Joan Tapia, EL CONFIDENCIAL 06/11/12
El domingo, Artur Mas, en un mitin sin siglas de partido (sólo tots amb el president, «todos con el presidente»), pidió “una mayoría excepcional” y aseguró que el proceso (la transición nacional) no lo pararán “ni tribunales ni constituciones”. Cree imprescindible la mayoría absoluta para pilotar la operación de alto riesgo que ha iniciado -exigencia de “la consulta” y Cataluña, nuevo estado de la Unión Europea- y piensa que la puede conseguir. Las últimas encuestas le dan hasta 65 diputados (ahora tiene 62) y la mayoría absoluta (Jordi Pujol la logró varias veces) está en 68.
Pero no todo va bien. En los últimos días, Duran Lleida, el socio democristiano y secretario general de la coalición, ha disparado cuatro misiles. Ha dicho, primero, que no ve una Cataluña sin España ni una España sin Cataluña, contradiciendo el discurso nacionalista que insiste en que España –“un Estado anticuado y mal gestionado”- es un obstáculo para salir de la crisis. Ha añadido que no ve una mayoría clara a favor de la independencia. Y tiene cierta razón, porque aunque hay una mayoría fuerte a favor de “la consulta”, algo que se presenta casi como una pócima milagrosa, el apoyo a la independencia se resquebraja si comporta que Cataluña pueda quedar fuera de la UE.
El tercer misil fue predecir que es “casi imposible” que Cataluña no quede, al menos provisionalmente, fuera de la UE. Y mientras Mas dice que la consulta será legal -con la legalidad española, catalana o internacional-, Duran sentencia que la legalidad catalana no prosperará (Madrid llevará al Constitucional la ley de consultas que haga el parlamento catalán) y que la legalidad internacional es etérea y poco efectiva.
Los argumentos de Duran son sólidos y por eso CDC no polemiza. Pero, ¿por qué dispara Duran? Sigue la estrategia de sumisión-rebelión-sumisión (ahora callará) que el democristiano asumió ya frente a Pujol. Pero quizás haya tres razones más. La primera es levantar acta de su posición, que coincide con la de muchos electores de CiU, que posiblemente la volverán a votar pero que no son independentistas. La segunda es que, tras las elecciones, Mas tendrá una disyuntiva: choque de trenes o negociación. Y Duran sabe que la gran mayoría de la “sociedad civil” catalana apostará por un nuevo pacto fiscal y constitucional. El tercero es que Unió no romperá la disciplina de CiU (teóricamente Mas puede lograr la mayoría absoluta y perderla luego si diputados de Unió le abandonan) pero sí querrá evitar el pacto de sangre con ERC, que llevaría a un duro enfrentamiento con Madrid que, además, Mas no podría pilotar. En ese caso Duran sería partidario de acuerdos con el PSC y de plantarse ante Rajoy en posición negociadora.
Pero Duran sabe que es difícil que Mas rectifique o incluso inflexione. Mas cree que hay que ir a un enfrentamiento serio, aunque no traumático. Ayer en el foro de El Periódico comparó a España con el socio de una empresa que se niega a ir a las ampliaciones de capital alegando falta de fondos, pero que exige cobrar los mismos dividendos, que impugna los acuerdos del consejo y la junta general, que sí tiene recursos para ir a ampliaciones de la competencia, que se niega a cambiar los estatutos y que lleva la contabilidad de la sociedad pero oculta los resultados (déficit fiscal). Y añadió que ese socio es, además, cliente y no paga las facturas ni (peor) tampoco reconoce las deudas (inversiones del Estado en Cataluña de acuerdo con la disposición adicional del Estatut, que suman 1.700 millones en tres años).
Luego, dirigiéndose a los empresarios presentes preguntó: “¿Qué harían ustedes con un socio así?” Respuesta: “Algo hay que hacer”, y mostró un escepticismo casi total sobre la posibilidad de que España cambie. Continuó con «¿por qué Cataluña no puede ser un país normal como Dinamarca, Finlandia o Austria?» Y, faceta moderada, aseguró que no repetía la palabra independencia porque en la Europa que quiere los estados serán cada vez más interdependientes.
Pero Mas es un político preparado, decidido y tenaz. Y está educado en Aula, desgajada del Liceo Francés de Barcelona, que es quizás la escuela más exigente y elitista (más cultural que económicamente) de la ciudad. Sus contrincantes han hecho mal -y lo siguen haciendo- en subestimar su fuerza. Mas encarna la evolución del catalanismo nacionalista pactista (Pujol se impuso pactando con Unió y absorbiendo el electorado de la UCD catalana) a un nacionalismo más radicalizado que hoy atrae a un amplio sector de las clases medias que le ha perdido el respeto a España (el socio poco fiable que pinta Artur Mas) por ser un país en crisis, por la humillación del Estatut, por el déficit fiscal, por el incumplimiento de la nueva financiación pactada y por tener dos presidentes sucesivos (Zapatero y Rajoy) muy poco valorados. Mas se ha montado sobre este caballo (y sobre el vía crucis del PSC, su único competidor serio) y acaricia la mayoría absoluta.
Y por ser católico -y alumno de Aula- cree que la fe (con esfuerzo) mueve montañas. Ayer en el foro de El Periódico -sin polemizar con Duran- admitió que legalmente es difícil que una Cataluña independiente permanezca en la UE, pero cree que si tiene y mantiene mayorías amplias, no se precipita, se internacionaliza el conflicto y se presenta como un simple problema de democracia, las cosas cambiarán. Y es imaginativo. Ahora habla de “ampliaciones internas” de la UE. La UE las tendría que afrontar si Escocia, Cataluña o Flandes optan por separarse de Gran Bretaña, España o nada menos que Bélgica, y quieren seguir en la UE.
Duran, que conoce Europa a través de la democracia cristiana, intuye que todo puede acabar muy mal. Pero Mas tiene la iniciativa; el choque con el PP (el que recurrió el Estatut) beneficia a CiU y el socialismo debe purgar la derrota de 2010 en Cataluña y de 2011 en España. Marca territorio, pero no abandona la casa del padre. Dentro puede tener papel u honores, o las dos cosas a la vez. Fuera, no se ve aliado a un PP que ha creído comprar a Mas con platos de lentejas. Y el PSC es el enemigo, el contrincante. Bueno para pactar, pero no un rentable compañero de viaje.
Joan Tapia, EL CONFIDENCIAL 06/11/12