Gorka Maneiro – Vozpópuli

Los escándalos se amontonan en el barrizal insoportable del mal gobierno y la antipolítica sanchista

El pasado sábado se cumplía un año de la (tercera) investidura de Sánchez —la primera fue en 2018 tras la moción de censura a Rajoy y la segunda en enero de 2020 tras la repetición electoral—, celebrada casi cuatro meses después de las elecciones del 23 de julio (de 2023) que parecía iban a significar el punto y final a los desmanes de Sánchez y que, sin embargo, arrojaron unos resultados que le bastaron para formar un gobierno de coalición con el Sumar de Yolanda Díaz y el renovado apoyo de populistas, nacionalistas e independentistas para gobernar España mientras se la descuartiza. Seis años y medio después de llegar al Gobierno, Sánchez permanece anclado a la Moncloa, objetivo único del peor presidente de la democracia.

Estos doce meses han sido una continuación empeorada de sus cinco años previos de gobierno, lo que habría parecido imposible si uno no supiera que apoyarse en los enemigos de España para gobernarla solo puede traer desgracias y desgobierno, que es lo que llevamos tiempo sufriendo. Y ahora estamos como estamos: con un PSOE en manos de Sánchez y podemizado y en una España secuestrada por Sánchez y sus socios, que es lo verdaderamente grave por lo que ello implica para el común de los ciudadanos españoles. Tras el infame gobierno con Podemos y el inicio del desmantelamiento del Estado, todo ha empeorado durante estos doce meses. Es lo que tiene gobernar España con los que quieren lo peor para ella.

Durante estos doce meses, los escándalos se han amontonado en el tiempo hasta solaparse y taparse unos a otros: antes, los indultos, la supresión del delito de sedición y el abaratamiento del delito de malversación, o la excarcelación de centenares de delincuentes sexuales por la chapuza legal en que se convirtió la demagógica ley del «solo sí es sí»; a continuación, la amnistía a los golpistas, la legitimación del procés y la humillación del Estado; las negociaciones políticas en Suiza con Puigdemont para decidir el futuro de España o el concierto económico catalán para que Illa fuera president y Sánchez pudiera seguir en la Moncloa; las excarcelaciones anticipadas de etarras para mantener el apoyo de Bildu y el blanqueamiento de quienes son sus herederos, sus representantes y sus beneficiarios; la colonización de todas las instituciones del Estado que deberían ser independientes y que Sánchez quiere tenerlas a su servicio; la politización de la Justicia o el retiro de Sánchez durante cinco días de asuntos propios y supuesta reflexión personal abonada con fondos públicos tras la imputación de su mujer, Begoña Gómez, por supuesto tráfico de influencias y corrupción en los negocios; la investigación del caso Koldo por contratos públicos irregulares y los negocios sucios y supuesta malversación del exministro y exsecretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos; la imputación del Fiscal General del Estado, el ataque a los jueces y la persecución a los periodistas incómodos o independientes; más recientemente, la okupación política de RTVE mientras las víctimas de la DANA trataban de ponerse a salvo o buscaban a sus muertos entre el lodazal de la riada.

Todos los impuestos sobre la renta y el patrimonio serán regulados por las Juntas Generales de los Territorios Históricos, esa antigualla, lo que hará que el Gobierno Vasco disponga de más ingresos y que el Gobierno de España disponga de menos

Esta misma semana pasada, el acuerdo en la sombra entre el Gobierno de España y las instituciones vascas para reformar el Concierto Económico para que Euskadi asuma más competencias fiscales de las que ya tiene, porque nunca son suficientes: así, el País Vasco tendrá más capacidad para decidir sobre catorce impuestos (entre ellos el IVA), dispondrá de autonomía total para decidir en relación al Impuesto sobre la Renta de No Residentes, ampliará su participación en el Ecofin y tendrá presencia en foros internacionales, otro «éxito» del PNV que abonamos a escote todos los españoles. A partir de ahora, todos los impuestos sobre la renta y el patrimonio serán regulados por las Juntas Generales de los Territorios Históricos, esa antigualla, lo que hará que el Gobierno Vasco disponga de más ingresos y que el Gobierno de España disponga de menos. Y Euskadi tendrá presencia internacional, otro objetivo cumplido antes de alcanzar la independencia definitiva. Este acuerdo del que apenas se ha hablado, junto con la posible aprobación de un sistema semejante para Cataluña, no es más que la consolidación de la confederalización de España primero su desmembración después, lo que significará el fin definitivo de la redistribución de la riqueza y de la igualdad entre ciudadanos y entre comunidades autónomas.

Es el modus operandi de Sánchez y sus compinches: hacer (y deshacer) cuanto sea necesario para permanecer en el Poder y beneficiarse de ello; y es que ni siquiera gobernar es el objetivo sino que no gobierne la derecha y, sobre todo, ocupar la Moncloa y repartirse los beneficios que ello provoca. Lo último que hemos sabido es la existencia de unos whatsapps de una alto cargo de la Moncloa (asesora de Presidencia del Gobierno) que ejercía como asistente personal de Begoña Gómez para la consolidación de su actividad profesional y el crecimiento de su lucro privado, lo cual podría significar un caso de prevaricación y malversación de fondos públicos que afectaría gravemente a Sánchez. Pero la culpa es de la fachosfera y la extrema derecha y a otra cosa, mariposa.

Una legislatura imposible

Un año después, los escándalos se amontonan en el barrizal insoportable del mal gobierno y la antipolítica sanchista. Una cosa es que el Gobierno de España pretenda honestamente aplicar su programa político y otra cosa es que su único programa político sea permanecer en la Moncloa e impedir la alternancia con juego sucio, medias verdades, corrupción, sectarismo, decretazos, chapuzas legales y mentiras. Un año después, estamos como estamos: con una España en manos de Sánchez y secuestrada por su coalición «progresista» en una legislatura que se antoja imposible, amenazada por reiteradas derrotas parlamentarias, bloqueo político y sin presupuestos; y, paradójicamente, esa es nuestra esperanza.