Ignacio Camacho-ABC
- Ese Comité de la Verdad tiene una misión lógica: que nadie compita con el Gobierno más mentiroso de nuestra Historia
Podría parecer una broma, un sabotaje guasón de los duendes del BOE, pero va en serio: por segunda vez el Gobierno aprovecha el estado de alarma para monitorizar -es decir, controlar- la información por decreto. En la primera oportunidad, el asunto quedó al descubierto por la indiscreción de un oficial de la Guardia Civil que armó un revuelo al pecar de ingenuo o de sincero. Ahora es la vicepresidenta Carmen Calvo quien a través de una orden de su ministerio crea un comité oficial que bajo el pretexto de combatir bulos se propone «examinar el pluralismo de los medios» (sic) e implica en la confusa misión al Departamento de Seguridad Nacional y a los servicios secretos. Invocando un abstracto plan europeo, el aparato de propaganda sanchista, dirigido por un Rasputín al que nadie ha elegido, se arroga el privilegio de decidir lo que es o no cierto. Todo resulta coherente; primero se prescinde de la supervisión del Parlamento y luego se impone de un plumazo la ley del silencio.
En todo caso, si se trata de desenmascarar infundios esa flamante Comisión de la Verdad tiene trabajo sin alejarse mucho de sus despachos. Podría empezar por revisar cierta tesis de doctorado que es un monumento al fraude universitario, o una historia de tarjetas destruidas y denuncias trucadas para confundir a un magistrado. Después debería ocuparse de una campaña electoral repleta de argumentos falsos y seguir por el encubrimiento palmario de las evidencias epidemiológicas en vísperas de la manifestación feminista de marzo. Cuando acabe con eso tendría que continuar por las comparecencias de un presunto portavoz sanitario que lleva meses manipulando datos y que desaconsejó el uso de mascarillas porque según él no eran útiles en la prevención del contagio. Y sin salir del ámbito de la infodemia, el Ejecutivo ha ocultado contratos, alterado estadísticas, soltado embustes a destajo -el más nocivo para la salud pública, el de la derrota del virus en verano- e incluso ahora mismo da por «descartado» un confinamiento cuyos detalles lleva una semana estudiando. Toda la gestión gubernamental del Covid constituye un paradigma de la simulación, un fake incesante, una estrategia del engaño con rango de mentira de Estado.
Como en toda sociedad abierta, las redes sociales propagan numerosas trolas, muchas de ellas con intencionalidad sesgada y consecuencias perniciosas. Pero la mayor fábrica de embustes del momento funciona en el palacio de La Moncloa, donde Sánchez ha instalado una poderosa maquinaria de intoxicación cuya capacidad de difusión y de maniobra es bastante superior a la de cualquier iniciativa anónima. En ese contexto, el control del flujo libre de los mensajes adquiere plena lógica para proteger el monopolio de la mentira al servicio de Su Persona. De impedir a toda costa que nadie pueda hacer la competencia al Gobierno más fullero y mendaz de nuestra Historia.