Frente a la evidencia que arrojan los mensajes de ETA y Batasuna, aún hay interesados en confundir sobre las intenciones de Otegi y Ternera. Ello puede conducir a la repetición de errores pasados, cuando desde el gobierno y algunas instancias judiciales se buscó la rehabilitación de estos dirigentes terroristas, reforzándose a interlocutores subordinados a los dictados de ETA.
El anuncio de ETA de fijar una «estrategia político-armada eficaz» ha avivado el debate sobre un hipotético cambio estratégico por parte del grupo terrorista. En los últimos meses medios políticos y periodísticos han insistido en la existencia de relevantes divergencias dentro del movimiento terrorista, sin que la realidad en torno a ETA y Batasuna confirme tan infundado argumento. Desde sectores políticos y mediáticos que defendieron la negociación con ETA emprendida por Zapatero pese a sus negativos costes, se ha alimentado la creencia de que una parte del entramado terrorista, representado por Ternera y Otegi, desea romper con la banda. En ese sentido, El País titulaba así una información publicada el pasado 2 de mayo: «La izquierda abertzale elabora por vez primera su estrategia al margen de ETA». En ella, se tildaba de «posibilistas» a personajes como Otegi, al que se presentaba como dispuesto a «actuar al margen de ETA» para «imponerle» a la banda el «cese de la violencia» mediante «una estrategia de hechos consumados».
En abierta contradicción, el mismo periodista que firmaba esta información había defendido antes la negociación con ETA señalando que aquel era «un proceso inédito en Euskadi, donde la falta de sincronía entre ETA y Batasuna condujo al fracaso de los anteriores intentos de paz» (El País 5/12/05). Añadía además: «En esta ocasión, se produce la particularidad de que no hay disensiones ni en Batasuna ni tampoco, y lo que es más importante, en ETA, donde existe un apoyo generalizado al proceso puesto en marcha por Batasuna». Sin embargo, la «sincronía» entre ETA y su brazo político en previos contactos había sido siempre total, circunstancia ésta que, al igual que ocurriría con el último proceso de negociación, garantizaría que la ruptura de la tregua en 2006 no fuera seguida de relevantes disensiones al cerrar filas el movimiento en torno a la decisión del liderazgo terrorista.
Esta misma unidad es la que refleja el último comunicado de ETA. La entrevista a los dos etarras en Gara revela una clara coincidencia conceptual con los planteamientos expresados por Otegi el pasado mes de marzo. En aquella ocasión Otegi hizo un llamamiento a «sumar fuerzas» a todos los sectores políticos y sociales independentistas vascos con el fin de impulsar una «frente independentista» y una «estrategia eficaz» que «ponga en marcha un proceso de cambio político» en el País Vasco. En esa comparecencia pública tras su salida de la cárcel, arropado por los responsables de LAB y otros destacados activistas etarras, Otegi anunciaba la búsqueda de una «estrategia independentista eficaz».
La coincidencia estratégica con ETA es todavía clara, apreciándose una estable coordinación entre el frente «político» y el «militar» de los terroristas. Lo que el movimiento integrado por ETA y Batasuna persigue ahora es la creación de un bloque de formaciones independentistas que progrese hacia la constitución de un «Estado vasco». En ese frente se prescindiría inicialmente del PNV con objeto de presionar a un partido que aún debe decidir si mantiene la radicalización emprendida en los últimos años en la búsqueda de un voto nacionalista que le garantice su hegemonía política en el País Vasco. El concepto de «Estado vasco», elaborado por ETA desde 2006, era reivindicado nuevamente en un comunicado de enero de 2009 al indicar los terroristas que «es el momento de unir fuerzas por este pueblo, sin excusas, para que los abertzales entremos en la fase de la independencia».
La declaración de Otegi en marzo reafirmaba esa misma línea. Abundaba así en lo reproducido al ser entrevistado por Gara en noviembre de 2008, cuando anunció un nuevo proyecto orientado a «vertebrar una alternativa política a la izquierda del PNV que lidere el cambio político desde posiciones independentistas» con el fin de «avanzar hacia la creación de un Estado vasco». La sumisión de Otegi a ETA sigue manifestándose en la ausencia de cualquier oposición significativa a su violencia, incluyendo la designación del nuevo gobierno vasco como «objetivo prioritario» de los terroristas. Previamente, Otegi había aceptado también que sus negociaciones para perfilar un «polo soberanista» de cara a las elecciones autonómicas de 2009 fracasaran debido al asesinato del empresario nacionalista Ignacio Uría.
Quienes describen a Otegi y Ternera como «posibilistas» parecen ignorantes a las dinámicas de la banda, como ya lo fueron cuando alimentaron en la anterior legislatura las expectativas sobre un falso deseo de Batasuna de imponer el final de la violencia. Por ello ignoraron el texto elaborado por Batasuna en 2005 en el que comunicaba a sus bases que la tregua no era más que un intervalo que sería interrumpido si la negociación no resultaba satisfactoria para los intereses de ETA. Hoy, igual que entonces, ETA y Batasuna continúan compartiendo una estrategia firme en su voluntad de mantener el terrorismo y que, además, se ha visto reforzada por la reciente negociación a pesar de la eficaz presión policial y judicial aplicada tras el final de la tregua. Los etarras entrevistados en Gara lo expresaban así: «El PSOE ha prometido a los poderes internacionales y del Estado que solucionará -policialmente este problema-. Y está intentado demostrar eso, vendiendo ya la piel del oso y con alguna borrachera represiva de por medio a raíz de ciertas detenciones. Pero llegarán las resacas, y otra vez el problema y su gravedad se situarán en el centro de la agenda política. Y antes de lo que creemos, les escucharemos hablar otra vez de diálogo, paz…».
Tras la ruptura de la negociación con el gobierno de Zapatero, en su documentación interna ETA se ha vanagloriado de haber obtenido un «gran logro» al demostrar la inutilidad de las instituciones democráticas, pues tanto el PSOE como el PNV aceptaron negociar con Batasuna en una mesa extraparlamentaria con el fin de eludir la ilegalización del partido pro etarra. Esa lógica llevaba a Otegi a declarar: «Yo no hablo de fracaso. Se puede afirmar que hemos avanzado, pero no hemos alcanzado un acuerdo resolutivo final. Y no lo hemos hecho porque todavía no existe ni la ambición ni la madurez suficiente por parte del Gobierno español para alcanzarlo. Pero no hay que desistir» (Gara 29/7/07). De nuevo se aprecia una identidad entre lo afirmado por Otegi y los etarras entrevistados en Gara, uno de los cuales declara: «No albergamos ninguna duda sobre para qué sirve lo avanzado en el proceso. En términos políticos, hemos llegado al nivel más elevado alcanzado nunca en un proceso. Ha evidenciado que este pueblo tiene ganados dos debates: el primero, que la resolución del conflicto llegará de un proceso de diálogo y negociación; y el segundo, que los vascos tienen todo el derecho a decidir su futuro y que hacerlo factible cerrará de una vez por todas la puerta del conflicto».
Frente a la evidencia que arroja el análisis de ETA y Batasuna, hay personas interesadas en suscitar confusión sobre las intenciones de Otegi y Ternera pese a la negativa de ambos a distanciarse de los postulados terroristas. Ello puede conducir a la repetición de errores pasados cuando desde el gobierno, e incluso desde algunas instancias judiciales, se buscó la rehabilitación de estos dirigentes terroristas, reforzándose a interlocutores absolutamente subordinados a los dictados de una ETA que rechaza abandonar el terrorismo.
Rogelio Alonso, ABC, 26/5/2009