José Alejandro Vara-Vozpópuli

  • La moción de censura cobraría cuerpo y nivel con un cara a cara entre Olona e Iglesias. Un choque parlamentario que espanta el tedio del Hemiciclo

La llamaban «dictador» y se enojaban. La bancada socialista echaba humo. Esta gente carece de sentido del humor y abunda en malas tripas. Tranquilos, muchachos; era una definición, no un insulto. Algo hiperbólico, quizás, pero todo se andará. Denle tiempo. Sánchez, el aludido, respondió al sonoro epíteto un argumento de vuelo bajo. Llamó «partido antisistema» al PP, que es como llamar zorruspia a Blancanieves o gentleman a Echenique. El libretista de Sánchez está en horas bajas. Empieza a advertirse cierta desgana en la factoría de Iván Redondo. Quizás una fatiga motivada por la campaña de Madrid. La bestial carga de la brigada tuitera contra Ayuso, obsesiva e inclemente, empieza a pasar factura. Iván embiste y Madrid resiste.

Desde que cesaron a Cayetana, las sesiones de control de los miércoles son tan anodinas como un partido de Luis Enrique. De una insipidez insultante. Los cronistas parlamentarios despachan, pese su esfuerzo, unas piezas entre áridas y estreñidas. Sólo Macarena Olona, la musa de Vox, rompe el tedio y espanta el hastío. Se ajusta la mascarilla como el barbijo del yelmo y embiste con fiereza a quien le toca en suerte que, para gloria y dicha de la sesión, suele ser el vicepresidente segundo. Olona recibe con donaire a un Pablo Iglesias que le llega siempre con aire triunfal después de haber despachado, con dos patosas gracietas, a García Egea, el número dos de Casado, ingenioso estratega pero inhábil para la dialéctica. Olona se lo mira, provocadora y firme, y procede a propinarle unos guantazos superlativos. Los diputados socialistas aplauden con los intestinos. Todos ellos desprecian a su socio de Gobierno, pero no pueden jalear como querrían la inmisericorde golpiza. 

Lejos de parecer tranquilo, Iglesias gasta un aire de procesado en capilla antes de tornarse en reo. De ahí la embestida contra el estamento judicial, las amenazas a la gente del Supremo

«Usted es un auténtico matón, porque practica el matonismo político», le dijo la portavoz de Vox en celebrada frase. «Ese moño no podrá esconder al auténtico coleta que aspira a salir en el telediario con chándal bolivariano». Matón es adjetivo que encaja bien con el ese perfil sobrado que exhibe el jefe de Podemos, ese bravucón de lupanar que se agazapa bajo los faldones de Marlaska cuando un par de vecindonas se acercan a tocarle el pandero a las puertas de su dacha en Galapagar. Ya todos le llaman ‘matón’. 

El Congreso, dado el nivel de los concurrentes, no da mucho de sí. Sólo se aprecia cierto brío por el camino de Vox, al que el PP, huero de más argumentos, tacha torpemente del ‘Podemos de derechas’. Abascal recita sus contundentes jaculatorias con un verbo de engrudo y fuego. A continuación, Olona nos entretiene con sus rotundas puñadas en la jeta del caudillo morado, que anda estos días pesaroso por su horizonte judicial. No es que se vea en la trena, pero, cobardón, le espanta el riesgo. Lejos de estar tranquilo, Iglesias gasta un aire de procesado en capilla antes de tornarse en reo. De ahí su embestida contra el estamento judicial, las amenazas a las togas del Supremo y las prisas por domeñar el gobierno de los jueces. Y también, a los medios.

Un régimen totalitario no gusta de convivir con una prensa libre. Ya hemos entrado en la fase que más anhela Iglesias y que Sánchez no desdeña. Amordazar o silenciar a la opinión pública

Dijo Olona que Iglesias quiere salir en el telediario con el chándal bolivariano. Más que salir, lo que pretende es quedarse con las teles, su ambición de siempre. «Primero se llevaron…», recuerden. El CIS, los órganos reguladores, RTVE, la abogacía del Estado, la Fiscalía General, la Corona, la oposición, uno detrás de otro. Van ahora a por el CGPJ y después… los medios. Un régimen totalitario no gusta de convivir con una prensa libre. Ya hemos entrado en la fase que más anhela Iglesias y que Sánchez no desdeña. Amordazar o silenciar a los órganos de la opinión pública. O expropiarlos. «Esa ultraderecha mediática no puede formar parte del futuro de nuestro país». «Es antidemocrático que en España los medios estén en manos de los millonarios». «Hay quien tiene cañones, misiles o tiene un presentador de televisión». «Lo que ataca a la libertad de expresión es que la mayoría de los medios están en manos privadas». «Prefiero un telediario a un ministerio». Así sucesivamente, in crescendo. Un tiro de gracia a la libertad de expresión. Al amanecer.

Los poderes oscuros

Iglesias tiene bien diseñado su plan, su mapa informativo, la okupación de canales, cierre de emisoras, ahogo de cabeceras. La Argentina de los Kirchner contra el grupo Clarín. Cuenta ya con un ejército de seudoperiodistas adictos, unos a sueldo, otros en espera de estarlo, y le mete prisa a Sánchez para que se afane en la tarea. Se lo acaba de recordar a los suyos, con esa prosodia de sietemachos bravucón: «Los movimientos sociales han de presionar al Gobierno frente al poder mediático y económico». Curiosa esquizofrenia que exhorta a los suyos a presionar a los suyos, o sea, al Ejecutivo del que es vicepresidente. 

Entramos en la semana de la moción de censura. Los analistas aventuran estrategias, predicen resultados, prevén refriegas, proclaman derrotas… Un par de días para la torpe emoción de comprobar cómo se zafa Casado de la encerrona. Un espejismo transitorio sin apenas consecuencias de calado. Cosa distinta sería si Olona e Iglesias protagonizaran el choque. La brillante amazona contra el odioso matón. Una pelea de fábula. Una pelea tensa y fulgente, destellos de acero en el Hemiciclo. Y algo sabroso de lo que escribir antes de que chapen los medios o los encierren en una jaula.