Sánchez logra liquidar la autonomía del poder judicial, todo recodo de resistencia habrá acabado. La guerra de verdad empieza ahora.