Cristian Campos-El Español 
 

«Necesitamos un Podemos de derechas» me dijo ayer el catalán de ocho apellidos Ferran Caballero para explicar el fracaso de Alberto Núñez Feijóo en la investidura.

«¿Eso no es Vox?» le contesté yo.

«No, un Podemos de derechas sería un Milei no centralista» me dijo Ferran, quizá pensando en que Sánchez es un Trump confederalista. «Pero en el resto de España pasa como en Cataluña, que el liberalismo tiende a desaparecer. Además, si estamos en la UE y endeudados hasta las cejas, no sé qué margen hay para un programa como ese».

La columna de esta semana de Ferran se llama Por qué la burguesía pesetera catalana y vasca prefiere a Sumar. Les recomiendo que la lean, porque ese texto apunta en una sola frase, a la remanguillé, el principal error en la estrategia de Feijóo. Una estrategia a medio y largo plazo que pretende ganarse poco a poco a la burguesía vasca defendiendo lo que a esta, presuntamente, le importa de verdad: su patrimonio, sus empresas y sus beneficios.

Feijóo parte de la idea, correcta, de que los partidos nacionalistas se mueven sobre dos ejes. El identitario y el económico. En lo identitario, la cosa se resume en el discurso de Aitor Esteban del miércoles: la nación vasca existe y los vascos tienen el idioma más antiguo de Europa.

Ambas afirmaciones son mentira, claro.

El PNV, como todos los partidos nacionalistas, confunde el folclore y la gastronomía con la nación, y las lenguas muertas con una cultura propia (el euskera es un enfermo en muerte cerebral mantenido con vida a fuerza de presupuesto y de préstamos lingüísticos del español). El País Vasco no tiene nada que no tengan otras comunidades (en todas hay danzas regionales, recetas autóctonas, orgullo de terruño y hasta algún que otro dialecto muerto) y nada de eso sirve ni servirá jamás para considerarlas una nación.

Pero, y aquí viene el pero, cientos de miles de personas creen en esas mentiras, y la política es el único terreno en el que las alucinaciones colectivas deben ser tratadas como si fueran fenómenos reales.

En el terreno identitario, el PP no puede competir con el PSOE. En primer lugar, porque el PSOE finge creer con más intensidad que el PP en la idea de que España es una nación de naciones y, si me apuran, la menos nación de todas las naciones que la componen.

En segundo lugar, porque al frente de este PSOE federalista está alguien que quemaría hasta el último tablón del barco para ser nombrado capitán. Y eso es el premio gordo de la tragaperras para los partidos nacionalistas.

Por muy gallego que sea Feijóo, jamás podrá competir con alguien dispuesto a rendir plazas que el PP no rendirá jamás.

De ahí la estrategia popular, destinada no tanto a ganarse el voto de los nacionalistas hoy, sino dentro de unos meses o de unos años, cuando el PNV «burgués y pesetero» se dé cuenta de que las banderas no se comen y de que está apoyando un gobierno de izquierdas para que aplique el programa económico de la izquierda.

«¡Vosotros mismos! ¡Ya vendréis a nosotros cuando os expropien el BBVA!» es el mensaje del PP al PNV.

Feijóo sabe que la estrategia del PNV tiene un fallo. Porque EH Bildu también se mueve sobre dos ejes. El de la justicia social, es decir el del comunismo, y el identitario.

Frente al primero, el PNV puede oponer resultados. «Mirad qué bien vivimos los vascos. Los extremeños y los castellanos nos pagan las pensiones y están felices de seguir haciéndolo a cambio de nada. ¿Vais a perder todo eso por votar a EH Bildu?».

El fallo en la máquina es que, aliándose con el PSOE, el PNV está poniendo todos los huevos en la cesta de lo identitario y obviando lo económico. Pero ¿quién es el macho alfa de lo identitario en el País Vasco? ¿El PNV, un partido de señores catolicones vestidos con trajes siempre de una talla mayor que la correcta? ¿O EH Bildu, un partido en zapatillas de deporte, cuyos líderes han sido condenados por terrorismo, señal de inequívoco compromiso con la tribu, y que se ha beneficiado del blanqueamiento llevado a cabo por el PSOE para convertirlo en «el Podemos del País Vasco»?

Dicho de otra manera. Si lo económico es hoy secundario, y en lo identitario gana EH Bildu, ¿cuál es la ventaja competitiva del PNV?

Sólo la inercia. Y la inercia se está frenando en el País Vasco.

Pero el agujero en la estrategia del PP no es menor. De hecho, es bastante mayor que el del PNV. Porque si lo que le está diciendo Feijóo al PNV es que con el PP les va a ir mejor, ¿por qué defiende Feijóo en el Congreso el programa económico del PSOE?

Repasemos. Subida del salario mínimo, impuestos a la banca y las eléctricas, mantenimiento de las medidas del PSOE contra la inflación, pensiones intocables, flexibilización de la semana laboral y reforma del ingreso mínimo vital para que cada vez lo cobren más españoles. Y todo ello aderezado con alguna que otra rebaja cosmética de la presión fiscal para que no se quejen los tres liberales del partido. Literalmente, tres.

Rebajas del gasto público en el programa del PP, cero. Al Gordo ni tocarlo.

Es decir, a seguir viviendo de lo que quede en el bolsillo de los españoles y, en la medida en que se dejen, de lo que quede en el bolsillo del resto de los europeos.

Y ese es el programa económico del PSOE.

Atentos a un detalle muy significativo. Feijóo no le dijo a Aitor Esteban que el PNV está apoyando en la práctica el programa económico del PSOE. Le dijo que está apoyando «el de Sumar». Porque el programa económico del PSOE también lo apoya Feijóo.

Así que, si en lo identitario el PP no puede competir con el PSOE, y en lo económico el PP defiende el programa del PSOE, ¿para qué va a apoyar el PNV al PP y no al PSOE?

¿Cuál es entonces la ventaja competitiva del PP sobre el PSOE, desde el punto de vista de un conservador del barrio de Armentia?

¿Una rebaja del IVA a las conservas?

Sobre todo cuando los destrozos que el programa del PSOE hace en la economía española son compensados por el Gobierno en el País Vasco a fuerza de exenciones, excepciones, cuotas, cupos, ayudas, préstamos, cesiones, transferencias y apaños políticos de todo tipo (contra los que tampoco puede competir el PP).

El PNV está atrapado, cierto, y lo está por decisión propia.

Pero el análisis que ha realizado el Buru Batzar del PNV es el correcto. Ese PP que intenta mantener el equilibrio entre Vox y los nacionalistas no supone ninguna ventaja para el PNV. Sobre todo si su sentido de Estado le lleva a regalarles la Diputación de Guipúzcoa y algunas alcaldías importantes a cambio de nada. El PP es el único partido nacional que regala gobiernos a sus rivales sin exigir nada a cambio, sólo por «responsabilidad».

«Todo cambiará tras las elecciones autonómicas en el País Vasco y Cataluña» dicen en el PP.

Es posible.

Pero lo que no comprenden en Génova es que las cosas cambiarán igualmente. Porque la influencia de la estrategia del PP en ese cambio será nula y porque este se producirá por circunstancias en las que los populares no tendrán ninguna influencia.

Ninguna.

El error, sin embargo, tiene remedio. Imprimir un cambio lo suficientemente radical a la economía de las comunidades y las ciudades que gobierna el PP como para que el País Vasco y Cataluña, incluso con el dopaje del PSOE, vean realmente amenazadas sus empresas.

Es decir, exportar el modelo madrileño, adaptado a las circunstancias de cada región, al resto de España.

La nueva estrategia les permitiría además confrontar con Vox, ahora que es un partido proteccionista con más puntos en común con Yolanda Díaz que con Daniel Lacalle.

Pero eso implica algo que el PP no podrá soportar jamás: un editorial crítico en la SER y alguna que otra manifestación de liberados sindicales. La kriptonita de los populares.

Habrá que buscar una alternativa, claro. Esperemos que no sea la de aplicar también el programa identitario del PSOE.