ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 29/07/14
· La confesión de Jordi Pujol supone el más importante caso de corrupción de la España democrática. La importancia de la corrupción no debe cifrarse en términos meramente económicos. Aún no se sabe lo que ha supuesto en dinero la evasión del ex presidente. Pero no serán cifras devastadoras. Devastadoras son la mentira y la estafa proyectadas sobre los ciudadanos que durante 23 años le dieron adictivamente su voto; y la evidencia de que no hay redención, porque es imposible que Pujol pague. Puede devolver el dinero, aunque con dificultades, pero no puede devolver los años ilegítimos en que llamó a los catalanes a sacrificarse por la construcción nacional.
Aquello que es fama que le dijo a su esposa: «Marta, habrá un momento en que Cataluña pase por delante de la familia.» De ahí que el anciano ex presidente haya escogido la rendición de cuentas ante dios. Su confesión tiene un aspecto y una profundidad metafísicas y así lo han entendido, incluso, aquellos de sus fieles más lubricados que en esta hora inesperada y amarga han escrito decenas de artículos en la prensa provinciana para subrayar el automartirio infligido y hasta su coraje penitencial, que así lo ha dicho, por ejemplo, un alto señor de La Vanguardia.
Ni su actitud ni la de sus feligreses pueden sorprender a nadie. Cristo y Cataluña (incluso como siglas: aquel CC de su juventud militante) están inscritos en su actividad contante y sonante. Mucho más sorprendente es el temor de dios que han manifestado los partidos políticos españoles, incapaces de poner a Pujol en el lugar que merece, que es el de primordial corrupto de la política española. El fuego cruzado que aplicaron a Bárcenas, a Urdangarin, a Matas, al PSOE andaluz en pleno (y ya no digamos a Francisco Camps, inocente y absuelto, pero aún arrastrado cada día por el fangal mediático) han sido salvas de cortesía ante el Muy Evasor.
El joven Sánchez, tan nuevo y crujiente, ni siquiera se atrevió a pronunciar su nombre la otra tarde mientras se enredaba en bobadas sobre el independentismo y el crimen de pareja. Los partidos españoles han dejado a sus infaustas delegaciones regionales la petición de responsabilidades. Es que deben de creer que Cataluña es nación, evasión.
La mentira de Pujol no es nada más que la mentira general del nacionalismo. El nacionalismo miente, y siempre, porque está en su naturaleza. Miente sobre sus orígenes infamantes, miente sobre la historia, miente sobre las balanzas fiscales y miente sobre la honradez de sus patriotas. El principal responsable de las mentiras es, obviamente, el mentiroso. Pero poco y menos serían sin ese español acomplejado que las encubre.