La España negra

JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • La expresión España negra, en su vieja acepción, es inservible

Ha caído en desuso la expresión y la vamos a recuperar. Representaba una estética odiosa, oscurantista. Servía de fondo para que resaltara luminoso quien la invocaba. Remitía a una escenografía escueta de cementerio, de Rabal meándose las manos. Tragedias rurales, crímenes silenciados. Y Goya siempre malinterpretado por culpa de Martínez Cubells, que enterró los pies del Duelo a garrotazos en un atentado de perdurables consecuencias.

Como todas las etiquetas felices del folclore, como todos los hallazgos infaustos de la propaganda, tenía en el sobreentendido su fuerza principal. De tan subjetiva e inefable, ni existía. El emisor satisfecho solo sugería; el receptor no quería quedar por tonto y esbozaba una sonrisa de complicidad. La España negra ya no se menciona. Creo que es por un efecto de la red que voy a bautizar ahora mismo. Lo llamaremos efecto pantalla. A partir de ahora pueden ponerlo en cursiva y citarme si quieren.

El efecto pantalla se refiere a la recepción de manifestaciones antropológicas que deberían resultarnos extrañas y desagradables como algo familiar y simpático, por atroces que sean, siempre que las veamos a través de una pantalla en un aparato que permite interactuar. Lo de los negros que bailan cargando con un féretro, por ejemplo. Lo del niño filipino de cuatro años que no puede parar de fumar. Lo del otro niño que predica, trajeado, contra el evolucionismo y contra la homosexualidad ante un nutrido público adulto que le aplaude a rabiar. Lo de aquel mundo ajeno, en fin, ominoso, indeseable, que llamábamos España negra.

Pues al grano. La expresión España negra, en su vieja acepción, es inservible. Qué mejor que rescatarla para designar, precisamente, a los reaccionarios que rizando el rizo se quieren progresistas. Nos viene a huevo porque estaba faltando una categoría para englobar a los nuevos enemigos de las Luces, amontonados hoy bajo la equívoca etiqueta de izquierda, un insulto a la poca izquierda de verdad que va quedando, atónita y muda ante la expropiación sufrida. La España negra es la que aborrece del darwinismo, por ejemplo; bien, pues esa está ahora copando la academia porque admitir el evolucionismo exige señalar diferencias evidentes entre hombres y mujeres que resultan de lo más inconveniente al seudopensamiento convencional del siglo.

La España negra es la que desconoce la naturaleza porque antepone sus dogmas, causando estragos con sus políticas forestales, sin ir más lejos. Su concepción del animal es una mezcla de animismo africano y película de Disney. La España negra es la del nuevo caciquismo que tiene el ojo puesto en lo que votas si te ha tocado vivir fuera de una gran capital. La España negra es lo que siempre fue, pero con estudios de género. La España negra es la de los mapas meteorológicos: la España quemada, carbonizada por un cambio climático que trae el fin del mundo. ¡Arrepentíos!