Vicente Vallés-La Razón
- «Quien ve de cerca la derrota necesita con urgencia que una bomba atómica caiga sobre la campaña»
Una campaña electoral no suele ser el ámbito más adecuado para los discursos versallescos. La inteligencia, el argumento fundado, el dato preciso, o la voluntad de consenso quedan desterrados frente al griterío, la frasecilla ingeniosa y la tensión.
Eso, la tensión, está en los cánones habituales de las campañas electorales, y no se trata de una circunstancia achacable a las costumbres políticas españolas. Es algo que ocurre en casi todos los países democráticos. Pero aquí, el deseo de tensionar el ambiente en campaña ha adquirido tintes llamativos. Véase el chusco episodio protagonizado por un dirigente socialista andaluz, dichoso de utilizar el insulto «tontopollas» aplicado al líder del PP.
Nadie se va a escandalizar a estas alturas. Pero lo interesante es que el uso de determinadas expresiones sugiere que quien pretende elevar la tensión en una campaña suele ser aquel que teme sufrir un mal resultado. El partido que tiene buenas expectativas desea que pasen los días sin que haya incidentes relevantes que puedan suponer un riesgo para su candidato. Por el contrario, quien ve de cerca la derrota necesita con urgencia que una bomba atómica caiga sobre la campaña para remover las aguas estancadas y, quizá, cambiar la tendencia a su favor (¿recuerdan las balas de la campaña madrileña en mayo de 2021?).
Es una evidencia –incluso certificada por el CIS de Tezanos– que el PSOE andaluz ha tenido mejores momentos en su historia, y en estas elecciones se debate entre perder o perder por mucho, entre una derrota dulce o una catástrofe. Esta deriva no cambiará si la campaña se desarrolla en un ambiente cansino y de bajo voltaje. Como dijo Zapatero antes de las elecciones generales de 2008 –cuando creía que su micrófono estaba cerrado y solo le oía su directo interlocutor– «nos conviene que haya tensión». En efecto, la hubo y ganó.
Ahora, quien necesita tensión es Juan Espadas, el candidato socialista a presidir la Junta de Andalucía. Su nivel de conocimiento por la población es relativamente bajo, y su posibilidad de perder relativamente alta. Si la campaña no estalla por algún sitio, sus opciones no variarán mucho.