Pedro José Chacón-El Correo
En Euskadi van a tener que ser PP y C’s quienes lleven a cabo una necesaria unión de fuerzas de centro-derecha de cara a las elecciones. El ejemplo de Navarra debería ser su referente
En Navarra se han sucedido recientemente dos acontecimientos políticos que pueden resultar trascendentales en la comunidad foral para las próximas elecciones y de los que debería tomar buena nota el centro-derecha vasco; en especial, del segundo de ellos. El primero no presenta novedad: ha sido el pacto entre UPN y PP, que abarca todas las elecciones que tenemos por delante, las del 28 de abril y las del 26 de mayo. Esto no sería más que una reedición de pactos semejantes anteriores entre ambas fuerzas que siempre les han reportado buenos resultados para la política navarra y para la nacional. Pero la traca era otra, que pocos preveían y que resulta verdaderamente sensacional, por cuanto tiene que ver con la nueva situación política que vivimos, la del posbipartidismo, al afectar a uno de los nuevos partidos de ámbito nacional que hasta ahora había hecho incontables manifestaciones de centralismo a ultranza y de animadversión hacia cualquier singularidad territorial. Nos referimos, claro es, a Ciudadanos.
El pacto de Ciudadanos con UPN y PP en Navarra para las próximas citas electorales -se va a extender tanto a generales como a municipales, forales y europeas- rompe uno de los grandes tópicos de la política del partido naranja desde su mismo origen: la no aceptación de la singularidad vasca y navarra en los temas económico y fiscal. Y eso es de una trascendencia ciertamente notable. Denota un aterrizaje del partido de Albert Rivera e Inés Arrimadas en el principio de realidad política, que significa al mismo tiempo centralidad y pragmatismo. Resultaba bastante chocante que un partido que acepta la Constitución hasta el punto de querer representar una suerte de constitucionalismo a ultranza no aceptara la foralidad vasca y navarra que está inserta en la propia Carta Magna desde su mismo origen.
Quizás del Ebro para abajo la única interpretación que se le dará a este acuerdo sea solo la ideológica de trazo grueso: se unen los partidos de centro-derecha. Pero, si no reparamos en lo que significa en términos de política territorial y de aceptación de la singularidad vasca y navarra, estaremos obviando uno de los flancos más trascendentales de este acuerdo. En ámbitos nacionalistas y de izquierdas se están resaltando las contradicciones que esto representa, queriendo mostrar la pérdida de sentido foral que manifestaría UPN al pactar con un partido que se dice recentralizador como Ciudadanos. Y por ahí seguramente irán las futuras diatribas contra ese pacto. Pero si Ciudadanos es consciente de que además de un pacto de centro-derecha también está suscribiendo un pacto territorial, creo que sería la señal inequívoca de que este partido ha acabado entendiendo lo que significa España como Estado nacional y con unas singularidades históricas en su seno que merecen reconocimiento, al margen y por encima de los excesos nacionalistas o independentistas. Así se construye Estado.
Ahora nos queda la segunda parte de este pacto: sus consecuencias en el ámbito vasco. Pensar que un pacto así en Navarra no tiene por qué tener consecuencias en Euskadi es no querer ver la realidad. Pero, por otra parte, ¿qué es lo que impediría que en el ámbito vasco se consiguiera lo mismo que en Navarra? Bien es verdad que en Navarra la fuerza de UPN ha facilitado mucho las cosas. UPN es el gran partido de centro-derecha navarrista que en Euskadi desgraciadamente no tiene equivalente. Un partido que, además de singular y único en Navarra, es perfectamente solidario en el ámbito nacional con las políticas de centro-derecha. Aquí, por diversas circunstancias históricas en las que ahora no vamos a ahondar, no se hizo en su momento, a imitación de la Unión del Pueblo Navarro, una Unión del Pueblo Vasco con un irrenunciable componente vasquista, desde una opción nítida de centro-derecha vasco no nacionalista. Quizás porque la UCD, que debería haber sido uno de los ejes de dicho pacto, fue eliminada físicamente por ETA. O quizás por falta de perspectiva histórica de los líderes vascos de centro-derecha al inicio de la Transición. O quizás por el fuerte predominio en el ámbito vasco del nacionalismo moderado, que en Navarra nunca ha conseguido ni de lejos la misma presencia.
El caso es que en Euskadi van a tener que ser PP y Ciudadanos quienes lleven a cabo ellos solos esa unión necesaria de fuerzas de cara a las elecciones que se avecinan. Es quizás su última oportunidad de supervivencia política y el ejemplo navarro debería ser su referente. El factor humano va a ser clave. A la cabeza del Ciudadanos vasco hay ahora un profesor de Deusto, Luis Gordillo, que parece no tener pasado político, lo cual es perfecto ya que, hoy en Euskadi y en el ámbito constitucionalista, lo contrario podría dar al traste con cualquier acuerdo. Por parte del PP vasco ya se han adelantado a presentar sus cabezas de lista a las principales instituciones vascas en las elecciones del 26-M, lo cual da a entender que ni se les ha pasado por la imaginación semejante posibilidad de pacto. Pero aún están a tiempo de demostrar que la excepción vasca puede servir para rescatar en Euskadi un centro-derecha que, por separado y con el panorama actual, va a tener muy escasas posibilidades de alcanzar las instituciones en las próximas citas electorales.