Ignacio Camacho-ABC
- El progreso era este runrún de lavadoras girando en la madrugada, este azacaneado desvelo de familias noctámbulas
A medianoche, España es desde esta semana un runrún de lavadoras. Una versión doméstica y nada erótica de la fantasía giratoria de Grey y sus cincuenta sombras. Los bloques de viviendas tiemblan con el centrifugado masivo de la madrugada y en ‘El partidazo’ de la Cope avisan con guasa de las señales horarias que marcan el comienzo de la tarifa más barata, el pitido inicial de la colada y la plancha. Hay cachondeo fino en los memes del WhatsApp, calabazas de Cenicienta noctámbula, humor paródico sobre la ingeniería social que ha cambiado de golpe las rutinas de la casa. A fin de mes llegará la primera factura del nuevo sistema y comprobaremos si el ajetreo insomne de las familias ha
merecido la pena. Pero bajo este divertido debate costumbrista late una resignación mal digerida, una mezcla de conformismo y de melancolía ante una medida que tal vez con un Gobierno de signo distinto hubiese desembocado en una explosión de ira.
Recordemos. No hace ni un año y medio de que los tribunos de la izquierda populista prometían bajar el recibo eléctrico. Circulan por ahí vídeos de Irene Montero cargados de vibrantes, incluso agresivos compromisos a este respecto. Pablo Iglesias enfatizaba la necesidad de un poder del pueblo capaz de ponerle a los empresarios «cara de Gobierno», es decir, de perro. Y la culpa era, claro, de la connivencia entre la patronal y la política, de las puertas giratorias por donde los exministros entraban y salían como títeres del mecanismo capitalista. Ahora, silencio, miradas bajas, excusas de boquita chica. Ni siquiera se atreven a explicar la verdadera causa del tarifazo, la subida de los costes de emisión, no vaya a ser que los ciudadanos piensen que la ‘transición verde’ avanza demasiado rápido y pierdan la fe en el credo del cambio climático al saber lo que de verdad les cuesta pagarlo. Podrían, está en su mano, minimizar el saqueo reduciendo la carga fiscal que aumenta en más de un 25 por ciento el importe final del consumo energético. Pero como dice el tercer candidato de las primarias andaluzas, Luis Ángel Hierro, un auténtico socialista jamás baja impuestos.
También iban a apostar fuerte por la sanidad pública los que miran para otro lado cuando las autonomías cancelan miles de contratos. Finiquitos después de los aplausos: lo peor de la pandemia parece haber pasado y ya no se los considera necesarios. Debe de ser el único sector en el que la Administración va a recortar gastos. Porque el mantenimiento del Estado subvencional sigue exigiendo más y más esfuerzos. Han subido las cotizaciones de la seguridad social, las pólizas de seguro, las tasas de documentos, los carburantes, las cuotas de autónomo, hasta los refrescos. Más silencio. El ‘escudo social’, gran hallazgo semántico de Podemos, está lleno de agujeros. Y al sonsonete del tambor de miles de lavadoras en pleno trasnoche lo llaman progreso.