Javier Caraballo-El Confidencial
- La derogación del delito de sedición es otra contradicción más, de las más grotescas de todas las ocurridas en esta legislatura
«El éxito del PSOE consiste en que siempre ha sabido interpretar mejor que los demás qué quiere la sociedad española«, sostiene un antiguo dirigente socialista, de la cuna de la Transición, y la tesis no puede negarse porque hay suficientes ejemplos para ratificarla desde aquella primera victoria abrumadora de Felipe González hace cuarenta años. Ese olfato político para conectar con la sociedad es, por ejemplo, el que hizo que Pedro Sánchez le ganara las primarias del PSOE a Susana Díaz, cuando teóricamente lo tenía todo en contra, y gracias a ese triunfo los socialistas lograron frenar y anular el avance de Podemos, que puso en riesgo su tradicional hegemonía en la izquierda española.
El PSOE de Pedro Sánchez interpretó bien la necesidad de un giro a la izquierda y eso fue lo que le hizo alcanzar la secretaría general, llegar a la Moncloa con una moción de censura y ganar luego las elecciones generales, dos veces, para seguir gobernando. Lo que estamos viviendo estos días, con la derogación del delito de sedición, forma parte también de una estrategia política. El interés principal de Pedro Sánchez no es, obviamente, el de ‘homologar’ el Código Penal español al de otros países europeos, como repiten con tanta insistencia como inconsistencia, ni siquiera el de ‘normalizar el conflicto’ de Cataluña, porque jamás podrá conseguirse apuntalando al independentismo. Tampoco el beneficio inmediato de ver aprobados los últimos presupuestos generales de la legislatura.
Nada de eso: Pedro Sánchez está convencido de que esta política es la que va a garantizarle que, en el otoño de 2023, cuando convoque las elecciones, pueda revalidar la mayoría parlamentaria que en la actualidad le sostiene como presidente del Gobierno. Centrémonos en esa estrategia electoral, sin entrar siquiera en los otros muchos aspectos, sociales, jurídicos y políticos, que se contienen en la derogación del delito de sedición, todos ellos más graves y trascendentes porque afectan a la calidad misma de la democracia española.
Primer error: el trasvase de votos hacia la derecha. Como se decía antes, el Partido Socialista que hereda Pedro Sánchez cuando se hace cargo de la secretaria general tenía un primer problema, muy serio, de identidad de izquierda ante la acometida fulgurante de Podemos desde 2014. Cuando logra taponar esa fuga de votos, se acentúa el trasvase de votos que ya venía ocurriendo hacia la derecha, que fue primero hacia Ciudadanos y, posteriormente, hacia el Partido Popular. Con cálculos del propio Centro de Investigaciones Sociológicas, ese trasvase de votos hacia el PP estaba en el mes de julio en el 8,3 por ciento, lo que significa que unas 600.000 personas que confiaron en el PSOE en 2019 votarían ahora por el Partido Popular.
Tras las últimas encuestas, posteriores a ese CIS del verano, en las que la subida del PP se aminora y el PSOE logra estabilizarse, Pedro Sánchez piensa que esa es la señal de que ha logrado contener la fuga de votos hacia la derecha gracias a la campaña contra el nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, remarcando su inconsistencia como presidente, acosado por Isabel Díaz Ayuso, y tan radical como su antecesor, Pablo Casado. De hecho, como se vio en la celebración en Sevilla del cuarenta aniversario de la primera victoria socialista, en el PSOE están convencidos de que la reiteración de que el PP se ha convertido en un partido antisistema, que no respeta la Constitución, ha sido suficiente para sellar la fuga de votos porque ya nadie de su electorado ve en Núñez Feijóo un candidato moderado al que pueden votar.
El PSOE está convencido de que la reiteración de que el PP se ha convertido en un partido antisistema ha cerrado la fuga de votos
¿Cuál puede ser el error? Pues que esa estrategia es, una vez más, la insistencia en el discurso del «miedo a la derecha» que es algo que ya se ha demostrado en incontables ocasiones que no funciona en la sociedad española. La última vez, en Andalucía, y, un año antes, en las elecciones autonómicas de Madrid. Además, la causa principal del trasvase de votos del PSOE hacia la derecha es el independentismo catalán, como demuestran diversos estudios sociológicos, y se viene detectando desde 2012, que fue el año en el que se inicia el procés. Con lo cual, la derogación del delito de sedición lo que consigue es acentuar más el desafecto hacia el PSOE por su connivencia con los separatistas.
Segundo error: la credibilidad de Pedro Sánchez. Todos los partidos políticos pasan por fases en las que el candidato es el que le suma a la marca y otras en las que son las siglas las que logran sostener a un candidato débil o desprestigiado. Pedro Sánchez gozó de la primera fase y, desde 2020, se ha comenzado a despeñar de forma vertiginosa por una pendiente de descrédito en la sociedad. Como se ha remarcado aquí en otras ocasiones, en la actualidad, el factor político más determinante en la tendencia electoral en España es el odio a Pedro Sánchez.
Por su frivolidad a la hora de cambiar de opinión y por adoptar las medidas contrarias a las que prometió. La derogación del delito de sedición es otra contradicción más, de las más grotescas de todas las ocurridas en esta legislatura: negó que fuera a indultar a los condenados por sedición y aprobó todos los indultos a los independentistas; prometió endurecer el Código Penal con nuevos delitos, como el de referéndum ilegal, y lo ha suavizado con una reforma exprés de la sedición.
El lastre objetivo que hoy supone para el PSOE la imagen del presidente del Gobierno se ha agrandado. Lo saben bien todos los candidatos socialistas que tendrán que defender esas siglas en las próximas elecciones municipales y autonómicas, en mayo del año que viene. Puede tomarse como prueba, incluso, el propio índice de audiencia que tuvo la entrevista de televisión en la que anunció la reforma del Código Penal: ha sido la entrevista de televisión menos seguida por los espectadores desde que Pedro Sánchez llegó a la Moncloa. Tan solo un 6% de share, por debajo incluso de la media de La Sexta, con una pérdida de 700.000 espectadores con respecto a la última entrevista, hace un año, en esa misma cadena.
Cuando Sánchez llegó a la Moncloa y concedió su primera entrevista en televisión, despertó el interés de más de dos millones y medio de personas frente a las 840.000 de esta última comparecencia. Crisis de audiencia que supone, directamente, desinterés o hastío por el líder político. De modo que, sumando factores, si la derogación del delito de sedición no soluciona, sino que agrava, los factores que más afectan a la debilidad electoral del PSOE, como es el trasvase de votos hacia la derecha y el desprestigio de la imagen de su líder, Pedro Sánchez, podría afirmarse que la estrategia seguida está equivocada. O, siguiendo el aserto de aquel veterano socialista, que el presidente puede haber equivocado fatalmente su diagnóstico de lo que quiere la sociedad española. Pero eso ya lo veremos porque la polarización de esa misma sociedad puede modificar cualquier pronóstico.