Antonio Casado-El Confidencial
- Nunca imaginaría una fiesta de Sánchez con globos y matasuegras en el salón de columnas del Palacio de la Moncloa
El desbarajuste británico nos regala la oportunidad de sostener que la clase política española se toma el oficio más en serio que los Cameron, May, Johnson o Liz Truss. Así que vamos a dejar de flagelarnos cuando sugerimos un cierto grado de banalización en nuestro propio historial.
No me imagino una fiesta de Pedro Sánchez con mariachis y matasuegras en el salón de columnas del Palacio de la Moncloa. Y mucho menos en pleno confinamiento por el covid. Eso en cuanto a la disposición socializadora de un presidente del Gobierno en sus horas libres, si es que puede hablarse de horas libres en el oficio del gobernante. Y ya en el plano institucional, tampoco sería posible un relevo del inquilino de la Moncloa por decisión de los militantes de su partido.
Las fiestas prohibidas de Boris Johnson en la residencia oficial de Downing Street, mientras el pueblo británico pasaba el mal trago, fueron la metáfora del desbarajuste sin precedentes que vive el Reino Unido desde que perpetró su aventura sediciosa (Brexit) respecto a la UE.
Por drástico que sea el antisanchismo, no alcanza para pregonar el advenimiento de las siete plagas al británico modo
El país empezó a correr con los ojos vendados cuando Cameron se la jugó con base en el temerario convencimiento de que el pueblo apostaría por la continuidad. Nunca olvidarán los jerarcas europeos el empeño de Cameron por impedir que se hiciera campaña desde Bruselas contra la eurofobia de una parte de los ciudadanos, que al final resultó mayoritaria y desbarató las previsiones.
Desde entonces, nada sale a derechas en este país (de Cameron a Truss), salvo la despedida, el luto y el proceso sucesorio, tras la muerte de su reina más longeva, justamente la que mejor representó el papel de la Monarquía como su primera marca de estabilidad. Esa estabilidad que, a escala española, ahora no se cae de la boca de Sánchez, como aportación a los tiempos recios que vivimos. Sin dejar de mirar a su principal adversario, Núñez Feijóo, que pertenece a la misma familia ideológica que los primeros actores de los 12 años horribles de los «tories». Y sin dejar de recordar que Truss cayó por defender lo que el líder del PP defiende en España (bajada de impuestos, el mantra contra el que se dispara a diario desde Moncloa)
Ahí estamos. Antes de una semana, a más tardar el viernes que viene, 28 de octubre, los 200.000 afiliados al Partido Conservador elegirán ‘on line’ al nuevo primer ministro. O sea, un 0,3% de la población. Una anomalía democrática en el país que se disputa con el reino de León la condición de cuna del parlamentarismo.
España es un paraíso de estabilidad y certidumbre si lo comparamos con el caos de la política en UK
Es como si la eventual sucesión de Sánchez en la presidencia del Gobierno, por renuncia sobrevenida, la decidieran los militantes del PSOE y no el conjunto de los españoles o, en su caso, el Parlamento de la nación, según las previsiones constitucionales tras unos supuestos de fallecimiento, dimisión o una moción de censura exitosa.
¿Lo bueno? ¿Lo malo? Depende con lo que se compare. España es un paraíso de estabilidad y certidumbre si lo comparamos con el caos de la política en UK. El elemento de comparación puede ser insano, pero lo cierto es que, premier británico por premier español, mejora el cartel de Sánchez y, en general, de la política española.
Aquí no pasamos de reprobar las amistades peligrosas del presidente, mientras Díaz Ayuso le acusa de «disfrazar de Tezanos a los jueces»
Por muy drástico que sea el antisanchismo en buena parte de la opinión pública, no alcanza para pregonar el advenimiento de las siete plagas al británico modo. Aquí no pasamos de reprobar las amistades peligrosas del presidente, mientras Díaz Ayuso le acusa de «disfrazar de Tezanos a los jueces». Me apunto a señalar la balcanización del bloque parlamentario, que al que bien, sirve para evitar patadas al tablero tan abruptas como el paso por la Moncloa de cinco presidentes distintos en seis años, como ha ocurrido en el Reino Unido.
Aunque lleguemos a enronquecer acusando a Sánchez de tomar por asalto las instituciones, eso siempre responderá al proceso de intenciones propio del debate político permanente. Pero no a una anomalía democrática como la de fiar su legitimidad de origen a la voluntad de los militantes de su partido, porque así es como llegó al poder Theresa May tras la dimisión de Carmeron (2016), Johnson tras la dimisión de Theresa May (2019, aunque luego convocaría elecciones), Truss tras la moción de censura que tumbó a Jonhson (2022), y el que venga, o la que venga, tras los 45 días de Truss.